En 1939 un grupo de judíos llegó a la Argentina escapando de la persecución nazi en Alemania. La mayoría había sobrevivido al pogromo del 9 de noviembre de 1938, conocido como Kristallnacht. Acá fundaron la Nueva Comunidad Israelita (NCI), bajo el liderazgo del Rabino Hanns Harf y Gunter Friedlander. Casi veinte años después inauguraron una sinagoga en donde nació un mito que acompañó a las siguientes generaciones: la aparente existencia de una “cápsula del tiempo” enterrada debajo del Aaron Hakodesh, el arca sagrada de la Torá. Los años pasaron, cambió el siglo, pero nunca nadie pudo confirmarlo. Hasta que un desentierro de última hora reveló que aquella vieja leyenda era cierta.
Durante 67 años, miles de especulaciones rondaron en torno a lo que podía haberse enterrado en el templo de la calle Arcos: algunos decían que contenía piedras de la fatídica noche de noviembre en la que se incendiaron cientos de sinagogas en Alemania y Austria, y que Hanns Harf, junto a tres amigos, hicieron una promesa de crear una comunidad por cada sinagoga destruida. Otros creían que era un pergamino. Pero la mayoría dudaba de la veracidad del relato.
Hasta que ocurrió un giro inesperado durante un día de agosto de 2024, cuando el Rabino Adrián Fada y otras cuatro personas de la comunidad decidieron seguir una corazonada y excavaron bajo la zona del arca antes de finalizar la mudanza del centro hacia otro edificio. Estaban a punto de dejar el templo para siempre, ya que desde el 2000 se habían fusionado con la comunidad Emanu El, la cual tenía su escuela en una sede de Arribeños, y la idea era que todas quedaran unidas en un solo lugar.
Iban a desistir en mitad del proceso, pero al seguir un poco más notaron que había un tubo de bronce cerrado de ambos lados. Al abrirlo, descubrieron que contenía documentos en castellano y alemán, incluyendo la declaración oficial de la inauguración de la sinagoga en 1957.
“Pasaron muchos años, y podrían haber pasado muchos más si no era que nos mudábamos. Nadie se hubiese animado a romper el armario sagrado porque estaban los libros de la Torá. Nosotros nos mudamos en 2020 de Arcos a Arribeños, en donde estamos todos unidos, tanto la Comunidad NCI- Emanu El como la Escuela Comunitaria Arlene Fern. Y desde el año pasado que empezamos a trabajar en el museo que inauguramos hace poquito para contar nuestra historia en el nuevo templo. Entonces, ya estábamos a punto de dejar la propiedad en Arcos para siempre y dijimos ‘vamos a ir a ver una vez más, quizás encontramos esa cápsula’”, recuerda el Rabino Fada en diálogo con Clarín sobre ese hallazgo que lo cambió todo.

Él fue una de las cinco personas de la comunidad NCI- Emanu El en volver: “Cuando llegamos y abrimos el armario donde estaban guardados los libros de la Torá, estaba revestido. Sacamos los revestimientos y realmente había cemento. Uno decía que era imposible que hubieran guardado algo ahí. Pero había como un pequeño agujerito que te hacía dudar, aunque cuando golpeabas no se escuchaba hueco. Un socio histórico de la comunidad me dice ‘bueno Rabino, no se preocupe, lo intentamos, pero no lo logramos’. Le dije ‘tengamos fe todavía, vamos a romper igual’”.
Empezaron el proceso y unos minutos después encontraron un caño debajo. Lo primero que pensaron fue que era imposible que se hubiera caído ahí. Se dieron cuenta que tenía tapa de los dos lados, por lo que siguieron rompiendo.
El Rabino Fada la movió y escucho ruidos como de piedritas, entonces se emocionó: “Pensé que se trataban de las piedras que trajo el Rabino Hanns Harf de la Kristallnacht, hasta que lo abrimos y nos dimos cuenta que era una cápsula del tiempo, ¿por qué? porque había dos pergaminos, monedas de la época del año 1957 y estampillas del correo postal de ese año”.

Los gritos de alegría y las lágrimas de emoción no tardaron en llegar entre los pocos presentes del hallazgo. 67 años de historia se concentraron en el desentierro de aquel testimonio profundamente significativo.
Había dos pergaminos dentro del tubo, uno en alemán y el otro en español. El mismo texto. El mensaje fue escrito por judíos que se escaparon de la persecución nazi y que encontraron en la Argentina un refugio, un lugar para poder vivir su vida judía en libertad con su propia comunidad. Fada cuenta que el contenido de los pergaminos trazó un paralelismo directo con el gran desafío que hoy enfrenta la comunidad, que se mantiene unida en un nuevo edificio con la misma convicción sobre la que ha forjado toda su historia.

“Fue un momento realmente único, no nos esperábamos esto y una de las preguntas que nos hacíamos es ¿qué nos habrán querido dejar estas personas que en ese año decidieron firmar esto y dejarlo guardado? La historia se la habrán pasado entre algunas generaciones, pero a la nuestra no llegó tanto el relato. Y de repente lo encontramos, y de alguna manera sentimos que uno es continuador de un legado. Nos dimos cuenta de que las cosas no comienzan con uno, sino que somos parte de esta historia, de esta cadena milenaria de nuestra tradición, y que la continuamos para las próximas generaciones”, expresa.
El encuentro con la piedra fundacional de la comunidad fue el cierre perfecto para la historia común creada en ese edificio. Con ese mensaje desembarcan por completo en el nuevo templo y Fada siente que es el camino correcto.
“No dejamos nada, nos llevamos toda la memoria, hoy está más viva que nunca en un nuevo edificio con los alumnos de la escuela, con la gente que participa de la comunidad. Lo que perdura no son los ladrillos, sino que son los nombres que hacen que la historia se siga manteniendo viva y le estamos dando sentido a las instituciones con la vida comunitaria que se viene haciendo”, agrega.

Como parte de este proceso y el compromiso con la memoria histórica y cultural, hay una muestra permanente en el Centro Comunitario Judaica Belgrano, que recorre los 85 años de historia de NCI-Emanu El y su Escuela Comunitaria Arlene Fern. La exposición, bajo la curaduría de Tammy Kohn, incluye objetos traídos de Alemania por los sobrevivientes de la persecución nazi, así como documentos, fotografías y artefactos que documentan la continuidad de la vida judía en Argentina.
Allí están las monedas, las estampillas, los dos pergaminos expuestos y una foto del Rabino Hanns Harf cuando estaba firmando el documento: “Entonces, tenemos la foto del Rabino con el pergamino y al lado está el pergamino con su texto para que uno lo pueda ver. De hecho, la hija de Hanns Harf no sabía que existía esto, pero en la foto se dio cuenta de que ella estaba al lado de su papá cuando estaba firmando. Ese pergamino está firmado por mucha gente, y vinieron muchos hijos y nietos que se reencontraron con la firma de sus abuelos o de sus padres que fueron fundadores que vivieron ese momento”.
AS