Tranquilo y elocuente fuera de los terrenos de juego, los gritos constantes de Míchel en el banquillo de El Sadar, pidiendo calma y recriminado errores a sus jugadores, fueron un reflejo de otro siniestro del Girona. No hizo falta ver lo sucedido en el campo, bastaba con mirar la banda para intuir el desenlace de un partido vital para los dos equipos, ambos necesitados de victorias. En la cara de preocupación del entrenador se podía leer que el Osasuna se había llevado los tres puntos. El técnico madrileño, arquitecto de un equipo blanc-i-vermell histórico la temporada pasada, solo agachó la cabeza, ya en silencio, cuando el pitido final certificó la novena jornada de Liga seguida sin ganar. El fantasma del descenso del 2019 también viajó a Pamplona.
]]>