La última entrega de la encuesta oficial sobre movilidad en el ámbito del sistema de transporte metropolitano de Barcelona nos muestra una realidad muy inquietante y constata un fracaso en la gestión y en la oferta de transporte público. El estudio explica que los 5 millones de personas mayores de 16 años que viven en el mencionado ámbito, que abarca toda la provincia de Barcelona, realizan 20,8 desplazamientos diarios, una media de cuatro por habitante. El 5% de estos movimientos (un millón) son transportistas, taxistas o servicios. Aunque estos son solo 80.000 personas se mueven mucho y cada una efectúa 13,2 desplazamientos al día de media, cuatro veces más que el resto.
Más datos. Si descontamos a estos últimos profesionales, la inmensa mayoría de los 19,8 millones de desplazamientos que realiza la población se hacen por obligación. Es decir, para trabajar, estudiar, ir al médico, acompañar a un menor o a una persona mayor o para realizar gestiones. Solo el 17% se mueve por “motivos personales opcionales”. Dicho de otra manera, la gente no se desplaza por capricho sino por necesidad y ejerciendo su derecho a la movilidad.
Los usuarios sufren la pésima planificación de la movilidad que se ve en el colapso diario
Casi la mitad de los desplazamientos (46%) se hacen a pie y un 2% en bici o patinete. ¿Cómo se mueve el resto? El 33,5% en vehículo privado (6,6 millones de movimientos diarios) y el 18,2% en transporte público (3,6 millones). La movilidad en coche duplica al tren, bus, metro y tranvía, y esta proporción se mantiene inamovible desde hace años. Ni siquiera la reciente bonificación del transporte público ha supuesto una renuncia al transporte privado. El resultado de que lo que muestra esta encuesta es el colapso diario que sufren centenares de miles de personas en el ámbito de Barcelona y el malestar por las numerosas incidencias que afectan a la movilidad en el transporte público.
¿Por qué la gente se empeña en ir en coche y no escucha las proclamas políticas para que se pasen al transporte público? Como decíamos al principio, por el fracaso en la gestión y en la oferta. El mismo estudio apunta, sin querer, algunos motivos. El primero es el tiempo del viaje. En el vehículo privado se tarda la mitad para hacer el trayecto, a pesar de que se promueva la congestión del tráfico para convencer sin evidente éxito a los sufridos ciudadanos.

Viajeros apiñados para subir al tren
LV
Segundo motivo. Mientras que los residentes en Barcelona son los más satisfechos con la oferta de transporte público y son los que más lo utiliza (28%), a medida que nos alejamos de la capital, el uso del bus, metro o tren cae al 10% en el área metropolitana y al 5% en el resto de la provincia porque las alternativas al vehículo privado son inexistentes o claramente insuficientes.
Las inversiones más importantes se han centralizado en Barcelona, donde hay más votos, y se ha olvidado descaradamente al resto, con excepción de Sabadell y Terrassa que, en proporción a su población, seguramente son unas de las ciudades más bien dotadas en tren y bus de Europa. De ahí que el grado de satisfacción de la oferta de transporte público de los barceloneses sea del 83% y caiga al 27% en el resto.
La realidad que traslada la encuesta es pésima porque no hay planes a la vista de inversiones relevantes en infraestructuras en la región metropolitana para solucionar el problema de movilidad de estos millones de ciudadanos. Y no me digan que van a poner más autobuses porque eso es solamente un parche. Mientras un tren puede llevar a 800 o 1.000 personas, un bus solo transporta a 60 o hasta 80 si, como pasa a menudo, los usuarios viajan de pie con el peligro que comporta.
Y tercer motivo importante de la desafección hacia la movilidad colectiva. La encuesta pasa de puntillas sobre uno los problemas que sufren los usuarios del transporte público a diario. De cien folios de estudio, solo se dedican cuatro a preguntar sobre la satisfacción y de todos lo problemas que hay se centran en los robos y en la inseguridad. La mitad de los usuarios dice haber sufrido una incidencia, pero el sondeo no se molesta en preguntar de qué tipo. Es decir, ni una línea sobre los retrasos constantes, la deficiente información al viajero, las eternas averías en ascensores y escaleras mecánicas, los peligros por la acumulación de usuarios en los andenes y tantas otras quejas que los pasajeros padecen a diario.
Conclusión: cada vez hay más gente con derecho y obligación a desplazarse y las soluciones ni tan solo están dibujadas porque se ignoran los problemas y porque falta foco en situar dónde deben estar las prioridades de inversión. Y así nos va.