Vivimos en un mundo en el que todo parece suceder cada vez con mayor rapidez. La digitalización conlleva una sensación de inmediatez, pero a menudo nos hace sentir que cada vez queda menos espacio para fomentar las relaciones personales en nuestra vida diaria. En este contexto, las tiendas de barrio se configuran como auténticos espacios de resistencia en los que recuperar un trato más humano y una forma de vida más sosegada.
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