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domingo, junio 22, 2025

El desahogo de Cristina, el plan venganza de Máximo Kirchner y el documental con tono épico sobre la prisión domiciliaria de la ex presidenta

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En las vísperas de la confirmación de su condena por corrupción, Cristina Kirchner tuvo largas charlas con un confesor habitual. Jorge «El Topo» Devoto, ex militante de Montoneros, publicista, productor audiovisual, es uno de los más leales amigos de su familia desde hace décadas. Devoto vivió todos los años de apogeo del poder K junto a ellos, y ahora sigue allí, con siempre con la capacidad singular de haber pasado casi desapercibido para la opinión pública a pesar de haber sido un «asesor» crucial para la familia.

Cristina se desahogó con él: «Son unos hijos de p…, Topo. Lograron lo que buscaban, me quieren humillar. ¡Humillar!», se enojó ella, de acuerdo a fuentes que la frecuentaron esos días. Devoto acompañó a la expresidenta a su último viaje en libertad, con destino la provincia de Corrientes, donde encabezó un acto con el candidato a gobernador del PJ local. Ya sabía que terminaría presa. Tiene informantes en los tribunales. Fue dos veces presidenta, una vez vice, y senadora nacional y diputada.

Por eso planeó anunciar una candidatura a diputado bonaerense antes de que se expida el máximo tribunal. Plantó así la «escenografía» para denunciar después una «proscripción». Durante su travesía al Litoral, antes, y después, cámaras de la productora de Devoto filmaron a Cristina en la más cruda intimidad. La idea inicial fue realizar un documental sobre la detención de la expresidenta. El relato sería en tono de épica. Y no una narración alrededor de un caso jurídico y que tendría como consecuencia un destino penitenciario. Hasta que la Justicia afinó y se puso firme en las restricciones que le impusieron a Kirchner luego de otorgarle el beneficio del arresto domiciliario, ella aprovechó lo que pudo moverse hasta límites temerarios. Si bien se le informó que podía pasar sus días de confinamiento en su departamento de San José 1111 con condiciones, como la de no alentar acciones que pudieran promover la alteración de la convivencia y la tranquilidad en el barrio, Kirchner salió a saludar y hasta a bailar al balcón del más modesto de sus inmuebles porteños.

La militancia saltaba de algarabía mirándola desde abajo. En esas apariciones copó las transmisiones de los canales de noticias. Cerca suyo la sobrevolaba un drone, muy cerca, que iba y venía. Los custodios K no temieron un ataque o una intromisión de los medios para lograr imágenes de una intimidad intrigante.

Ella sabía que la filmaban para el posible documental. Hay material audiovisual aun inédito de un acontecimiento histórico que puso en shock a los Kirchner, a la Justicia, a la política: Cristina es la primera expresidenta presa en arresto domiciliario para cumplir seis años de pena de cárcel por haber cometido el delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública.

Según el Código Penal, ese crimen conlleva sí o sí la accesoria de la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Cristina intentó mostrarse firme y fría cuando su destino de prisión era una certeza. Pero fuentes que accedieron a hablar con ella en las vísperas de la confirmación de su condena aseguran que la vieron sollozar. Evitó que trascendiera su decaimiento de ánimo. «Cristina está entera, es de una generación de peronistas que se bancó la dictadura. Su condena unió al partido y por eso nos movilizamos así«, contó Devoto en declaraciones a medios afines.

Fue un aliado fundamental del extranjero, el presidente de Brasil, Lula Da Silva, el que sinceró todo: admitió que se comunicó con Cristina y que ella lloró cuando escuchó su voz. Lula estuvo detenido por corrupción, y volvió al poder. Cristina ve en el brasilero un espejo que espera que refleje el mismo destino para ella. Los casos sin diferentes. Da Silva no tuvo, como Kirchner, una condena firme del máximo tribunal de su país.

La expresidenta logró concentrar la centralidad política antes de que se conocieran los detalles de su arresto. Presionó a la Justicia para que le otorgasen la domiciliaria en lugar de cumplir su pena en una cárcel. Le daba terror pasar años en una penitenciaria, así como le ocurrió a decenas de sus ex funcionarios. Puso al PJ en estado de alerta y anunció, con energía impostada y con ayuda de voceros, que se entregaría el miércoles que pasó en los tribunales, a los que llegaría escoltada por una multitud de militantes. Incluso pensó en salir caminando desde San José 1111 y llegar a pie a Comodoro Py 2002. El plan mutó a encabezar una caravana para después sí entrar a notificarse de la ejecución de su pena junto a un número indefinidos de dirigentes leales.

En rigor, mediante el ministro de Justicia bonaerense, ex subdirector de la SIDE, e integrante de la agrupación K La Cámpora, Juan Martin Mena, sondeó en los tribunales cuál sería la decisión que se tomaría sobre ella. Coincidió en esas comunicaciones con interlocutores del Gobierno con el tribunal oral federal 2. La política prefería evitar desmanes y solicitó al Poder Judicial que Cristina evite su paso por la Justicia: podían otorgarle la domiciliaria anunciándoselo vía Zoom. Pasó. Fue el martes.

La verdad es que hasta ese momento, la expresidenta había aceptado que tanto Mena como la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, acordasen con las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires y de la Casa Rosada cuál sería el recorrido exacto de la movilización hacia Comodoro Py 2002. El shock para ella se produjo cuando supo que el TOF 2 le impondría restricciones a sus visitas y la implementación de una tobillera electrónica. Hubo de nuevo llantos en San José 1111.

