América Latina y el Caribe consolidan un mapa diverso en el desarrollo del hidrógeno limpio, donde conviven economías con marcos regulatorios avanzados, proyectos en etapa de operación y políticas de fomento a la demanda, junto a otras que recién comienzan a explorar su potencial en esta industria.
Así lo revela el Índice H2LAC 2025, elaborado por Hinicio y New Energy, que clasifica a 17 países según el grado de madurez de sus ecosistemas de hidrógeno.
En primer lugar, Brasil encabeza el ranking con 75,5 puntos y se posiciona como nuevo líder regional, superando a Chile. Este ascenso se explica por una combinación de avances regulatorios, instrumentos financieros específicos, objetivos de consumo vinculados a combustibles sostenibles y una activa cartera de proyectos.
“Brasil ha sobrepasado a Chile como líder regional, impulsado por objetivos de demanda sólidos, progreso regulatorio a nivel nacional y estatal, pasos hacia un esquema de certificación y desarrollo activo de proyectos”, destaca el informe.
En segundo término, Chile, con 73,25 puntos, mantiene un lugar privilegiado, pero comienza a mostrar señales de desaceleración. Si bien publicó el H2 Action Plan 2023-2030 y reglamentó aspectos clave como la seguridad en plantas de hidrógeno, el ritmo de nuevas iniciativas se ha ralentizado.
En palabras del reporte: “Los anuncios de nuevos proyectos están disminuyendo. Varios fueron cancelados o puestos en pausa durante el último año”.
A continuación, Colombia, con 73 puntos, se posiciona como otro actor clave gracias a avances normativos —como la definición legal de hidrógeno de bajas emisiones— y a logros concretos en el plano operativo. Un ejemplo es el proyecto de ECOPETROL, que alcanzó Final Investment Decision (FID) para una refinería de 6 MW en Cartagena. Además, el país juega un rol destacado en cooperación técnica, colaborando con Honduras y El Salvador en la construcción de sus hojas de ruta nacionales.
Por otro lado, a medida que se baja en el ranking, emergen casos como el de Uruguay (57,5 puntos), que avanza con la ronda H2U para habilitar producción offshore y logró la concreción del proyecto de camiones a hidrógeno “Kahiros” en 2024.
En paralelo, Paraguay se posiciona como una promesa concreta, con el proyecto Villeta de ATOME —que prevé alcanzar FID en la segunda mitad de 2025— tras cerrar contratos EPC, financiamiento clave y acuerdos de comercialización. “Yara firmó HoT y comprará fertilizantes renovables producidos por ATOME en Paraguay”, destaca el informe como ejemplo de comercio intra-regional.
Además, Costa Rica y Trinidad y Tobago también registran progresos relevantes, al asegurar fondos internacionales significativos. En el caso costarricense, se recibieron €25 millones provenientes de mecanismos climáticos, dirigidos al desarrollo de proyectos de hidrógeno verde.
En contrapartida, economías como Ecuador, Bolivia, Barbados y El Salvador figuran como exploradores iniciales, con puntuaciones inferiores a los 20 puntos. En estos países, el ecosistema aún se encuentra en etapas preliminares de análisis, sin proyectos concretos ni legislación definida.
Ahora bien, más allá del posicionamiento relativo de cada país, el informe también revela tensiones estructurales comunes en la región. Uno de los principales cuellos de botella es la baja competitividad del hidrógeno verde frente al gris, sumado a la falta de compradores.
“Entiendo que los dos principales cuellos de botella para el desarrollo son la baja competitividad del hidrógeno verde frente al hidrógeno gris y la falta de ‘offtakers’”, sostuvo Luana Gaspar, gerente de Descarbonización en PSR – Energy Consulting and Analytics.
Asimismo, advierte que ambas limitaciones están interconectadas: “Sin competitividad, el mercado enfrenta dificultades para desarrollarse, pero sin mercado, es difícil reducir costos por falta de economías de escala e infraestructura”.
En ese sentido, Gaspar resaltó que el costo de producción del hidrógeno verde sigue siendo elevado, llegando hasta 6 veces más que el H2 gris, dependiendo del país. A lo que se debe añadir que las reducciones esperadas en tecnología, escala y electricidad han sido más lentas de lo previsto, dificultando aún más alcanzar el punto de equilibrio económico.
Complementariamente, Juan Antonio Gutiérrez, asesor técnico de H2 Perú, coincidió con este argumento: “En la región y en todo el mundo, la causa es que el famosísimo ‘willingness to pay’ no existe”.
Y detalló que llevar un proyecto a FID requiere certeza sobre la venta de las moléculas, pero que hoy pocos actores están dispuestos a pagar de 3x a 10x el precio de un energético renovable respecto al convencional. Según Gutiérrez, destrabar este estancamiento implica introducir regulación sobre emisiones, aunque reconoce que esto puede generar una pérdida de competitividad internacional.
Ante este panorama, los expertos coinciden en la necesidad de soluciones estructurales. Gaspar propone como estrategia central el desarrollo de electrolizadores más baratos y eficientes, lo que permitiría reducir tanto el CAPEX como el consumo energético. También destaca la importancia de operar con energía de red 24/7 para disminuir el costo unitario del hidrógeno y adecuar la producción a las necesidades de la industria.
Además, sugiere aprovechar políticas como la segunda subasta de H2Global y diseñar regulaciones que prioricen tecnologías con alto impacto y bajo costo relativo para cada país.
A la par, el informe H2LAC advierte que la cooperación regional aún es insuficiente, especialmente en temas como certificación. “Debe fortalecerse para garantizar eficiencia y alineamiento”, subrayan sus autores. La falta de estándares compartidos ralentiza la integración regional y limita las oportunidades de exportación conjunta.
En conclusión, América Latina mantiene condiciones para posicionarse en el mercado global del hidrógeno, pero necesita transformar su potencial en resultados concretos. Resolver las barreras regulatorias, reducir costos tecnológicos, dinamizar la demanda local y generar marcos financieros adecuados serán claves para garantizar una transición energética efectiva, sostenible y económicamente viable.