En el marco de la Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) que se celebró este lunes, la directora ejecutiva, Gala Díaz Langou, brindó un discurso en el que enumeró y explicó cuáles son las “tres llaves para construir la mejor Argentina del 2050″. Estos puntos fueron la estabilidad, el desarrollo productivo y el fortalecimiento institucional.
Frente a un público en el que se encontraban numerosas personalidades del arco político, como María Eugenia Vidal, Ignacio Torres, Martín Redrado, Ramiro Marra y Juan Manuel Urtubey, entre muchos otros, Díaz Langou analizó la coyuntura argentina y tocó temas de la agenda, como la designación de los jueces Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla por decreto, al cual también le dio una perspectiva de género y consideró fundamental que en la conformación de la Corte “vuelva a haber mujeres“.

Además hizo referencia a las políticas económicas del Gobierno, principalmente en cuanto a la baja de la inflación, el estado del sistema previsional y la implementación de mejoras a largo plazo, con la mira puesta en los próximos 25 años.
¿Cómo será la Argentina en el 2050?
Se los pregunto porque, si queremos construir la mejor Argentina posible para el futuro, tenemos que primero poder imaginarla. Imaginemos entonces, para dentro de 25 años, cómo puede ser la Argentina, y que sea un futuro que nos guste.
En 2050, la Argentina es, finalmente, un país próspero. Somos líderes en agroindustria, pioneros en la transición energética y nuestra economía del conocimiento es mundialmente reconocida.
Demostramos que es posible el crecimiento sin exclusión social: nadie pasa hambre en Argentina. Nos sentimos seguros. Consolidamos una educación universal de calidad que abre oportunidades reales.
Estamos sanos. Tenemos un sistema de salud capaz de prevenir y tratar las enfermedades antes de que se manifiesten. Son varias las ciudades argentinas que encabezan los rankings mundiales de calidad de vida y felicidad. Estamos convencidos que nuestros hijos y nietos van a poder y querer desarrollar sus proyectos acá, en nuestro país.
Pero, a mí, lo que más me gusta de esta Argentina del 2050 es que no sentimos miedo a que se desmorone. Tenemos la certeza de que va a seguir siendo así porque fue construida sobre una institucionalidad sólida. Vivimos en un país con miradas divergentes en muchos aspectos, pero nuestra dirigencia logró consensuar una visión convergente sobre el rumbo, el modelo de desarrollo que funciona, porque nos trajo hasta acá.
Ahora, esta Argentina que anhelamos no es el único horizonte posible.
Hay otro escenario en el que, para el 2050, el Estado puede haber perdido el control de buena parte del territorio. Hay lugares que se manejan exclusivamente con seguridad privada y economías enteras dominadas por el crimen organizado.
Quedamos afuera de la revolución tecnológica global por no invertir en educación, ciencia y tecnología. La automatización eliminó muchos puestos de trabajo y no logramos reemplazarlos creando nuevos sectores productivos. Las oportunidades que tienen las personas dependen completamente de donde nacieron. Quienes tuvieron oportunidades, emigraron, llevándose su talento.
En algunas regiones sufren la escasez de agua y, otras, son devastadas por inundaciones recurrentes. Vivimos los efectos del envejecimiento poblacional: el sistema previsional colapsó, al igual que el sistema de salud, por la cantidad de personas mayores. Las pocas personas en edad activa que trabajan lo hacen con mucha precariedad.
En esta Argentina rota, las instituciones democráticas fueron vaciadas de poder real y hay tanta volatilidad política que nunca logramos fijar un rumbo.
Las familias tienen su vida completamente atravesada por violencia, inestabilidad y incertidumbre nunca vistas en el pasado.
En el 2050, mi hija va a tener 30 años y mi hijo 27.
Paso muchas noches en vela porque hoy la evidencia muestra que, para Argentina al igual que la mayoría de los países del mundo, el escenario pesimista es más probable que el utópico.
Y esto quizás hoy, con los esfuerzos para el ordenamiento de la macro que estuvimos viviendo, nos resulte disonante. Alcanzar la estabilidad es una condición necesaria para pensar a futuro.
Y por eso, es este un buen momento para preguntarnos ¿qué necesitamos para construir la Argentina del 2050 que más se parezca al escenario deseado?
Desde CIPPEC nos dedicamos hace 25 años a interpretar la evidencia, a generar las conversaciones y, especialmente, a llevar esos cambios a la práctica. Por eso sabemos que necesitamos habilitar 3 llaves: estabilidad, desarrollo e institucionalidad.
La primera llave es hacer las transformaciones de fondo para blindar, a futuro, la estabilidad económica.
En el último año fuimos testigos de varios avances en la estabilización. Fueron pasos producto, fundamentalmente, del equilibrio en las finanzas públicas. Y para garantizar genuinamente la estabilidad necesitamos ordenar principal componente del gasto público, que son las jubilaciones. Y lo bueno es que hay una propuesta para hacer que el sistema previsional sea más sostenible y también más justo.
Hay cuestiones que son de sentido común: ¿Por qué exigimos 30 años de aportes? Sólo 24% de la población llega a ese umbral, el resto pierde todos sus aportes. Eso es lo que nos llevó a usar los parches que son las moratorias.
Podríamos definir reglas claras que reconozcan todos los aportes realizados a lo largo de la vida, sin un corte discrecional, y que también aseguren una cobertura básica universal. Porque, precisamente por los fracasos de la política económica desde hace décadas, tenemos un mercado laboral dual con casi la misma cantidad de empleo en la informalidad.
