No era uno de los pabellones de la Exposició Universal de 1888, sino una galería funcional; por su denominación indicaba una categoría inferior. En efecto, se trataba de la Galeria de Màquines.
Tal era uno de los edificios que ya había previsto construir el promotor de aquel certamen de categoría internacional: Eugenio Serrano de Casanova; gracias a la excelente investigación biográfica publicada por Juan Prados y Jaume Rodon conocemos con todo detalle el perfil del personaje y su aventura ferial.
Este era el aspecto de aquel edificio solo unos meses antes de inaugurarse en 1888 la Exposició Universal
Fracasado en su intento emprendedor, el alcalde Rius i Taulet, al temer lo peor, tuvo el buen sentido de apartarlo en 1887 para así convertir aquel empeño en una empresa municipal que se responsabilizaba de todo.
El lugar previsto en su origen fue respetado: pegado a la parte trasera del gigantesco y circular Palau de la Indústria, pues ambos contenidos se iban a relacionar de forma muy directa.

Exhibía las máquinas que fabricaban los objetos mostrados en el Palau de la Indústria
PAU AUDOUARD / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
Pero no se había puesto aún ni un solo ladrillo.
El arquitecto Adrià Casademunt proyectó el edificio, que respetaba la superficie ya prevista inicialmente y era de lo más simple y austero. En el exterior no había más que las enseñas de las provincias catalanas, mientras que el interior carecía de ornamentación. Todo el protagonismo era así otorgado a la exhibición de la maquinaria que había hecho posible la fabricación de los objetos que llenaban el Palau de la Indústria.
A la hora de la verdad quedó patente que el contenedor se había revelado pequeño, pues tal era la cantidad de ingenios industriales avanzados que merecían ser mostrados. Al fin y al cabo, la modernidad estaba también representada por la fabricación, máxima muestra de brillantez de la representación de la Revolución Industrial.
Al término de la Exposició, esta Galeria de Màquines fue demolida.
El espacio vacío acabó siendo ocupado por el Mercat del Peix, que también fue derribado. Era de esperar: aquellas paredes funcionales e incluso la fachada no tenían el menor interés. El lugar se convirtió en aparcamiento. Pese a la carente presencia ciudadana y la nula memoria popular persiste tal denominación. La Pompeu Fabra debe remediarlo antes de que el edificio allí previsto y dedicado al Coneixement se inmortalice como Mercat del Peix, que no merece el menor recuerdo.
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