Obras originales destruidas por el fuego o por decisión de coleccionistas, obras robadas por los nazis, el supuesto descubrimiento de una obra de Picasso pintada sobre una de su autoría, certificados falsos, denuncias de fraudes, guerras intrafamiliares; forman también parte de la historia del apabullante universo creativo del pintor Joaquín Torres García (1874-1949), el hombre que dibujó e imaginó una “América invertida” y es uno de los latinoamericanos más cotizados en el fluctuante mercado del arte.
El artista, que nació y murió en Uruguay, residió largo tiempo en Estados Unidos, Francia, y España, países que definieron su vida y su obra. Marcó con características propias todos los géneros: pinturas, esculturas, dibujos, libros, objetos decorativos, monumentos, frescos y murales. Considerado uno de los padres de las vanguardias del siglo XX, fue el creador del Universalismo Constructivo y fundó el mítico Taller Torres García.
El dos veces presidente del Uruguay, Julio María Sanguinetti, reconoce en su libro recién publicado, Memorias de una pasión. Una vida junto al arte y los artistas, “…si en Nueva York o París hubiera existido algo parecido, se ubicaría entre las corrientes más importantes de la historia del arte universal”.
Obras suyas están hoy en importantes colecciones privadas y en museos como el MoMA, el Fine Arts de Houston, el Metropolitan, el Reina Sofía, y el Malba, entre otros. Actualmente, el Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina exhibe hasta marzo una excelente muestra.
En Buenos Aires, sin y con la hoz y el martillo
En Argentina, el Museo Nacional de Bellas Artes exhibe hasta marzo Joaquín Torres García. Ensayo y convicción, excepcionalmente curada por María Cristina Rossi, que muestra pinturas, dibujos, juguetes, libros caligráficos y escritos. Entre las obras expuestas aparece una que sufrió censura por parte de algunos de sus herederos en un momento conflictivo de la historia uruguaya.
Sin filiación política alguna, el artista pintó la obra «Constructivo 7a Sinfonía Shostakóvich” (1943) en memoria de los hombres que combatieron para evitar la toma de Leningrado. En ella aparecen las inscripciones “Leningrado” y “URSS” y símbolos como la estrella roja, la hoz y el martillo que fueron tapados y luego vueltos a destapar. El montaje de la curadora argentina, que incluye un libro con las imágenes tapadas, permite ver el antes y el después.
Compradas, censuradas, borradas
Obras, en diferentes formatos, de Torres García, fueron censuradas y/o borradas en diferentes ocasiones.
Dos de los casos representativos tuvieron lugar en Barcelona. Desde los murales del encargo para decorar el Palacio de la Mancomunitat –hoy Generalitat– de los que solo pudo terminar “La Cataluña eterna”, “La edad de oro de la humanidad”, “Las artes” y “Lo temporal no es más que símbolo”, que fueron tapados, hasta la historia peculiar, de la que dan cuenta diferentes artículos, sobre dos obras de Joaquín Torres García fechadas en la década de 1930 que fueron borradas por un coleccionista con el fin de recuperar otras pinturas anteriores del propio artista uruguayo que se transparentaban. Gran copa constructiva (1935) y Composición con hombre y reloj (1939) fueron exhibidas como tal en los años 2002 y 2003.
Las obras tapadas también fueron mostradas posteriormente con otros nombres. Gran copa constructiva desapareció, pero mantuvo la fecha y la firma original que no aparecía en la pintura revelada, hecha en la década del 20. Estas obras aparecen en el catálogo razonado www.torresgarcia.com, donde dice que fueron destruidas por su propietario al descubrir que no eran de Torres García.
Robado por los nazis
En una foto icónica, que muestra obras de arte robadas por los nazis en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, junto a un Fernand Léger y un Picasso, hay una obra de Torres García. Se desconoce su paradero. Puede verse también con el número 1931.97 en el catálogo razonado de Torres García.
En el año 2008, en Jerusalén, Israel, tuvo lugar la exposición Buscando a sus dueños, Custodia, Investigación y restitución de arte robado en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Entre las 53 obras que se exhibieron, cuyos propietarios podrían recuperarlas mediante la presentación de pruebas, había un óleo sobre madera realizado en 1931 de Torres García. Aún nadie lo reclamó.
Torres García y Picasso
«No es todo oro lo que reluce, y entre su obra hay mucho de medio oro y mucho de inspirado y mucho de monstruoso. Es un prodigioso arlequín que, bajo los mil retazos de todos, desaparece. ¿Dónde está Picasso?», escribe en 1936 Torres García.