Una vez reordenado el régimen general, tenemos que trabajar en las excepciones. Que no son tan excepcionales: representan casi la mitad del gasto previsional. En el contexto actual, donde estamos haciendo un enorme esfuerzo, deberíamos priorizar la definición de criterios objetivos para tratar a todos por igual, sin privilegios ni reglas especiales.
La propuesta que CIPPEC venimos consensuando técnica y políticamente hace años tiene el potencial de no solo mejorar la situación del 80% de futuros jubilados. También haría que el sistema previsional sea más sostenible lo que contribuiría a lograr la estabilidad macroeconómica.
La segunda llave, sirve para poner en marcha el motor del desarrollo.
Para acercarnos a la Argentina utópica del 2050, necesitamos agrandar la torta. Y eso implica apostar por mejorar nuestra productividad. Necesitamos ser más competitivos, integrarnos mejor al mundo, exportar e importar más, eliminar los obstáculos que tienen sectores como: la agroindustria y biotecnología, todas las energías, la minería y la economía del conocimiento.
Porque son los sectores como estos los que tienen el potencial de generar riqueza y, combinados con los servicios, también de generar los puestos de trabajo que hace décadas necesitamos. Sin esa creación de empleos para que la población, en su agregado, perciba los beneficios del crecimiento. Entonces, necesitamos crear empleo para que el modelo sea social y políticamente sostenible.
Para aprovechar las oportunidades que nos da el mundo tenemos que enfocarnos en: 1) atraer las inversiones, 2) fomentar la investigación y el desarrollo tecnológico, y 3) asegurarnos de tener el talento humano.
Permítanme concentrarme en este último punto. Tenemos que ir pensando: ¿qué capacidades se van a necesitar en los puestos de trabajo que se creen para el 2050? Probablemente se demanden personas que sean buenas trabajando en equipo, que desarrollen pensamiento crítico, que sean innovadoras y que manejen varios idiomas. Estas habilidades se construyen desde la primera infancia.
Y lo que pasa es que, hoy, nuestra población está lejos de eso. Quienes se graduaron el año pasado probablemente tengan habilidades más parecidas a lo que se necesitaba en 1975 que a lo que vamos a necesitar en 2050. Es urgente que transformemos profundamente el sistema educativo empezando por lo que sucede adentro de las aulas: lo que se enseña, cómo se enseña y cómo potenciamos a quienes enseñan.
Y la educación nos da pie para una pregunta más general. ¿Podemos llegar al escenario optimista sin el Estado? La evidencia es contundente: NO. Necesitamos un Estado que pueda resolver los problemas de la gente. Un Estado que ejerza un rol de rectoría y coordinación de todos los esfuerzos que vamos a necesitar para que la estrategia de desarrollo funcione. Y que también genere los bienes públicos que van a poder sustentar la estrategia de desarrollo como la salud, la educación y la infraestructura.
La última llave es la de la institucionalidad.
Y no solo se los digo porque en CIPPEC defendemos por convicción a las instituciones republicanas. También hay una dosis de pragmatismo. Y los últimos premios Nobel en economía lo demostraron: las instituciones son instrumentales para el desarrollo económico.
Para acercarnos a la Argentina utópica es fundamental que quienes se alternen en el poder compartan una visión común sobre el rumbo del país. Y también tenemos que usar instrumentos que contribuyan a esa sostenibilidad. Para garantizar que las buenas políticas se sostengan, necesitamos invertir tiempo en cumplir los procesos institucionales. Si se arma todo por decreto, después va a ser más fácil desarmar todo por decreto.
Tener instituciones sólidas implica que sean legítimas, que la gente confíe en ellas. Porque: ¿qué pasa, por ejemplo, cuando la gente deja de creer en la justicia? Los casos los resuelve otro: el puntero, el narco… Esto se parece bastante al escenario distópico, ¿no?
Para restaurar la confianza en la justicia necesitamos que los procesos sean legítimos. Es indispensable lograr los acuerdos entre partidos políticos que ordena la Constitución para que las designaciones sean estables.
Pero también necesitamos que quienes ocupen las vacantes contribuyan con sus atributos personales y profesionales a la eficacia y confiabilidad de órganos como la Corte. Sé que este es un año de grandes cuestionamientos, pero tenemos todo por ganar si mejoramos la diversidad de miradas representadas en la Corte: es imprescindible que en 2025 que vuelva a haber mujeres en su conformación.
Queremos un país predecible, donde quienes vengan a invertir tengan la certeza de que van a poder cosechar lo que siembran. Desde CIPPEC no nos vamos a cansar de decir que la única forma en la que podemos alcanzar un desarrollo genuino es con instituciones profundamente democráticas.
No hay que reinventar la rueda. Para tener una Argentina próspera, tres llaves: estabilidad, desarrollo e institucionalidad.
Por eso, quiero que aprovechemos este momento histórico en el que estamos, en el que se cuestionan muchos valores para preguntarnos: ¿cuáles son las convicciones que los llevaron, a cada uno, a cada una de ustedes, a tomar los roles de liderazgo que hoy ejercen?
Porque tenemos la oportunidad de ser la generación que construya los cimientos de esa Argentina próspera del 2050. Pero es más que eso. Tenemos la responsabilidad de construir un legado: un país donde nuestros hijos y nietos puedan proyectar su futuro.
El primer paso es el conversar sobre estas propuestas, especialmente con quienes piensan distinto.
Esta cena es para eso.
Empecemos hoy.
Empecemos ahora.
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