Durante la celebración de Pascua, el Gobierno nacional generó polémica al compartir desde su cuenta oficial un video protagonizado por el obispo castrense Santiago Olivera, conocido por sus reiteradas expresiones de apoyo hacia represores de la última dictadura militar. La publicación fue acompañada por un saludo institucional, en el que se agradecía al religioso su «mensaje de fe y reflexión» en una fecha significativa para el pueblo argentino.
Olivera ha sido cuestionado en múltiples oportunidades por relativizar los crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas armadas durante la dictadura. En diversas entrevistas, llegó a calificar como “valiosa y buena” a parte de esa generación de militares, e incluso afirmó que “la situación de muchos detenidos por delitos de lesa humanidad es una vergüenza para la República”. Estas declaraciones no son nuevas y forman parte de una postura que mantiene desde hace años.
La cercanía del obispo con sectores del oficialismo no es casual. Tiene un vínculo estrecho con la vicepresidenta Victoria Villarruel, con quien compartió actos religiosos y afinidades ideológicas vinculadas a la reinterpretación del pasado reciente. Además, sus manifestaciones encuentran eco en la estrategia comunicacional del Gobierno, que ha intentado instalar la idea de que la historia debe contarse “completa”, eufemismo que suele utilizarse para justificar la teoría de los dos demonios.
Desde el inicio de su mandato, el presidente Javier Milei adoptó una política de desfinanciamiento de espacios de memoria. Se cerraron centros culturales, como el Haroldo Conti, y se redujo drásticamente el presupuesto destinado a la preservación de sitios vinculados a la memoria y los derechos humanos, como la ex ESMA. Incluso se dejó de abonar salarios bajo el argumento de “auditorías”, generando incertidumbre sobre la continuidad de esos espacios.
La difusión del video de Olivera no fue un hecho aislado, sino que se inscribe en una serie de acciones que apuntan a una reinterpretación del pasado reciente. A mediados del año pasado, diputados oficialistas visitaron a represores condenados en el penal de Ezeiza, un gesto que fue leído como una muestra más de esta corriente negacionista.
El mensaje de Pascua grabado por el obispo utilizó un tono religioso, sin alusiones directas a temas políticos, aunque su figura cargada de simbolismo basta para generar polémica. Mientras tanto, voces de sectores religiosos críticos, como los Curas en la Opción por los Pobres, han manifestado su rechazo a sus declaraciones por considerar que “justifican el terrorismo de Estado” y deslegitiman el trabajo de los organismos de derechos humanos.