Pocos años después lo menciona en su Historia de mi vida (1939) y en Picasso, vu par un peintre (Picasso, visto por un pintor, circa 1931-1936), un libro que nunca dio a conocer públicamente ante el rechazo de Picasso y del editor.
Son muchas las historias que circulan alrededor de la amistad entre ambos artistas. Una de ellas dice que Torres García dejó al cuidado de Picasso seis de sus pinturas y este luego le devolvió solo tres. Esta supuesta entrega alimentó durante mucho tiempo la controvertida aparición de una obra de Torres García debajo de otra, pintada por Picasso, con el nombre de La Misereuse Accroupie (La pobreza agazapada).
Récord en Sotheby’s y una denuncia de obra falsa
Torres García es uno de los latinoamericanos cuya obra ha sobrepasado el millón de dólares en subasta.
En mayo de 2007, «Composición», de 1932, una obra de Torres García, fue vendida en la casa de subastas Sotheby’s por el precio récord de USD 1.272.000. Mientras esto ocurría, un coleccionista y numismático ecuatoriano denunció que era falsa. Una historia enrevesada y escandalosa que implicó a Interpol, embajadas y juzgados y que, supuestamente, partió de la negación de un certificado de autenticidad por parte de la familia de Torres García sobre otras obras en propiedad del denunciante. El cuadro se subastó y siguió su ruta en el mercado del arte. El denunciante fue preso.
El escándalo, lejos de hacer bajar los precios de la obra de Torres García, los subió. En 2019, también en la casa Sotheby’s, «Construcción en blanco», pintado por Torres García en París en 1931, considerada una de sus obras más complejas, grandes y significativas, que era propiedad de su discípulo Gonzalo Fonseca, alcanzó el precio de 3,4 millones de dólares.
Más de 70 obras quemadas
En 1978, un incendio en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro provocó una de las mayores catástrofes en la historia del arte latinoamericano. Colecciones completas fueron destruidas, entre ellas una gran cantidad de obras de Torres García que se encontraban en la institución. Una historia de desprolijidades evitables que incluye países y funcionarios caracteriza esta pérdida, que dejó la sensación en el mercado del arte de que la obra del maestro Joaquín Torres García había pasado a ser una rareza.
La lista incluye siete grandes murales pintados por Torres García para el hospital Saint Bois, casi medio centenar de cuadros constructivos, junto a esculturas en madera, juguetes y objetos. Años después apareció, por casualidad, en un depósito de materiales del Museo de Artes Visuales en Montevideo, una caja con restos parciales de obras, entre ellos fragmentos de tres murales del Saint Bois junto con trozos de carbón y tela quemada. Un cartel avisaba de su procedencia: habían sido enviados desde Río de Janeiro después del incendio.
Las obras quemadas formaron parte de una exposición anterior, hecha en 1975 en el Museo de Arte Moderno de París, cuyo catálogo permitió que no desaparecieran del todo. Hoy pueden verse en el libro Joaquín Torres-García. Obras Destruidas en el Incendio del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (Primera edición única de 1000 ejemplares numerados, tapa dura), Fundación Torres-García, 1981, Joaquín Torres-García / Jacques Lassaigne, y en el Catálogo razonado Joaquín Torres-García.
Hay una relación con el fuego, repetitiva, alrededor de Torres García. En 1925, mientras vivía en Francia, sufrió el incendio del depósito de juguetes de su empresa, la Aladdin Toy Co., en Nueva York, perdiéndolo todo. Los juguetes fueron una forma de sostén económico para Torres García y, en muchos casos, precedieron a la creación de obras de mayor formato.
Durante la Guerra Civil Española se quemaron los murales de la iglesia de San Agustín de Barcelona en los que había trabajado Torres García.
En Buenos Aires, otro siniestro, esta vez sin daños a la obra aunque obligó a evacuar el edificio, se produjo durante la inauguración, en 2007, de la muestra Ala-ddin, juguetes transformables, de Joaquín Torres García, en el Museo de Arte Latinoamericano (Malba), curada por sus bisnietos Jimena Perera y Alejandro Díaz.
Falsificado
Las obras de todos los grandes maestros son propensas a maniobras turbias. Torres García fue un artista prolífico que no siempre firmaba su obra, la fechaba o titulaba. Para algunos es fácil falsificar un Torres García; para otros, es imposible. Lo cierto es que, al googlear “Torres García falsificaciones”, aparecen diferentes casos.
Desde la afirmación de una galerista y restauradora, que prefirió el anonimato, quien en el diario uruguayo El País dijo: “Que hay cuadros falsos de Torres es cierto, en la colección Costantini (Malba, Buenos Aires) hay o hubo un Torres falso”, hasta todo el escándalo que se suscitó con la venta de una de las obras récord en subasta de arte latinoamericano en Sotheby’s.
