Una serie de Netflix reconstruye el nacimiento de esa superpotencia hace seis siglos. Muchos descendientes de aquella población habitan hoy el suelo de Neuquén.



Muchos inmigrantes sirio-libaneses poblaron la Patagonia.
¿Cuántos ciudadanos sirio-libaneses y cuántos de países que integraban una parte de Europa y del mundo árabe no hubiesen emigrado a distintos rincones del planeta, incluidos la Argentina, la Patagonia y, específicamente Neuquén sino hubiese existido el Imperio Turco Otomano?
Una docuserie de Netflix que cuenta la historia de la caída de Constantinopla y relata la vida del sultán Mehmed explica los orígenes de esta superpotencia que gobernó una buena parte del mundo durante casi 600 años.
“El imperio Otomano”, tal el nombre del film, marca además el final del Imperio Romano y describe las sangrientas guerras que se libraron durante siglos y que luego obligaron a millones de personas a abandonar sus tierras.
La Patagonia, uno de los destinos
En la Argentina, el primer gran proceso de migración sirio-libanés se dio con el desmembramiento y persecución sufrido dentro del mundo turco-otomano, el mismo contexto de la Primera Guerra Mundial.
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Muchos inmigrantes sirio-libaneses poblaron la Patagonia.
“Salieron de los puertos de Beirut,Soür (Tyro), Jbail (Byblos), o quizás también de Estambul, con pasaportes que les extendía la Sublime Puerta (nombre del gobierno Otomano) que les acreditaba la nacionalidad «turca», aunque proviniesen de Siria o Líbano. Contrataban los largos viajes de ultramar (de hasta un mes arriba del barco, según el destino) a través de empresas que ofrecían condiciones aceptables a bordo de las naves, y acompañamiento en el lugar de arribo para encontrar alojamiento y empleo. Esas promesas pocas veces se cumplían, sobre todo en cuanto al periplo marítimo, donde eran hacinados en sucias y malolientes bodegas”, según el artículo publicado por “Extremo Sur” del periodista Carlos Espinosa.
Muchos de esos inmigrantes desistieron quedarse en Buenos Aires y viajaron a la Patagonia. Algunos se asentaron en distintas localidades de Chubut y Río Negro; otros en la capital del territorio de Neuquén; una gran mayoría siguió viaje para el interior profundo, en busca de un futuro mejor y escapando de aquel poderoso imperio que los oprimía.
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Netflix y la historia del Imperio Turco Otomano
Es interesante la serie porque además de presentar personajes que realmente existieron y que se hicieron famosos después a través de la literatura (El Príncipe Drácula, un sanguinario hermanastro del sultán) permite imaginarse qué hubiese sido del mundo occidental si este imperio seguía expandiéndose como lo hizo durante seis siglos y cuántos pueblos argentinos no se hubiesen enriquecido con la cultura y las costumbres de aquellos inmigrantes.
El final de esta superpotencia que gobernó con puño de hierro tuvo lugar en 1922 a partir de la rebelión árabe y el debilitamiento del poder tras la gran guerra mundial, pero ya para ese entonces muchos pueblos del país, de la Patagonia y de Neuquén habían dado cobijo a estos pintorescos nuevos habitantes que en su mayoría dedicarían su vida al comercio y que, pese al sufrimiento y su pasado serían apodados “turcos”, tal como rezaba la nacionalidad de sus pasaportes.