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miércoles, septiembre 17, 2025

“El infierno son los otros”: la frase más incómoda de Sartre y su verdadero significado

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A lo largo de su vida, Jean-Paul Sartre exploró a través de su pensamiento la libertad, la responsabilidad individual y la conciencia, ideas que plasmó en obras fundamentales como El ser y la nada (1943) y El existencialismo es un humanismo (1946). En sus exposiciones, posiblemente “El infierno son los otros” sea su frase más incómoda.

El filósofo, novelista y dramaturgo francés, una de las figuras más influyentes del siglo XX, nacido en París el 21 de junio de 1905, se convirtió en el principal exponente del existencialismo, una corriente que postula que la existencia precede a la esencia.

Y cuando habla de “El infierno son los otros», además de ser una de sus frases más célebres también es una de las más malinterpretadas. Proviene de su obra de teatro A puerta cerrada (1944) y lejos de ser una simple declaración de misantropía, la cita encapsula el concepto sartreano de la intersubjetividad.

Sartre nació en París el 21 de junio de 1905. (Foto: Archivo Clarín).Sartre nació en París el 21 de junio de 1905. (Foto: Archivo Clarín).

La frase no significa que las personas sean intrínsecamente malvadas, sino que el “infierno” reside en el modo en que la mirada ajena nos objetiva y coarta nuestra libertad. Para Sartre, nuestra percepción del yo no es puramente individual, sino que se define en gran medida por cómo nos ven los demás.

El encuentro con el otro nos expone a un juicio constante. Cuando alguien nos mira, nos percibe y nos juzga, nos convierte en un objeto, limitando nuestra libertad con sus expectativas y opiniones. Esta conciencia de ser un objeto para el otro genera una profunda angustia. El yo, que en la soledad es un proyecto de sí mismo, se ve reducido a una imagen en la mente de otro.

Esta incomodidad existencial nos lleva a menudo a caer en la “mala fe”, que para Sartre es el autoengaño de creer que no somos libres. Es el acto de modificar nuestro comportamiento para cumplir con las expectativas de los demás, renunciando así a nuestra autenticidad.

La filosofía de Jean-Paul Sartre. Imagen: GéminiLa filosofía de Jean-Paul Sartre. Imagen: Gémini

El otro como espejo y prisión

El conflicto con el otro es, en esencia, una batalla por la propia definición. En un mundo donde constantemente gestionamos nuestra imagen pública, el miedo al rechazo o la desaprobación se convierte en una prisión. La presencia de otras personas, con sus juicios implícitos, nos recuerda que nuestra existencia depende de la validación externa.

Esto puede ilustrarse en situaciones cotidianas, como en una fiesta, donde las convenciones sociales nos obligan a usar “máscaras” o a fingir un interés que no tenemos, por temor a ser excluidos o juzgados. Es en estos escenarios donde la mirada de los otros se siente como una verdadera limitación.

Sin embargo, Sartre también veía una oportunidad en la intersubjetividad. Si bien la mirada del otro puede ser un infierno, también es un espejo indispensable. La conciencia de ser visto nos impulsa a la acción y a la autoexpresión genuina.

Las conexiones reales y auténticas con personas que comparten nuestros valores e ideales pueden mitigar el aislamiento existencial y enriquecer la vida. La interacción con los demás, aunque incomode, ofrece la posibilidad de la autoexpresión y la conexión, lo que permite escapar de la soledad radical de la existencia.

Jean-Paul Sartre, en 1948, en su estudio en París. Foto: APJean-Paul Sartre, en 1948, en su estudio en París. Foto: AP

Otros conceptos clave en la filosofía de Sartre

  • Libertad y responsabilidad: para Sartre, el ser humano está “condenado a ser libre”, lo que implica que es totalmente responsable de sus elecciones y de las consecuencias de sus actos. No hay excusas ni justificaciones divinas o predeterminadas.
  • Angustia: la libertad radical genera una angustia fundamental. Al ser conscientes de que somos los únicos responsables de nuestro destino, la carga de la elección puede ser abrumadora. La angustia es la emoción que revela esta responsabilidad.
  • La nada: la nada, para Sartre, no es la ausencia total, sino una característica de la conciencia humana. Es la capacidad de trascender el presente y proyectarse hacia el futuro. El ser humano es un “ser para la nada”, un constante devenir.
  • Mala fe: es el autoengaño de la conciencia que se niega a reconocer su libertad y responsabilidad. La persona que actúa de mala fe se esconde detrás de las excusas, las convenciones sociales o el rol que le han asignado.

Redacción

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