Un hecho que contó con el beneplácito de la familia fue el trabajo del pintor uruguayo Pablo Uribe, quien contrató a un falsificador de Torres García como parte de un proyecto conceptual que devino en muestra. «Doble de riesgo», 2018. Dos pinturas comisionadas a un falsificador. Óleo sobre tela de 61 x 50, fueron vendidas a inicios de 2024 y están en una colección particular.
Uribe “se ha dedicado sistemáticamente a una reflexión crítica de todos los oficios, los roles, los sobreentendidos y complicidades que instalan una obra de arte en un museo, sostienen su valor y atraen (en el mejor de los casos) la atención”, afirma la historiadora del arte Laura Malosetti Costa.
Los herederos o legatarios de un gran artista suelen estar en un lugar difícil, más si trabajan con ese patrimonio. Ese es el caso de la galerista Cristina de Torres, nuera del pintor y creadora desde Nueva York del catálogo razonado online de consulta gratuita: https://www.torresgarcia.com/, y de Alejandro Díaz, su bisnieto y director del Museo Torres García en Montevideo.
Un catálogo razonado
En un intercambio de email, Cecilia de Torres responde.
–¿Quiénes son los que hoy autentifican una obra de Torres García?
–El Catálogo Razonado Joaquín Torres-García es una forma de autenticación.
–¿Qué contiene el catálogo razonado?
–Este proyecto lo lancé yo hace décadas; empecé juntando material sobre las obras y con la disponibilidad de internet y la posibilidad de publicar en línea, el catálogo razonado de la obra de Torres-García. Se presentó al público en 2015. www.torresgarcia.com es gratuito, solo hay que registrarse. La digitalización permite hacer cambios en los datos si surge nueva información, además de agregar nuevas obras que van apareciendo, además de actualizar la lista de exposiciones y publicaciones. Ahora estamos en el proceso de incorporar la obra gráfica y dibujos.
“En la catalogación se presentan varios aspectos de cada pieza: las características visuales, imagen, técnica, medidas y fecha de ejecución. Se continúa indicando de dónde proviene la obra, los sucesivos coleccionistas y el actual paradero, además de exposiciones y publicaciones donde estuvo. Hay casos, sin embargo, en que existe la imagen de una obra, pero se perdió el rastro y se desconoce su actual paradero, o viceversa: existen referencias a una obra, pero no se tomó una foto o no se encuentra la imagen. Por eso, hay varias obras que no tienen imagen, pero se sabe que existieron”.
–¿Qué hacen si les llegan noticias de una obra falsificada? ¿Por ejemplo, el famoso caso del ecuatoriano que denunció la obra vendida en Sotheby’s en el 2007 por el precio récord de USD 1.272.000 como falsa…?
–Ese fue un caso lamentable porque ese hombre, en retribución a que se le negó el certificado de autenticidad de una pintura que él presentó y que era grotescamente falsa, logró iniciar un pleito contra el Museo Torres-García, contra mí y otras personas allegadas al museo, y tuvimos que defendernos. Fue una pérdida de tiempo y dinero. El hombre, que falleció hace años, perdió el pleito. Sin embargo, logró llamar la atención porque la prensa, que debió haberse informado mejor, al entrevistarlo y comunicar sus falsedades, le otorgó credibilidad, lo que le dio la oportunidad de insultar y rebajar a personas dedicadas honestamente a preservar el acervo cultural de un artista. Si hubieran investigado un poco, hubieran descubierto que era un conocido estafador que vendía artículos de coleccionismo de deporte falsos.
Nos llega casi semanalmente un correo electrónico con fotos de obras falsas. Si la persona pide un certificado, se le envía un documento que debe firmar en el que se compromete a no poner un pleito si el resultado del estudio es negativo.
–Durante mucho tiempo se dijo que la obra de Pablo Picasso «La Misereuse Accroupie» (La pobreza agazapada) escondía una pintura de un paisaje que habría sido realizada por Joaquín Torres-García. ¿Sabes de algún otro caso en el que pinturas de TG hayan aparecido debajo de otras de otros pintores?
–La pintura de Picasso que nombras data de 1902, cuando el artista estaba en Barcelona, y si bien no eran amigos íntimos, Torres-García y Picasso se conocían, porque frecuentaban el mismo grupo de pintores e intelectuales que se reunían en el Café Los Cuatro Gatos. En esa época, Torres pintó el mismo templo que está inspirado en el del parque del Laberinto de Horta, que aparece en el paisaje que Picasso pintó por arriba. Por eso, inicialmente pensaron que la pintura era obra de Torres, pero luego descartaron la atribución, que era equivocada, y el verdadero autor se desconoce.
