La administración recurre a maniobras financieras extraordinarias, como el apoyo de EEUU y la venta de bonos atados al dólar, buscando evitar una devaluación que socave el superávit fiscal y la credibilidad económica. No obstante, estas medidas solo aplazan el debate sobre un régimen cambiario sostenible post-electoral.
La Búsqueda de Estabilidad Táctica
La proximidad de los comicios del 26 de octubre, que definirán el margen de gobernabilidad para el plan de reformas del presidente Javier Milei, ha elevado la contención del dólar a prioridad máxima. El gobierno busca defender el techo de las bandas de flotación ($1.482, según el artículo) para sostener la credibilidad de su política económica.
Para lograrlo, ha recurrido a una combinación de herramientas financieras de corto plazo:
- Respaldo Externo: El compromiso de un auxilio financiero de Estados Unidos (a través del secretario del Tesoro Scott Bessent) actúa como una inyección de confianza y «munición» para el Banco Central.
- Dólares del Agro: La eliminación temporal de retenciones a las exportaciones agrícolas facilitó una liquidación anticipada de USD 7.000 millones, gran parte de los cuales fueron absorbidos por el Tesoro Nacional para intervenir en el mercado.
- Venta de Instrumentos: El Banco Central (BCRA) utiliza la venta de contratos en el mercado de dólar futuro y bonos dollar linked para absorber pesos y descomprimir la demanda de divisas. Esta estrategia busca ofrecer una vía de cobertura a quienes apuestan a la devaluación sin presionar directamente sobre el dólar spot.
Neutralidad: Los Costos Ocultos y la Inevitable Postergación
Un análisis neutral debe sopesar los beneficios de la estabilidad preelectoral con los costos operativos de las medidas. La venta de bonos atados al dólar implica un compromiso de pago futuro en pesos ajustados por devaluación, lo que hipoteca las cuentas públicas a mediano plazo si el tipo de cambio se dispara después de octubre.
Además, el BCRA ha debido vender reservas netas (USD 1.110 millones entre el 17 y 19 de septiembre) para defender el precio, un sacrificio que va en contra del objetivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) de acumular divisas. La neutralidad obliga a reconocer que estas estrategias son paliativos tácticos, no soluciones estructurales. Existe un consenso en el mercado de que cualquier definición de un régimen cambiario más libre o la eliminación del cepo quedará postergada para después de las elecciones, trasladando la tensión al último trimestre del año.
Perspectiva Crítica: Credibilidad vs. Pragmatismo
La crítica central se dirige al pragmatismo improvisado y el riesgo de un «efecto tardío» (similares a los de 2018-2019). El gobierno, al defender la banda cambiaria con intervenciones directas y ventas de reservas, corre el riesgo de agotar su munición y forzar una corrección más abrupta una vez que el ancla política de las elecciones desaparezca.
El FMI ha insistido en la necesidad de «construir un apoyo político amplio» para las reformas, vinculando la estabilidad financiera con la gobernabilidad. Si el resultado electoral no consolida el apoyo legislativo al oficialismo, los mercados podrían interpretar el resultado como un debilitamiento de la agenda económica, incrementando la presión sobre el dólar.
En síntesis, la política económica actual prioriza la estabilidad nominal hasta la votación, usando ayuda externa y maniobras de tesorería como diques temporales. No obstante, esta estrategia es críticamente vista como una «patada hacia adelante» que pospone, pero no resuelve, la necesidad de una política cambiaria coherente y una acumulación genuina de reservas.