Para homenajear a los ingenieros agrónomos de Argentina en su día, Diario RÍO NEGRO entrevistó a José «Pepe» Barría, un profesional que nació, se formó y se desarrolló en la región más austral del país. Junto a él repasamos su carrera, que dejó huellas imborrables y un profundo legado.
Vida y obra de José «Pepe» Barría en seis datos
- Nació en Bariloche el 7 de junio de 1950, y en 1975 se graduó como ingeniero agrónomo en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo).
- Lideró desde 1983 el desarrollo y operación del establecimiento “El Caldero” de Kleppe SA, en Coronel Belisle (Río Negro), iniciando un período de crecimiento y progreso tecnológico para frutales de pepita en la firma.
- En 1993, la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria le entregó el Premio Massey Ferguson por su valiosa contribución al desarrollo agrícola.
- En 1994 fue contratado por GTZ, desde donde gestionó la formación de profesionales para cambio rural y hacía reuniones con productores en parcelas demostrativas de nuevos sistemas de producción.
- En San Patricio del Chañar (Neuquén), instaló el vivero que proveyó las vides para el nacimiento del emblemático polo vitivinícola del lugar. Allí, además lideró el desarrollo de la Bodega del Fin del Mundo.
- En la década del 90, encabezó el desarrollo de una plantación de cerezas en Trelew (Chubut), y en los 2010 fue asesor en viñedos en Armenia, pertenecientes al grupo Eurnekian.
Entrevista con José «Pepe» Barría
PREGUNTA: Todo empezó en Río Negro…
RESPUESTA: Sí. Nací en Bariloche, y viví ahí hasta que terminé la secundaria. Mi siguiente destino fue Cinco Saltos, donde estudié agronomía en la UNCo. Un amigo fue a estudiar ahí y me llevó, así que elegí agronomía de casualidad, pero terminó siendo una pasión. Mi mujer, Aida Sansinanea, me acompañó en gran parte de mi carrera profesional, también era ingeniera agrónoma. Recuerdo la página central de Diario RÍO NEGRO que hicimos juntos, empezábamos a hablar de la aparición de la cereza como “el oro negro” de la fruticultura.
P: ¿Qué es lo más valioso que le dejó su carrera como agrónomo?
R: Primero, me hice una gran cantidad de amigos. Tuve oportunidad de viajar bastante, así que conocí mucha gente. Y luego, aprendí a alcanzar los objetivos. Me puse en campaña y los fui logrando de a poco. El primero de ellos fue terminar la universidad. Tenía un profesor llamado Luis Tiscornia que se fue a Brasil, y se quedaron sin personal en la cátedra de fruticultura. Me contrataron para ocupar su puesto, yo estaba en cuarto año. Después no hice carrera docente, me gustaba el campo, pero esa experiencia me ayudó a aprender un montón. Y además trabajaba en el INTA, en el área de investigación de fruticultura, porque había un convenio entre la UNCo y el INTA. Supongo que me vieron condiciones, ahí tuve muy buena práctica.
P: Una vez graduado, ¿cuál fue su siguiente paso?
R: Me contrataron de Kleppe y a los meses ya era director de la empresa, estuve a cargo del establecimiento El Caldero, la chacra de la empresa en Coronel Belisle. Era un campo de más de 4.000 hectáreas, de las cuales emparejamos 1.200 y plantamos 850. En mi paso por esa empresa, viajé a Nueva Zelanda, ahí hay un trabajo fuerte en fruticultura, era un número uno. Por esa experiencia, me dieron el premio Massey Ferguson en 1993. Sentí una emoción tremenda, sobre todo cuando fui a Buenos Aires, lo otorgaba la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria. Me dieron una medalla de oro y 5.000 dólares, que los usé para llevar a todos los capataces a Buenos Aires para ver el partido de vuelta del repechaje contra Australia, con el regreso de Maradona a la Selección.
«Me dieron una medalla de oro y 5.000 dólares, que los usé para llevar a todos los capataces a Buenos Aires para ver el partido de vuelta del repechaje contra Australia, con el regreso de Maradona a la Selección.»
José «Pepe» Barría, sobre el premio Massey Ferguson que recibió en 1993.
P: ¿Y qué vino después de ese reconocimiento?
R: Cuando recibo el premio, me preguntaron si me interesaba trabajar en la GTZ, una entidad gubernamental alemana que daba asistencia técnica y apoyo a países en desarrollo. Les dije que sí, fui el primer técnico fuera de Alemania que contrataban. Desde allá, asesoraba a los técnicos de acá, formé técnicos. Ahí conocí la fruticultura de Sudáfrica. Nosotros tenemos la desgracia y la suerte de que los dos competidores más fuertes son los chilenos y los sudafricanos, en el mismo hemisferio, con las mismas variedades. Allá las universidades tienen un rol muy importante en el sector y las empresas apoyan la formación de los técnicos. Chile tiene una fruticultura de lujo: para aprender, debemos mirar al lado y no ir muy lejos.
P: ¿Desarrolló viveros propios?
R: Cuando estaba en el INTA, hice una amistad con Tadeo Ballivian y pusimos un vivero de frutales en Cinco Saltos, que proveía a empresas de la zona. Empezamos a producir plantas de vid y vimos que es más fácil de multiplicar, así que hicimos un vivero en San Patricio del Chañar. Abastecimos a las cerca de 2.500 hectáreas de viñedos que formaron ese polo vitivinícola. Simultáneamente, dirigí el desarrollo de Bodega de Fin del Mundo, fueron más de 700 hectáreas. Cuando Eurnekian controlaba la empresa, me mandó a conocer los viñedos que tenía en Armenia, adonde volví a los seis meses porque me pusieron a cargo. Estuve siete años viajando a Armenia.
«En la región, para hacer fruticultura de primera, hay que cubrir todos los riesgos.»
José «Pepe» Barría.
P: ¿Nos puede contar de su experiencia con las cerezas?
R: Yo estaba en Las Grutas y me fue a buscar un productor de Trelew, quería una plantación intensiva, con las plantas cercanas entre sí. Me llamó al lunes siguiente y me llevó a Trelew. Estaba Carlos Maestro, el exgobernador de Chubut, porque era un proyecto estatal para desarrollar las cerezas con productores privados. A mí me contrató lo que era la Corfo (Corporación de Fomento del Chubut). Plantamos 130 hectáreas allí, y la plantación sigue productiva. En ese interín, viajé a Canadá para conocer los viveros que había ahí, tenían todas las nuevas variedades. También me llamaron de Mar del Plata para hacer plantaciones de cerezas allá, adonde estuve viajando por cuatro años.
P: Además de los viveros, ¿produjo algo más?
R: Cuando me jubilé, me dediqué a producir en Las Mutisias, la chacrita que tengo con Tadeo en Cinco Saltos. Son 10 hectáreas con frutas de carozo y cerezas. Las tenemos con riego por aspersión, con malla antigranizo, con riego por goteo… En la región, para hacer fruticultura de primera, hay que cubrir todos los riesgos.