El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), organismo clave para el desarrollo científico-tecnológico del país, fue utilizado recientemente como estacionamiento oficial durante el festival Quilmes Rock, realizado en el predio de Tecnópolis. Esta decisión, impulsada por el Gobierno nacional, generó un fuerte repudio en distintos sectores vinculados a la ciencia y la tecnología, que ven en este hecho una nueva señal del vaciamiento de las instituciones públicas.
La medida permitió que autos particulares estacionaran en el predio del INTI, ubicado sobre la colectora norte de la Av. General Paz, a un costo de 25 mil pesos por vehículo. Según la organización del evento, también se habilitaron espacios similares en el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF) y el Parque Sarmiento, con precios aún más elevados.
Lo alarmante no es solo el uso comercial de terrenos destinados a la investigación y el desarrollo, sino el contexto en el que ocurre: el INTI atraviesa un proceso de desfinanciamiento, con despidos, cierre de sedes provinciales y parálisis de proyectos estratégicos. Mientras sus trabajadores denuncian la falta de presupuesto y herramientas básicas, el Gobierno habilita sus instalaciones para actividades ajenas a su misión fundacional.
Este episodio no es menor. La cesión de espacios públicos para eventos privados sin información clara sobre el destino de los fondos recaudados, ni garantías sobre la reinversión en el propio organismo, refleja una lógica de gestión que prioriza el rédito económico inmediato por sobre el fortalecimiento de la soberanía tecnológica y el desarrollo productivo.
Convertir al INTI en un estacionamiento no es solo una falta de respeto a sus trabajadores y a la comunidad científica: es una muestra concreta de hacia dónde se dirige el modelo de país que se está construyendo.