“La guerra no siempre se libra con misiles; a veces se disputa con deuda, puertos y cables submarinos”.
América Latina se ha convertido en el tablero invisible de la competencia entre China y Estados Unidos. La pugna global por influencia ya no se mide solo en ejércitos, misiles o conflictos abiertos, sino en puertos estratégicos, infraestructura crítica, cables submarinos, inversiones millonarias y acuerdos comerciales que condicionan decisiones nacionales.
En 2023, China acumulaba más de USD 150.000 millones en préstamos e inversiones directas en América Latina. Estados Unidos, por su parte, mantiene acuerdos comerciales y de inversión que superan los USD 200.000 millones, incluyendo cooperación tecnológica y seguridad regional. Perú, Chile, Panamá, México y Brasil se ubican en el centro de esta disputa: son puntos neurálgicos para el comercio, el transporte y el acceso a materias primas críticas.
La competencia no solo busca controlar rutas y recursos, sino moldear instituciones, normas y dependencias. La capacidad de definir estándares tecnológicos, reglas de comercio y marcos de inversión se ha convertido en el nuevo campo de batalla geopolítico. América Latina es hoy el laboratorio donde se mide la habilidad de ambas potencias para influir sin intervenir.
Esta guerra silenciosa impacta directamente en democracias, soberanías y desarrollo. Cada puerto construido, cada ferrocarril financiado y cada cable submarino instalado redefine quién tiene poder y quién queda subordinado. El desafío histórico para la región es claro: negociar con superpotencias sin perder autonomía y proteger sus intereses estratégicos.
Comercio y préstamos: América Latina en la balanza
China concentra sus inversiones en infraestructura, energía y transporte. En Panamá, la expansión del puerto de Colón significó USD 1.200 millones, con contratos a 25 años que comprometen decisiones sobre soberanía portuaria. En Perú, la construcción de ferrocarriles y terminales portuarios ya supera los USD 4.500 millones, con participación directa de empresas estatales chinas.
En Argentina, las represas y parques solares financiados por bancos chinos alcanzan USD 7.000 millones; y en Brasil, la red eléctrica State Grid controla más del 30% de la distribución nacional. Cada proyecto amplía el margen de influencia de Pekín y refuerza su presencia económica en sectores clave.
Estados Unidos mantiene su dominio a través de acuerdos históricos y cooperación económica. México intercambia más de USD 600.000 millones anuales con EE.UU. bajo el USMCA, mientras Brasil recibe inversiones tecnológicas y de infraestructura por más de USD 3.000 millones. Washington busca asegurar que la región mantenga modelos de gobernanza compatibles con sus intereses, apoyando instituciones locales y monitoreando proyectos estratégicos.
La balanza es frágil. América Latina depende del financiamiento externo para puertos, carreteras y energía. Cada préstamo chino con tasas blandas se traduce en influencia política, mientras cada programa estadounidense impone condiciones regulatorias. Ninguna potencia ofrece desarrollo sin costo: una exige alineamiento político; la otra, apertura total de mercados.
En el fondo, la disputa no es solo por contratos, sino por el modelo de desarrollo que dominará el continente.
Presencia militar y bases estratégicas
La presencia militar estadounidense en América Latina sigue activa, aunque discreta. En Panamá y Colombia, la cooperación incluye entrenamientos, equipamiento y monitoreo de rutas marítimas y aéreas. Chile recibe asistencia para la modernización de puertos y vigilancia costera, en coordinación con agencias de defensa norteamericanas.
China no posee bases militares abiertas en la región, pero ha logrado presencia logística en puertos y terminales estratégicos. En Perú y Ecuador, los acuerdos incluyen estaciones de mantenimiento y suministro que amplían su capacidad naval sin necesidad de una base formal.
Analistas del Instituto IISS advierten que, bajo la fachada de infraestructura civil, China desarrolla un modelo dual: puertos comerciales con capacidad militar latente. Este formato le permite proyectar poder en el Pacífico Sur sin enfrentar sanciones diplomáticas.
Para los países de la región, esto plantea un dilema de soberanía. Cada acuerdo logístico implica la entrada de fuerzas extranjeras y la cesión parcial de control sobre infraestructura sensible. El equilibrio entre cooperación y autonomía se vuelve una tarea de alto riesgo político.
La expansión de la Ruta de la Seda
China ha extendido su Ruta de la Seda hacia América Latina, conectando puertos, ferrocarriles y autopistas con financiamiento estatal. El megaproyecto portuario en Chile involucró USD 2.000 millones, mientras obras en Perú y Panamá suman más de USD 6.000 millones.
Los préstamos chinos suelen ser a 20 o 25 años, con tasas bajas pero condiciones estratégicas implícitas: control de contratos, acceso prioritario a infraestructura y participación de empresas chinas. Esto genera dependencia económica y condiciona decisiones soberanas.
