Entre abril y septiembre de 1966 Borges viaja once veces a Mar del Plata. Lo hace cada quince días –a excepción de julio por motivos del receso invernal–. Parte en tren desde Constitución. Homero Guglielmini –un compañero suyo de los años de la revista Inicial (1923-1927)– va a esperarlo a la estación de la ciudad feliz. Una vez allí, los lunes, departe sobre Literatura Inglesa y Norteamericana en el Colegio Santa Cecilia, sede por entonces de la Universidad Católica.
El escritor Jorge Luis Borges, en una imagen de archivo. EFEUna multitud asiste a sus clases. Borges expone sobre Beowulf y los orígenes del inglés antiguo; sobre la fe cristiana de Thomas Moro y sobre la ceguera de John Milton; sobre el universo de Shakespeare y sobre las interrupciones abruptas en las obras de Chaucer.
Entre los asistentes también están los primeros graduados en Letras que tendrá la ciudad. Las clases fueron cuidadosamente grabadas y transcriptas. Debemos a Celia Pérez Mathiasen el resguardo de este acervo. Todo esto lo conocemos gracias a Mariela Blanco, editora del nuevo y excepcional volumen de clases de Borges e hija de Graciela Mazzanti, una de las entusiastas estudiantes que asistió a aquel curso.
Custodiadas durante años por sus primeras destinatarias, ahora salen a luz en una cuidada edición con notas de Germán Álvarez en el libro Borges en Mar del Plata. Curso de Literatura Inglesa y Norteamericana, de Jorge Luis Borges (Sudamericana).
Para Mariela Blanco, las clases VI y VII –de los días 27 de junio y 25 de julio de 1966, dedicadas al siglo XVIII y al origen del romanticismo–, están entre los aportes más originales de toda la serie. En una de ellas, hablando de Jonathan Swift y Los viajes de Gulliver, Borges se refiere a la paradoja de que uno de los fundadores del pesimismo, haya dado lugar también a un libro para niños.
Carácter oral
El carácter oral de sus clases, el hecho de que esté dado a la improvisación, nos ha obsequiado un Borges que también se refiere a los temas que pueblan su literatura. Temas como la mejora de originales a través de la traducción o la alteración de las citas; la aparición de la vergüenza en la historia de la humanidad o la pasión admirable por las enciclopedias y los diccionarios. Son esos solo algunos de los muchos temas laterales que en las digresiones del gran conferencista aparecen.
Leyendo el Curso de Literatura Inglesa y Norteamericana podemos darnos una idea más vasta de la literatura anglosajona. Pero también, podemos comprender finos detalles de la obra borgeana.
Comprender, por ejemplo, que “Axaxaxas” –aquella palabra que aparece en expresiones de algunos cuentos suyos (“axaxaxas (fluía) mlö (lunó)”, que se nombra en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y en “La Biblioteca de Babel”)–, está tomado del esquema de las rimas A-X-A-X. Y que el objeto llamado “Aleph” puede no ser solo una esfera de cristal –a la manera de la burbuja que sostiene entre sus manos el Ciudadano Kane en la película de Orson Wells–, sino también algo semejante a la forma de un río.
Tal es de hecho otra de las fuentes del Aleph: “Alph” se llama al río sagrado que corre en el Palacio de Xanadú en “Kublai Khan”, el poema de Coleridge. El poema de Coleridge es importante. Marca una de las raíces que ligan a la literatura de Borges con los sueños.
Las clases de Borges transmiten la magia de la lectura. Pero también el asombro por lo que Borges ha leído, cómo lo ha leído y de qué modos lo evoca. Ahora que se ponen en duda cosas como la Historia o la Filosofía y hasta el porvenir de las Humanidades, se vuelve evidente la utilidad de la literatura: como un imperioso recreo que sustrae de su desaparición al pasado.
Vemos el universo, y lo contemplamos y lo estudiamos, porque en ello se pone en juego, más allá de todo credo, algo del sentido mismo de la existencia. Borges en sus clases se muestra fascinado no tanto por las posibilidades del conocimiento, sino por el asombro mismo que hay en el acto de conocer. En su método asociativo, todo cobra su forma finalmente. Para él, las épocas son un medio que la historia tiene para continuar su relato.
Un objeto en un gabinete de variedades, es tan solo un pretexto que una época tiene para manifestarse en otras. Y una página extraviada en un estante de la biblioteca, demuestra que un texto es un medio que un texto tiene para producir más textos. Pese a ser Borges alguien sumamente comprometido con las libertades individuales, su sentido de la historia no le impide practicar el estoicismo. Las especies son siempre más importantes que el individuo.
Para amplificar esto, Borges nos propone sus ejercicios de genealogía. Podemos pensar en Don Fausto de Estanislao del Campo. Y pensar luego en el Fausto de Goethe. Y pensar incluso en el Fausto de Marlow. Pero para Borges eso sería insuficiente. Porque el Fausto de Marlow guarda una evidente relación con Tamerlán de Marlow. Ambos, Fausto y Tamerlán, venden sus almas. Y terminan solitarios y locos.
¿Por qué Borges interrumpió sus clases? Para Mariela Blanco, una hipótesis plausible quizá sean los anónimos dirigidos al decano de la UCA, por haber contratado a un docente que no se declaraba católico.
En una clase del 23 de mayo de 1966, Borges describe el martirio de Thomas Moro, que un 6 de julio de 1535 fue llevado al cadalso por Enrique VIII por su antireformismo, acusado de alta traición por oponerse al segundo matrimonio del Rey –con Ana Bolena–. Esa postura no le impide a Borges, en una clase del 27 de junio del 66, parafrasear ironías de Edward Gibbon en contra del cristianismo.
Jorge Luis Borges. Archivo Clarín.
Última clase en Mar del Plata
El 19 de septiembre de 1966 Borges dicta su última clase en Mar del Plata. Habla de Edgar Allan Poe y de Nathaniel Hawthorne, de los trascendentalistas y de los orígenes de la literatura norteamericana. Sin que lleguen a ser tema de sus clases, quedan Mark Twain, William Faulkner y la evolución de la novela norteamericana. Algunos de esos temas pueden reconstruirse a través de otros libros. Como Introducción a la Literatura Norteamericana (1967, Jorge Luis Borges junto a Esther Zemborain).
1966, el año de Revolver de los Beatles y de Aftermath de los Rolling Stone, es también el año de los viajes de Jorge Luis Borges a Mar del Plata. Mientras Syd Barrett y Roger Waters dan forma a la música psicodélica de Pink Floyd, Borges emprende un viaje al siglo XI, a un viejo mundo en que dos hermanos –el rey Harold y el conde Tostig– pelean por el destino de un reino.
Una noche, luego de que Harold le dé muerte a Tostig, se llevará a cabo la invasión de los Normandos. Y cambiará el destino de aquella isla para siempre. Es curioso: esto había sucedido en el año 1066. Novecientos años después en Mar del Plata, como conmemorando un aniversario secreto, Borges vuelve otra vez sobre el tema.
Borges en Mar del Plata. Curso de Literatura Inglesa y Norteamericana, de Jorge Luis Borges (Sudamericana).

