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domingo, julio 6, 2025

El frente olvidado de la defensa antimisiles: las estaciones terrestres de China en América Latina

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La misteriosa base china en
La misteriosa base china en Neuquén, Argentina

La administración Trump está impulsando la iniciativa de defensa antimisiles Golden Dome con la mirada puesta en la creciente amenaza que suponen las capacidades hipersónicas de China. Integrada con tecnologías espaciales, la Golden Dome se concibe como una arquitectura en capas para detectar, rastrear e interceptar una serie de amenazas aéreas —incluidos misiles balísticos, de crucero e hipersónicos— procedentes de adversarios.

El despliegue por parte de China de vehículos hipersónicos deslizantes (HGV) supone un formidable reto para la seguridad nacional de Estados Unidos, impulsado por los avances en la gestión térmica, las plataformas de lanzamiento y los sistemas de apoyo espaciales. Estos HGV pueden lanzarse desde misiles balísticos intercontinentales chinos, como el DF-5, el DF-31 y el DF-41, capaces de alcanzar objetivos en cualquier punto del territorio continental de Estados Unidos.

Mientras los expertos siguen debatiendo el precio previsto de 175.000 millones de dólares del Golden Dome y expresan su preocupación por su financiación y viabilidad operativa, este análisis sostiene que cualquier esfuerzo creíble para proteger el territorio estadounidense de la amenaza de los misiles de largo alcance de China debe abordar también la expansión de las estaciones terrestres chinas en América Latina.

Una comparación de las iniciativas conjuntas activas en materia de satélites y el despliegue de estaciones terrestres sugiere que China concede mayor importancia estratégica al establecimiento de estaciones terrestres en América Latina. En 2025, China y sus socios regionales operarán en forma conjunta aproximadamente cuatro satélites activos, destinados principalmente a la teledetección y las comunicaciones, entre ellos dos satélites CBERS-4 con Brasil, el VRSS-2 con Venezuela y el TKSAT-1 con Bolivia.

 China concede mayor importancia
China concede mayor importancia estratégica al establecimiento de estaciones terrestres en América Latina (REUTERS/Adriano Machado)

Por el contrario, China mantiene al menos ocho estaciones terrestres en toda la región, con instalaciones en Argentina (Neuquén y Río Gallegos), Bolivia (Amachuma y La Guardia), Venezuela (El Sombrero y Luepa), así como en Chile (Cerro Calán) y Brasil (Alcântara). Aunque China no participa directamente en las estaciones terrestres situadas en Iquitos, Lima, Piura, Pucallpa, Puerto Maldonado y Tacna, Perú mantiene una importante cooperación espacial con Pekín a través de iniciativas multilaterales y acuerdos de intercambio de datos satelitales.

China también tiene previsto invertir 80 millones de dólares en una importante base de observación astronómica en Cerro Ventarrones, Chile, que contará con un telescopio extremadamente grande y cuya finalización está prevista para 2028. Sin embargo, el proyecto se suspendió en marzo de 2025 debido a las preocupaciones de seguridad que suscitaba su ubicación sensible y la participación de China State Construction Engineering Corporation, una empresa designada por Estados Unidos como «empresa militar china», como principal contratista.

Las estaciones terrestres son fundamentales para la arquitectura de teledetección de China, ya que permiten operaciones en tiempo real, reducen la latencia de los datos y amplían la cobertura geoespacial. Estos activos mejoran el conocimiento de la situación de China sobre el territorio estadounidense y refuerzan la eficacia de la cadena de ataque del EPL: localizar, fijar, rastrear, apuntar, atacar y evaluar. Las recientes actividades militares chinas, incluidas las pruebas de vehículos hipersónicos de planeo en 2021 y 2023, y el lanzamiento de un misil balístico intercontinental al Pacífico en 2024, ponen de relieve la expansión del alcance de la red de teledetección de China, con las estaciones terrestres como columna vertebral fundamental.

La estación terrestre de espacio profundo de China en Neuquén (Argentina) subraya su creciente alcance técnico. Durante el regreso de la sonda lunar Chang’e-5 (CE-5) el 17 de diciembre de 2020, la estación desempeñó un papel fundamental en el seguimiento de la compleja maniobra de «reentrada con salto» de la misión, colmando una laguna importante en la red de interferometría de muy larga base (VLBI) de China en el extranjero.