El primogénito de los K, el diputado nacional Máximo Kirchner, hervía de furia en la intimidad. «Nos vamos a vengar de cada uno de los metió en cana a mi vieja», rumiaba. Varios dirigentes del PJ, con exposición mediática, transmitieron el mensaje a periodistas: «Déjense de joder, muchachos. Miren que va a haber vuelto por esto», dijeron, según le consta de modo irrefutable a Clarín. Aunque planeaba hacer un documental épico sobre su detención, aunque bailó en el balcón y tensó al máximo los límites a las restricciones que le impuso la Justicia, Cristina empezaba a entender, hacia mitad de semana, que pasaría años encerrada.

La movilización que en origen sería hacia los tribunales mutó a una marcha a Plaza de Mayo. Otra vez: Mendoza y Mena acordaron con las autoridades que la concentración de la militancia no sería en la avenida San Juan y San José, tal como igualmente expresaban en público y en las redes. La convocatoria sería directamente en Plaza de Mayo. Incluso se pactó el horario. De diez de la mañana a las cuatro de la tarde. A las seis, a pesar de que la masividad del apoyo a Cristina, el espacio público frente a la Casa Rosada ya estaba casi vacío.

Los incidentes y amenazas a periodistas, medios, y hasta jueces se sucedieron durante toda la semana y en varias partes del país. Habían empezado con los disturbios aun impunes que La Cámpora desató en las instalaciones de Artear y el canal TN, de Clarín. Encapuchados rompieron autos de los empleados, invitados a programas de tevé y toda la entrada al edificio. El plan venganza incluso pegatina de afiches contra el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, y hasta ataques a la casa del diputado libertario José Luis Espert, o la aparición de un pasacalle en contra del camarista Carlos Mahiques, justo en las cercanías del jardín de infantes en el que se escolariza su nieto. «Antes eran los condenados los que amenazaban, ahora lo hace la política», se quejó Mahiques y nadie lo desmintió.

Cristina, entre el miércoles, jueves y viernes de esta semana, mutó en su ánimo. Con algunos visitantes, los últimos a los que pudo recibir sin ser acechada por las fuerzas de seguridad y la Justicia que le impuso el arresto domiciliario y la tobillera electrónica, se mostró con entereza y casi como si nada le hubiera ocurrido. Con su entorno de todos los días la situación fue diferente. Hubo llantos de asesores, diputados, custodios. Y de ella.

La expresidenta pretende que la Justicia le otorgue más beneficios: quiere que no haya restricciones para poder seguir recibiendo a quien quiera, cuando quiera.

La narrativa K, ya con los hechos penitenciarios consumos, era que el departamento de San José 1111 sería una especie de «Puerta de Hierro», en alusión a la casona en la que Juan Perón recibía a la militancia que viajaba a su exilio a Madrid a recibir instrucciones. Pero no pasará. La expresidenta se desespera por la Justicia le impuso un confinamiento que no imaginó. No podrá recibir a dirigentes políticos.

Las comunicaciones con la militancia solo podrá efectuarlas por teléfono o las redes. Así lo hizo hasta ahora. Envió audios a la concentración en Plaza de Mayo, en tono épico. Y otros ya diferentes a otra movilizaciones que cambió de sede: su hijo Máximo y La Cámpora habían convocado a un «banderazo» el viernes pasado en San José 1111, pero por miedo a que el Poder Judicial le revocara la domiciliaria todo debió moverse al Parque Lezama. Ella le rogó a esos militantes que no pasen por su casa: «Está lleno de cabezas de tortuga», alertó, por la infantería que se desplegó en la zona por orden de Patricia Bullrich.

La expresidenta apelaría las restricciones de visitas en su domiciliaria a la Cámara de Casación Penal Federal. Quizás una resolución de ese tribunal la disguste aun más, supo Clarín de fuentes judiciales.

Lo cierto es que ella esconde un «secreto» en el mismo edificio de San José y Humberto Primo en el que vive. Hace alrededor de tres meses, sin que trascendiera a los medios, la expresidenta se cayó en un baño. Vive sola, aunque antes recibía cada día a una maquilladora, una peinadora y una empleada que la ayudaba con la limpieza del inmueble.

Desde que sufrió esa caída, su familia decidió que Nancy, hija de ésa última ayudante diaria, llamada Zulma, se mude al departamento que está justo enfrente al de Kirchner. Y allí está Nancy: trabaja de asistente en todo lo que quiera comprar, recibir, buscar fuera de su casa Cristina, tal como adelantó Clarín. Cristina, por la tobillera electrónica, no puede moverse para tocarle siquiera el timbre a Nancy.

Pero Nancy sí podría tocarle la puerta a su jefa. Incluso entrar en su domicilio, algo que se descarta que haga porque violaría las condiciones de su detención. Pero a ese pasillo del edificio solo accede la custodia de la expresidenta. ¿Cómo se controlaría lo que pasa en el lugar? Desde el ministerio de Seguridad dejaron trascender que la custodia de Kirchner no puede cuidar que la condenada cumpla su pena. Pero sí podrían hacerlo agentes del Servicio Penitenciario Federal (SPF).

¿Pasará?

Con todo, Kirchner empezó a experimentar lo que sucede cuando se debe cumplir una pena de arresto. Aunque domiciliario, es una pena de encierro judicial al fin y al cabo. Fue notificada por policías de la Ciudad sobre su encierro. Si nada lo modifica, deberá permanecer en su confinamiento hasta el 16 de junio del 2031. A las doce del mediodía.

Redacción

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