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domingo, septiembre 7, 2025

El maíz en la Patagonia tiene los mayores rindes de Argentina

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La complejidad de los mercados y el grado de avance de las técnicas de producción exigen que el productor ganadero esté preparado para procesar la multiplicidad de información que recibe y redirigirla a la generación de bienes con alto valor agregado al menor costo posible. Es decir, ser verdaderamente eficiente. En la actualidad parte de la eficiencia pasa por producir un gran volumen de forraje de calidad en espacios cada vez más reducidos.

Es necesario poner a disposición de los productores métodos y materiales vegetales que permitan la producción de carne y leche de calidad, respondiendo a la demanda de los consumidores y, además, que sean capaces de generar una reducción en los costos productivos y ambientales.

Frente a esta realidad nos encontramos a medio camino en el empleo de la tecnología que demanda el ensilaje de maíz. Lamentablemente, este sistema productivo presenta grandes pérdidas, algunas solucionables con inversiones mínimas. En promedio, alcanza el 25 % del silaje producido en el proceso de extracción hasta que el producto llega a la boca del animal. Un sistema de autoconsumo mal aplicado o una distribución inadecuada son las razones más comunes. Las pérdidas que genera esta ineficiencia son similares al costo de cosecha y embolsado del forraje.

25%
Porcentaje del silaje de maíz que se pierde en el proceso de extracción hasta que llega a la boca del animal.

Si bien la incidencia es menor, no por ello debemos ignorar la utilización frecuente de híbridos menos aptos para este destino. De acuerdo con encuestas realizadas, surge que gran parte de los productores eligen híbridos para silaje tomando como principales características al volumen total de planta y su rendimiento en grano. Muchas veces el costo de la semilla también gravita en la decisión. Además, se pudo observar que no cuenta con suficiente información por parte de las empresas semilleras y carece de elementos que le permitan evaluar la calidad de los materiales. Por lo tanto, es frecuente que reduzca costos de producción utilizando semilla barata, (léase híbridos de bajo costo, o “carry-over”), asumiendo que no existe diferencia entre ellos. Como consecuencia, no justificaría realizar inversiones en genética.

El valor nutricional del silaje está determinado por su capacidad de producción animal, es decir por la eficiencia de la conversión del forraje en producto animal. Esta conversión está condicionada por la digestibilidad del forraje, por la cantidad que puede consumir el animal y por la eficiencia de su utilización. Tales factores están interrelacionados y todos a su vez están condicionados por las características del animal y de la planta.

La digestibilidad, el rendimiento en materia seca y la aceptación por parte del ganado son los principales objetivos, en ese orden, que se deben tener en cuenta en la elección de un híbrido forrajero.

La digestibilidad, el rendimiento en materia seca y la aceptación por parte del ganado son los principales objetivos, en ese orden, que se deben tener en cuenta en la elección de un híbrido forrajero. Si se analizan las últimas 10 campañas agrícolas es notoria la irregularidad de los rendimientos, con valores estancados. Tuvieron fuerte incidencia las sequías cíclicas, las plagas y la elevada presión impositiva, entre los más importantes. Si se pretende elevar la producción existen tres factores fundamentales a considerar, con una respuesta inmediata: incrementar rendimientos por unidad de superficie, incrementar el área sembrada, y ambos simultáneos.

La necesidad de incrementar rindes


La agricultura argentina se lleva a cabo basada en una excesiva extracción de nutrientes con muy baja reposición con graves consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Si bien se avanzó en genética, controles de plagas y enfermedades y en el manejo de las labranzas, los mapas de suelo/fertilidad muestran un deterioro progresivo, agravándose año tras año.

El uso de fertilizantes, no solo para reponer lo que se extrae sino alcanzar niveles adecuados de nutrientes, repercutiría en un fuerte incremento de los rendimientos, acompañado por una mejora de la salud de los suelos. Es fundamental contar con una ley de fertilizantes que respalde la reparación de los millones de hectáreas de nuestras zonas agrícolas.

La Patagonia, la llave para aumentar la superficie con maíz en Argentina


La información sobre zonas agrícolas por parte de organismos públicos y privados recorre nuestro país desde el norte, Salta y Jujuy hasta el sur, la rivera norte del río Colorado, y Buenos Aires al este hasta San Luis y La Pampa al oeste. Se asume que no existe más superficie agrícola que permita incrementar el área productiva, salvo la desforestación de zonas muy sensibles a la degradación, como el monte chaqueño, la zona de Yungas o la selva misionera.

De acuerdo con nuestros resultados, sumados a los generados por diversas instituciones existe, aunque ignorada por los mapas productivos, una región que podría aportar más de un millón de hectáreas a la superficie productiva argentina. Las provincias de Río Negro, Chubut y Neuquén, junto a la zona centro sur de Mendoza, tienen los mayores rindes maiceros del país. Sus principales argumentos son el clima, la posibilidad que genera el riego y la carencia de plagas y enfermedades gravitantes.

Luis Bertoia, de Maizar, en Río Negro, con un híbrido de maíz granífero y uno silero.
Luis Bertoia, de Maizar, en Río Negro, con un híbrido de maíz granífero y uno silero.

La duración del día durante el ciclo del cultivo, la elevada cantidad de radiación recibida, la posibilidad de regar en función de sus requerimientos, la calidad y cantidad de agua disponible sustentan esta macro región recorrida por los ríos Atuel en el norte, Neuquén, Limay y Negro en la zona central, y Chubut en el sur.

Si bien toda esa superficie potencial no se dedicaría solamente a la actividad agrícola-ganadera, los resultados muestran que una hectárea de maíz bajo riego equivale a la producción generada por más de dos hectáreas en las mejores zonas maiceras de secano.

Una hectárea de maíz bajo riego equivale a la producción generada por más de dos hectáreas en las mejores zonas maiceras de secano.

Los extraordinarios rendimientos que puede alcanzar el maíz en Patagonia, su relación indisoluble con la ganadería a través de la producción de grano y silaje de planta entera, y la posibilidad de superar ese millón de hectáreas, marcan que ahora la mirada debe estar puesta en el sur. Se suma la posibilidad de incluir cultivos tales como el ajo y la cebolla en una misma campaña o en rotaciones.

Existen factores limitantes, ineficiencias en el manejo del agua, adecuación de suelos post nivelación, políticas nacionales y provinciales pendulares, alto costo de los fletes, capacitación de los productores, que permitirían desarrollar y promocionar la región. Argentina posee nombres que la referencian ante el mundo: la palabra «Patagonia» y/o sus derivados servirían excelentemente como sustento para un marketing exitoso. Los registros de denominación de origen todavía están esperando. Como valor agregado, la presencia de la barrera zoosanitaria a partir del río Colorado permitió que países como Japón, con exigencias sanitarias máximas a nivel mundial, autoricen la exportación de todo tipo de carnes sin restricciones.

Por lo tanto, todo este análisis muestra que es posible romper el estancamiento productivo. Solo falta que las partes se involucren.

(*) Ing. Agr. Luis Bertoia (MSc., Dr.) – Comisión de Forrajes MAIZAR

Redacción

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