“En la colección del Metropolitan Museum en Nueva York hay un retrato de una joven, pintado en 1903 también por Picasso. Cuando lo pasaron por los rayos X descubrieron que Picasso la había pintado sobre un paisaje firmado “González” y dedicado a “J. Torres”. Puede ser que el pintor fuera Joan González, hermano mayor de Julio, el famoso escultor. Los dos fueron muy amigos de Torres-García y también de Picasso. ¿Quién sabe dónde Picasso encontró la tela, pero, conociendo su súper ego, seguramente decidió que no valía la pena conservarla.”
La memoria en Uruguay
En Montevideo, Alejandro Díaz, bisnieto del pintor, es el director del Museo Torres García, uno de los lugares que no solo mantiene viva la obra del pintor, sino que trabaja en sus diferentes facetas, algunas no tan conocidas.
Díaz es uno de los artífices de la excelente exposición en 2024, Clásico-Moderno-Universal, con motivo del 150 aniversario del nacimiento del artista uruguayo y es el protagonista de un documental en el que sigue las huellas de su bisabuelo por Cataluña, Nueva York, Río de Janeiro, en el que también aparece la reconstrucción del fragmento que se salvó del mural Pax in lucem, quemado en el incendio de Río de Janeiro, que da título al documental.
–Hay muchas historias vinculadas con la certificación y las falsificaciones de obras de arte que son apasionantes, salvo para los que estamos viviéndolas, que a veces son bastante como una pesadilla. Cuando uno intenta evitar que se cuelen obras falsas en el legado de un artista, no está defendiendo un valor económico, porque una obra más o menos de Torres-García no va a hacer que los precios de los Torres-García suban o bajen. Y una falsificación es una adulteración de la historia. Ha ido gente presa y no es grato, pero hay que dar un mensaje consistente también. Nosotros con Torres nos lo tomamos muy en serio.
“Las obras de Torres son muy difíciles de falsificar. Para falsificar un cuadro de Torres hay que ser un gran pintor. Hay que decir que más allá de los expertos que autentican, también hay un mercado y hay una comunidad, coleccionistas, galeristas, rematadores, que conocen a Torres García. Todos, de alguna manera, hacen fuerza para mantener intacto el legado en cuanto a que no se introduzcan obras falsas en ese legado. Más allá de que, por ejemplo, alguien haga un certificado porque le pareció que la obra era, después, si esa especie de comunidad que hay, no cree en el valor de esa obra, no va a tener un valor de mercado. Entonces no es tan fácil como a veces yo veo que hay quienes dicen: “Me hacen el certificado y ya está”.
“Específicamente, quiénes integran todo ese proceso de certificación es algo que no decimos, porque siempre lo hemos mantenido en reserva por cuestiones de confidencialidad, incluso de seguridad. El tema de la certificación de obras es un tema complicado que puede generar problemas, entonces hay como muchos detalles que lo mejor es mantenerlos en reserva.
Hoy, quien quiera certificar una obra de Torres García se debe dirigir a torresgarcia.com, que es el catálogo razonado, ese es el portal que recibe las solicitudes para las certificaciones de obras. Y si la obra se certifica, se ingresa en ese catálogo razonado que está en línea y que lo puede consultar cualquiera.
–¿Qué determina el valor de la obra de Torres García?
–Una obra de arte requiere ser aceptada por la comunidad artística y de mercado, de galeristas, de coleccionistas, de todo esto que te mencionaba. Incluso, ese mercado es el que determina el precio, o sea, tú podés tener una obra auténtica, que es totalmente auténtica, pero bueno, los valores varían mucho según características de la obra, como el año, el estilo, etcétera, y también la propia calidad plástica, porque ningún artista tiene una calidad pareja a lo largo de toda su obra.
“La obra de Torres García no puede más que ser cada vez más vigente. Las ideas de Torres son muy contemporáneas. Torres trata de contestar a preguntas y a problemas que todavía nadie se hacía en esa época y a temas que tal vez nadie se haga hoy en día. Entonces no es un arte o una concepción del arte del mundo pasado y que ya la hemos digerido. El legado de Torres García está en constante proceso de ser asimilado, de ser mirado de otras maneras, de tomar nuestras nuevas perspectivas. No solamente es objeto, sino que también es sujeto de la historia del arte, sujeto hablante y pensante, con una mirada muchas veces muy transgresora, incluso para los cánones actuales”.