Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, solía decirse. Eso era antes, claro. Hoy no sabemos qué suerte ha corrido el diablo, pero los viejos nos vemos confrontados a diario con las pruebas de nuestra ignorancia. La confrontación empieza con el día. El primer trámite, sea cual sea el organismo al que queremos acceder –tienda, banco, Administración–, empieza con la solicitud de que descarguemos la app correspondiente. La experiencia nos enseña que para los viejos descargar una app supone renunciar al contacto con el único interlocutor que nos entiende, otro ser humano, para iniciar un camino lleno de dificultades y malentendidos y de incierto final. ¿Que está mal diseñada la app? Es inevitable pensar que quizá seamos nosotros los mal diseñados. Quedamos frente a la pantalla del móvil con dos fieles acompañantes: la frustración y la soledad. Echamos de menos las colas, ubicuas y pesadas como eran, porque uno podía hablar con los que las compartían y al final de la cola había una persona.
]]> La tecnología no solo nos ha hecho sentir tontos: nos ha ido aislando a unos de otros