La Ruta de la Seda
La Ruta de la Seda china también tiene objetivos estratégicos y militares (AP Foto/Ng Han Guan, archivo)

Los datos de telemetría que proporcionó fueron esenciales para calcular la trayectoria de reentrada de la sonda. Esta misma capacidad de determinación de órbitas de alta precisión podría servir de apoyo para el posicionamiento de vehículos hipersónicos equipados con sensores y algoritmos de guía avanzados, lo que subraya cómo el regreso de la CE-5 también validó el potencial estratégico de las capacidades de ataque de precisión hipersónicas de China contra Estados Unidos.

Los análisis recientes sugieren cada vez más que la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI) de China no solo tiene fines económicos, sino también objetivos estratégicos y militares. Muchos proyectos de la BRI —puertos, aeropuertos e infraestructuras digitales— tienen un diseño de doble uso y están situados en puntos estratégicos geopolíticos, lo que amplía el alcance global del EPL. Los proyectos de infraestructura de China en América Latina no son una excepción.

El megapuerto chino de Chancay en Perú, financiado por COSCO Shipping, encarna los riesgos de doble uso de la infraestructura de la BRI. Promocionado como centro comercial, sus muelles de aguas profundas y sus grúas avanzadas podrían servir de apoyo logístico a la Armada del EPL cerca del Canal de Panamá. Preocupaciones similares rodean el puerto de Paranaguá, en Brasil, y el puerto de Manta, en Ecuador, controlados por China Merchants Port Holdings y Hutchison Port Holdings, respectivamente, y que operan bajo acuerdos opacos que despiertan sospechas sobre posibles actividades de recopilación de información y transferencias encubiertas.

Huawei, empresa vinculada al EPL y fuertemente subvencionada, es un actor clave de la BRI y se ha arraigado profundamente en la infraestructura digital de América Latina. Ofreciendo licitaciones por debajo del precio de mercado, ahora suministra el 70 % de las redes 4G de la región y lidera el despliegue de la 5G. Huawei también opera importantes centros de datos en la nube en Chile, México y Brasil, y ha construido tres cables submarinos críticos —South Atlantic Inter Link, Fiber Optic Austral y Topolobampo–La Paz— a través de su filial HMN Technologies.

El megapuerto chino de Chancay
El megapuerto chino de Chancay en Perú, financiado por COSCO Shipping (REUTERS/Angela Ponce)

Además de los puertos y las telecomunicaciones, China está invirtiendo fuertemente en la infraestructura energética de América Latina. En Chile, las empresas estatales State Grid Corporation y China Southern Power Grid controlan ahora el 70 % de la red nacional de transmisión. Esta influencia en el sector energético podría reforzar la posición de Pekín en las negociaciones sobre el proyecto suspendido de la estación terrestre de Cerro Ventarrones. En términos más generales, el acceso seguro a la logística, la transmisión de datos y la electricidad mejora el rendimiento de las estaciones terrestres y los sistemas de teledetección de China, lo que agudiza su conocimiento de la situación cerca del territorio estadounidense.

A medida que se profundiza la participación de América Latina en el sector espacial con China, las complejas dimensiones geopolíticas y de seguridad requieren más atención y vigilancia. Si bien la inversión china aporta oportunidades científicas y desarrollo de infraestructuras, el doble uso potencial de las instalaciones espaciales —especialmente las gestionadas por instituciones vinculadas al EPL— suscita preocupaciones sobre la transparencia, la legalidad, la soberanía nacional y las implicaciones estratégicas a largo plazo.

Los gobiernos latinoamericanos deberían adoptar un enfoque más cauteloso y estratégico a la hora de colaborar con China en proyectos espaciales. Esto incluye garantizar que todos los acuerdos internacionales cumplan con la legislación nacional, mejorar los mecanismos de supervisión operativa y transparencia, y diversificar las asociaciones para evitar una dependencia excesiva de China. Se recomienda a los responsables políticos latinoamericanos que reevalúen las asociaciones con China en materia de infraestructuras de doble uso, no solo por sus ventajas técnicas o económicas, sino también por sus consecuencias estratégicas.

Domingo I-Kwei Yang es investigador del proyecto Coastwatcher 2.0, trabaja en el Instituto de Investigación para la Defensa y la Seguridad Nacional (INDSR) de Taiwán y es colaborador de Análisis Sínico en www.cadal.org

Redacción

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