En época DE inflación y crisis económica, la frase “no llego a fin de mes» se vuelve vox populi. Se trata de una autopercepción que puede medirse en términos de estrés económico, que refleja cuando los ingresos totales de un hogar no resultan suficientes para cubrir o sostener los consumos básicos habituales ni para tener la capacidad de ahorro.
Esta problemática, que se replica cada vez más entre los hogares no pobres, marca una brecha entre las expectativas y el consumo real, generando la percepción de que el dinero “no alcanza”.
Así surge de la investigación “Estrés económico y movilidad social en la Argentina urbana (2010-2024)”, desarrollada por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica (ODSA-UCA). El informe será presentado este jueves a las 18 en Hagamos Lío, el programa de streaming de la entidad (UCAarg – YouTube).
La investigación se basa en datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) de ODSA-UCA.
Según el relevamiento, al que accedió Clarín, el estrés económico resulta transversal a todos los estratos sociales, pero presenta diferentes alcances. Entre 2022 y 2024 hay una profundización en los estratos medios y medios altos, y entre los no pobres por ingresos.
En términos de evolución a mediano y largo plazo hay un marcado incremento del déficit entre el 38,9% y el 50%, con picos en 2014 y 2016, y con un período de crecimiento entre 2017 y 2019. Incluso, entre 2022 y 2023, en los hogares no pobres se registró un aumento en la tasa de insuficiencia de ingresos.
¿Cuál es la trayectoria de estrés económico según el nivel socioeconómico entre 2022 y 2024? En el estrato muy bajo, un 35,8% de los hogares tiene insuficiencia de ingresos crónico. Y a medida que mejora el estrato social, el índice pierde fuerza: sólo 2,5% del nivel medio alto manifiesta insuficiencia de ingresos.
A la inversa, en el sector medio alto, el 57,5% nunca manifestó haber tenido estrés económico, pero a medida que empeora el estrato socioeconómico disminuye este porcentaje de población. Así, en el nivel muy bajo solo un 8,3% manifestó que le alcanzaron los ingresos para cubrir sus necesidades básicas.
Empobrecimiento de sectores estables
El análisis de los datos medidos demuestra que en el período estudiado los sectores medios bajos se han visto particularmente afectados con una creciente proporción de hogares que ingresan a situaciones de estrés económico.
“Este empobrecimiento de sectores tradicionalmente estables indica un corrimiento generalizado de las fronteras del estrés económico que ya no se limita a los estratos estructuralmente vulnerables. En contraste, los sectores más desfavorecidos muestran escasa variabilidad lo cual puede asociarse a procesos de adaptación a la privación”, explica a Clarín Julieta Vera, una de las autoras del informe.
Y en los niveles socioeconómicos más bajos se registran los porcentajes más elevados, casi alcanzando el 80% en los momentos más críticos.
Por otro lado, entre 2011 y 2013, el estrés económico subió de 35% a 41%, mientras que la indigencia y la pobreza por ingresos se mantuvieron relativamente estables. Pero en 2015 se evidenció un descenso en el estrés económico, pero no en los otros dos indicadores.
Entre 2017 y 2019 se registró un aumento en todos los indicadores; sin embargo, el crecimiento de la pobreza por ingresos fue más pronunciado que el de estrés económico. Mientras que en 2019 y 2020, la divergencia fue notoria: la pobreza por ingresos se incrementó del 31% al 35%, mientras que el estrés económico se redujo de 50% a 46%.
“Esto podría estar asociado a un contexto complejo de crisis económica y sanitaria, y un escenario de aislamiento o distanciamiento social”, señala en el informe en referencia a las medidas dispuestas durante la pandemia de Covid.
En la recuperación parcial post pandemia se evidenció una tendencia descendente en los déficits. Sin embargo, a partir de 2022, las curvas volvieron a ascender y hasta 2024 mostraron evoluciones relativamente similares de la tasa de pobreza monetaria y el estrés económico.
En tanto, el estrés económico superó en todo el período analizado a la pobreza por ingresos, con diferencias de 10 a 20 puntos porcentuales.
Factores subyacentes
¿El estrés económico está únicamente asociado a no contar con ingresos suficientes para cubrir una canasta básica o impactan otras carencias? La condición de indigencia y de pobreza por ingresos incrementa la probabilidad de estrés económico, pero estudios recientes demostraron que el estrés económico también se puede incrementar por otros factores subyacentes.
Uno de ellos es la falta de acceso al sistema de salud, tener inseguridad alimentaria y/o recortar gastos en atención médica y medicamentos, y no disponer de cobertura social.
Otro es el déficit en la dimensión de trabajo, es decir, que el hogar no dispone de una vinculación formal con el mercado de trabajo.
En cambio, los déficits en otras variables de carencia no monetarias como cambio de vivienda o medio ambiente no resultan vinculantes. Incluso, se determinó que el malestar psicológico (sintomatología ansiosa y depresiva) tampoco incrementa la posibilidad de padecer estrés económico.
“Este dato muestra que el estrés económico es más una condición ‘objetiva´ medida desde la perspectiva de los propios sujetos, que una situación vinculada a aspectos del bienestar subjetivo”, indica Agustín Salvia, coordinador de la investigación.
“Esto sugiere que las privaciones económicas deben analizarse no solo como carencias de ingresos corrientes, sino también como experiencias que reflejan tensiones entre expectativas y posibilidades reales”, añade el coordinador.
Una medición distinta
Las mediciones tradicionales de pobreza por ingresos establecen un criterio normativo para definir una canasta de bienes y servicios cuya valorización opera como umbral monetario que define un nivel de vida considerado adecuado. La medición bajo estos supuestos asume una modalidad absoluta, pero indirecta.
Es que en un contexto de alta inflación, el balance entre aquello que el hogar registra como ingresos y lo que consume en el mes puede generar un error en la medición de pobreza.
En otras palabras, la pobreza basada en umbrales monetarios no alcanza para medir lo que ocurre en los gastos de los hogares ya que presentan limitaciones para captar la complejidad de las experiencias de privación económica, como la relevancia de los bienes y servicios gratuitos provenientes del Estado o el papel que juegan las redes familiares y comunitarias.
Por eso, el concepto de estrés económico plantea una forma distinta de medir la insuficiencia de ingresos de las personas y de los hogares por medio de su propia percepción y de experiencias y expectativas: visibilizan situaciones de privación y malestar que exceden los criterios normativos definidos por las canastas de bienes y servicios.
AA