La llamada “diplomacia de la deuda” se traduce en poder político. En Sri Lanka, China tomó control del puerto de Hambantota tras el impago de un préstamo. En América Latina, expertos temen escenarios similares si las economías no diversifican fuentes de financiamiento ni fortalecen el control público sobre activos estratégicos.
El Pentágono observa con atención estos movimientos. Ejercicios conjuntos en Panamá, Colombia y el Caribe buscan contrarrestar el avance chino. Pero la región juega un equilibrio delicado: cada infraestructura puede servir tanto para fines civiles como para operaciones estratégicas.
La nueva Ruta de la Seda del Pacífico no es solo comercio; es una arquitectura de poder global que combina financiamiento, tecnología y logística bajo el discurso de cooperación.
Democracia y soberanía bajo presión
La influencia externa afecta directamente las decisiones políticas nacionales. La necesidad de financiamiento obliga a gobiernos a ajustar políticas económicas, regulatorias y ambientales para cumplir requisitos de potencias extranjeras. Eso puede alterar prioridades internas y restringir la autonomía.
En varios casos, los acuerdos con China condicionaron licencias ambientales o fiscalización de proyectos mineros y portuarios. En paralelo, programas estadounidenses incluyeron asesoramiento en seguridad y regulación, influyendo en decisiones internas.
La presión no siempre llega como amenaza, sino como incentivo: líneas de crédito, acceso a tecnología o cooperación militar. Los gobiernos, atraídos por la inmediatez del capital, terminan asumiendo compromisos que hipotecan independencia a largo plazo.
América Latina enfrenta así un dilema estructural: avanzar en infraestructura y desarrollo sin volver a caer en patrones de dependencia. La solución no es rechazar el capital extranjero, sino administrarlo con visión estratégica y coordinación regional.
Nuevo colonialismo digital
El control de datos, cables submarinos y redes de comunicación es el nuevo frente de la competencia global. México, Panamá y Brasil alojan infraestructura crítica para internet y telecomunicaciones, piezas clave para Pekín y Washington.
China invirtió más de USD 8.000 millones en infraestructura digital en 2023, incluyendo centros de datos, estaciones de monitoreo y redes de fibra óptica. Esto le otorga influencia sobre información, logística y comercio regional.
El dominio de la información equivale hoy al dominio del poder. Huawei y ZTE lideran el despliegue de redes 5G en la región, mientras Google y Amazon Web Services mantienen centros de datos bajo jurisdicción estadounidense. El resultado es un ecosistema híbrido, vulnerable y disputado.
Estados Unidos conserva control sobre plataformas críticas y vigilancia digital mediante acuerdos de cooperación tecnológica, asegurando acceso a datos estratégicos y manteniendo influencia sobre decisiones corporativas y gubernamentales.
La región enfrenta el desafío de proteger su soberanía digital. Cada cable submarino, servidor o red define quién posee la información y quién queda subordinado. En este terreno, la guerra es invisible, pero sus consecuencias serán tan decisivas como las de cualquier conflicto militar.
América Latina bajo un cerco invisible
La guerra del Pacífico no se libra con misiles, pero se siente en puertos, cables submarinos y balances comerciales. Cada préstamo chino, cada acuerdo estadounidense y cada infraestructura digital condicionan la soberanía de los países latinoamericanos.
El riesgo es claro: la dependencia económica y tecnológica puede limitar la autonomía nacional, mientras la competencia estratégica transforma recursos civiles en activos militares. Perú, Chile, Panamá, México y Brasil son escenarios centrales de este tablero invisible. Cada decisión local tiene repercusiones globales y define el futuro económico y político de millones.
El margen de maniobra existe, pero requiere una diplomacia regional inteligente, capaz de negociar desde la cooperación y no desde la subordinación. Integrar proyectos conjuntos, crear fondos propios de inversión y coordinar políticas tecnológicas podría ser la única vía para reducir la vulnerabilidad del continente.
La oportunidad está al alcance si los países latinoamericanos logran actuar con prudencia y visión de conjunto. El control de puertos, rutas y tecnología puede transformarse en una ventaja geopolítica, pero exige planificación, integración y defensa efectiva de la soberanía.
La historia demuestra que la autonomía no se regala. Depender de préstamos, comercio o tecnología sin estrategia puede convertir al continente en un peón de las superpotencias.
“El futuro del Pacífico latinoamericano está en juego, y la región debe decidir si será protagonista o escenario de una competencia que ya ha definido ganadores y perdedores en otras partes del mundo.”
Bibliografía
- Banco Mundial, Latin America and the Pacific: Strategic Investments, Washington D. C., 2023.
- CEPAL, Informe de Inversión Extranjera y Comercio 2023, Santiago, 2023.
- Council on Foreign Relations, China’s Belt and Road in the Americas, Nueva York, 2022.
- US Department of Defense, Annual Military Presence Report, Washington D. C., 2023.
- Reuters, Latin America: Trade, Ports and Power Competition, 2023.
- International Monetary Fund, Regional Economic Outlook: Latin America and the Caribbean, 2023.


