El encendido discurso que el presidente Javier Milei pronunció en un templo evangélico de Resistencia durante el fin de semana, de marcado tinte político y afirmaciones controvertidas sobre la justicia social y el papel del Estado, suscitaron un intenso debate en las iglesias evangélicas del país y la enérgica condena de uno de los más reconocidos pastores, Norberto Saracco.
En una declaración difundida por internet, el pastor Saracco consideró “lamentable” la presencia de Milei porque “se prestó el sagrado lugar del púlpito para que el presidente, en un claro acto partidario, dirigiera su diatriba plagada de falsos argumentos, distorsiones maliciosas y afirmaciones totalmente contrarias a las enseñanzas del Evangelio”.
Sacarro -que está al frente hace casi cuatro décadas de la iglesia Buenas Nuevas, del barrio porteño de Parque Avellaneda- fue co-fundador del Consejo de Pastores de la Ciudad de Buenos Aires y del Instituto Teológico FIET y miembro del consejo directivo de la Alianza Cristiana de Iglesia Evangélicas del la República Argentina (ACIERA).
Milei calificó al estado de “maligno”, sostuvo que “no debe haber nada más anti judeocristiano que la idea de la justicia social (porque) básicamente es robarle a una persona el fruto de su trabajo para dárselo a otra” y señaló que en el país “el que reparte se queda con la mejor parte, pero por suerte están empezando a caer presos”.
El presidente asistió en respuesta a una invitación de un pastor al que mucho valora, Jorge Ledesma, de la iglesia Portal del Cielo, que levantó un mega templo para 15 mil personas en las afueras de la capital chaqueña inaugurado el jueves. Y habló en un coloquio anual que organiza esa comunidad llamado “Invasión del Amor de Dios”.
Sacarro comienza diciendo que “el sábado pasado asistimos a la lamentable presencia del señor presidente Javier Milei en la inauguración de un templo evangélico, el más grande del país”.
“Lamentable no por la presencia en sí misma; los organizadores del evento tienen el derecho de invitar a quien quieran en el marco de tan importante celebración, incluyendo al presidente”, aclara.
Explica que fue “lamentable porque se prestó el sagrado lugar del púlpito para que el presidente, en un claro acto partidario, dirigiera su diatriba plagada de falsos argumentos, distorsiones maliciosas y afirmaciones totalmente contrarias a las enseñanzas del evangelio”.
“Al discurso de odio y descalificación del adversario que el presidente enarbola orgulloso como su más preciada bandera debemos agregarle lo que repitió hasta el cansancio en su sagrada arenga del sábado: la descalificación del Estado, al que hay que combatir hasta eliminarlo, y la más absoluta libertad del ser humano para que cada uno logre lo que sus fuerzas y habilidades le permita”, dice.
Admite que “para millones de argentinos esto suena como cántico de sirenas, ya que venimos de un estado que no dejó espacio sin saquear, que le robó a los más pobres y dejó 52% de la población bajo la línea de pobreza. Claro que ese estado nadie lo quiere y es una manifestación diabólica”.
“En su argumentación en el contexto de una iglesia evangélica el presidente no encontró mejor recurso que vincular al capitalismo con el protestantismo (tesis de Max Weber), como si ese sólo vínculo fuera suficiente”, añade.
Sin embargo, considera que “el presidente, o quienes le escriben los discursos, olvida o ignora que fue en sociedades capitalistas y protestantes, como la de Estado Unidos e Inglaterra donde se desarrolló y sostuvo la esclavitud y el racismo, aún hoy no superado”.
“Lo que olvida o ignora el señor presidente, es que los países de mejor nivel de vida para todos y no para unos pocos, son los países escandinavos, basados en principios protestantes, pero, y he aquí la diferencia, aplicados por un estado muy presente”, agrega.
Luego dice e referencia al papel del Estado: “Nos enseña Dios en su Palabra que el corazón del hombre esta esencialmente inclinado al mal. En nuestra teología lo llamamos ‘pecado original’”.
“Por lo tanto, dejar la suerte de las personas libradas a sus propias capacidades y posibilidades en una jungla del sálvese quien pueda es lo más antievangélico que podemos hacer”, subraya.
En ese sentido, opina que “darle a semejante y perversa herejía el espacio sagrado de una iglesia es lamentable. Ver al pueblo aplaudir y decir amén a lo que ni entiende ni sabe, quebranta el corazón.
“Manchar el testimonio de la iglesia evangélica que en sus miles de lugares de culto sirve al Señor de manera sacrificial, con escasos recursos, siendo sal y luz en los rincones más olvidados de la sociedad, es un pecado inmerecido”, considera.
Y concluye: “Es verdad, fue la primera vez que un presidente ocupó un púlpito evangélico. ¡Que pena!”.