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Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|Me refiero a la serie televisiva argentina protagonizada por Guillermo Francella. Con frecuencia, el arte y la cultura son usados como medio de penetración ideológica. A veces también los productos artísticos responden a un sistema de ideas que se ha hecho hegemónico en determinada época.
“El Encargado” encaja perfectamente dentro de esta última categoría como una no deliberada expresión de la era posmarxista.
Bien podría afirmarse que el posmarxismo está representado por las ideas del también argentino Ernesto Laclau y de su esposa Chantal Mouffe. A diferencia del neo marxismo, el posmarxismo rechaza la idea de que el cambio revolucionario y socializante provenga necesariamente del conflicto social (burgués proletario) y del papel de vanguardia que, conforme a la doctrina marxista, le compete al proletariado en ese proceso del cambio social revolucionario.
Para Laclau y Mouffe la lucha por el socialismo no es necesariamente antisistémica, sino que consiste en la radicalización de diversos conflictos (antagonismos) que se dan en las democracias políticas y cuyo fin es establecer otra lógica social diferente a la que propone lo que llaman “neoliberalismo”.
El pensamiento de Laclau conserva del marxismo la estrategia confrontativa y del gramscismo la idea de hegemonía. Atrás queda la revolución guevarista con su hombre nuevo y sus utopías de perfección social. No se trata de cambiar un sistema por otro sino de cambiar las relaciones de poder dentro de las bases de la democracia en donde las contradicciones de cualquier antagonismo (v.g.: varón- mujer, o hetero -homo, indígena – blanco; etc.) deben resolverse no desde la cooperación de los contrarios sino como consecuencia de su confrontación.
Un proceso en el que tampoco se descarta la violencia.
Y es así como se nos presenta el amigo Eliseo, que interpreta Francella. Eliseo no es un revolucionario ni un sindicalista.
Es sí un individuo que visualiza la evidente desventaja de su condición socioeconómica ante la de quienes son sus empleadores: una burguesía de sectores medios altos o muy altos que habitan un lujoso edificio en Barrancas de Belgrano. Eliseo es consciente de las relaciones de poder que existen en la sociedad. Dice Francella de su personaje: “… Eliseo, más que villano, es un defensor a ultranza de su trabajo. Es un tipo muy piola, no se deja vencer. No te olvides que en la primera temporada querían despedirlo. Querían romperle su casa para construir una pileta. Él defendía su fuente de trabajo con medidas austeras. Es un tipo difícil, no es un villano que sale a atacar o a dañar. Él daña cuando es dañado. O cuando peligra su territorio, si no es hermoso con la abuelita Beba, que ya no la tiene, o con los chicos”.
En realidad, Eliseo es un coimero contumaz, que cree que la casa en donde vive le pertenece y que sus empleadores no tienen derecho a terminar con un vínculo contractual. No ataca el sistema, sino que desde él justifica el robo, la mentira, la apropiación indebida. Que un empleador ejerza el derecho del despido legitima todo tipo de reacción desde la extorsión hasta el atentado. Como propone el posmarxismo, su accionar no conduce a una sociedad superior sino a la entronización de la violencia y la confrontación dentro del propio sistema.
A su vez, como lo manifiesta Francella en la frase de la cita, Eliseo no es un villano y de hecho algunas actitudes solidarias suyas están llamadas a conquistar la sensiblería popular para transformar al canalla en un héroe.
Tal es la hegemonía cultural que nos propone el posmarxismo que también es una forma de neogramscismo.
Es una contracultura plena de antivalores y huérfana de cualquier ulterioridad superior al orden social existente. Simplemente exacerba los peores extremos éticos del ser humano para normalizarlos en el sistema tras un estéril (destructivo) ideal confrontativo. Algo así como: con la revolución no pudimos cambiar el sistema por otro mejor, entonces corrompámoslo, hagámoslo peor.
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