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El Museo Nacional de Bellas Artes desata la pasión por Egipto con una muestra memorable que nadie quiere perderse

“Al aparecer Tut-Ank-Amon/ Hizo entre las damas sensación/ Que hasta la moda toma con soda/ Al pobre faraón”, canta Carlitos este foxtrot inspirado por el hallazgo de la tumba real. La voz inconfundible del morocho del Abasto se escucha desde los auriculares que esperan despertar la curiosidad de los visitantes que se abren paso en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra Ciencia y fantasía. Egiptología y egiptofilia en la Argentina, curada por dos historiadores eruditos, José Emilio Burucúa y Sergio Baur (fue embajador en Egipto), que refleja el interés histórico y artístico que esta antigua civilización despertó en la cultura de nuestro país.

«Ciencia y fantasía. Egiptología egiptofilia en Argentina» en el Museo Nacional Bellas Artes. Foto: Mariana Nedelcu.

“La inauguración de esta extraordinaria muestra coincide con un interés global por el legado cultural de esta antigua civilización, que se evidencia en la reciente apertura del impactante Gran Museo Egipcio en El Cairo o en la exposición Egipto divino del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York”, asegura Andrés Duprat, el director del Bellas Artes.

La perdurable pasión por el Antiguo Egipto se hace eco en el mundo. Con sus jeroglíficos, pirámides y misterios, la tierra de los faraones fascina a niños, jóvenes y adultos por igual. Sólo basta recorrer la extensa fila sobre la avenida del Libertador que espera ansiosa el ingreso al edificio que también cobija a Van Gogh, Toulouse Lautrec, Carlos Alonso, Gauguin, Forner, Bertolé, Rodin.

Rápidamente el público se dirige al pabellón con la ilusión de descubrir aquel mágico universo que fascinó por igual a intelectuales, artistas y científicos argentinos (figuras como Dardo Rocha, Lucio V. Mansilla, Oliverio Girondo, Xul Solar, Manuel Mujica Láinez o Jorge Luis Borges, entre otros), quienes incorporaron imágenes y símbolos de esta civilización en sus creaciones. En el presente, artistas contemporáneos como Eduardo Costa y Karina El Azem resignifican ese legado desde lenguajes actuales.

Una gigantografía que integra el valioso archivo documental y fotográfico reunido por los coleccionistas y protagonistas del círculo cultural porteño Alfredo González Garaño y Marieta Ayerza, hoy resguardado en la Academia Nacional de Bellas Artes, da la bienvenida a la muestra, que cuenta con el auspicio de Clarín, e invita a ser parte del recorrido que testimonia una temprana fascinación argentina por la civilización faraónica.

“El conjunto de fotografías y documentos que da inicio al recorrido corresponde al viaje que el matrimonio emprendió entre enero y abril de 1926, durante el cual remontaron el Nilo desde El Cairo hasta Abu Simbel –señalan los curadores de la exhibición–. La travesía de Garaño y Ayerza se inserta en una prolongada tradición de viajeros argentinos y rioplatenses que, desde el siglo XIX, exploraron Egipto con inquietudes científicas, filosóficas y estéticas”.

«Ciencia y fantasía. Egiptología egiptofilia en Argentina» en el Museo Nacional Bellas Artes. Foto: Mariana Nedelcu.

Cerquita de Carlos Gardel está Nini Marshall, la icónica comediante argentina que parodió los grandes temas faraónicos en su película Cleopatra era Cándida, donde el Egipto clásico se confundía con la picardía porteña. Hay quienes se muestran desorientados ante la presencia de Niní, Gardel, Johnny Tedesco que cantaba en el film de Marshall: “Ay, Cleopatra, me vuelves loco con tus tonterías”, los programas del Teatro Colón que con

Aída, abrió sus puertas en 1908 y, la ópera de Verdi, una historia de amor y traición ambientada en el Antiguo Egipto.

Diálogo entre pasado y presente

Pero poco a poco comienzan a cruzar el puente y descubrir el camino trazado entre el sur del continente americano aquel Egipto que ya había fascinado al griego Herodoto al descubrir el país del Nilo y el ensayo fotográfico de Facundo de Zuviría dedicado a la arquitectura porteña refleja pirámides, obeliscos y otras construcciones. “En diálogo entre pasado y presente, entre el legado milenario del Nilo, y la mirada curiosa y creadora de nuestra propia historia”, destacan Baur y Burucúa.

«Ciencia y fantasía. Egiptología egiptofilia en Argentina» en el Museo Nacional Bellas Artes. Foto: Mariana Nedelcu.

Las cámaras de los celulares registran cada detalle de Ciencia y fantasía. Egiptología y egiptofilia en la Argentina, una muestra “instagrameable”. La réplica del busto de Nefertiti, reina de Tebas, gana adeptos. Fotos de frente, de perfil al busto que, junto a la máscara de su hijo Tutankamón es considerada la pieza de arte egipcio más icónica.

Nefertiti, además de ser considerada una de las mujeres más bellas, jugó un papel político fundamental durante su reinado. Rápidamente las exclamaciones que generan las 24 cartas de Tarot de Xul Solar desvían la atención hacia el vidriado que resguarda las imágenes en las que conviven Anubis, Osiris y otras figuras faraónicas e incorpora pirámides, esfinges y divinidades híbridas en acuarelas y tinta sobre cartulina (1954).

“Los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en el Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las columnas de piedra que rodean el patio central», escribió Borges en «El Aleph». Allí se lo ve a Borges que observa el busto de Nefertiti, en una foto reproducida a gran escala. También están aquellos textos que develan la influencia de Egipto en sus obras –desde «El Aleph» hasta «Atlas», firmado en conjunto con María Kodama tras su viaje de 1984– y la lectura del Libro de los Muertos que integraba su biblioteca personal.

Muy cerca, un sarcófago de madera es rodeado por los visitantes. Los miembros de seguridad piden por favor que las fotos no sean tomadas desde arriba. Todos quieren registrar el rostro de ese ataúd egipcio de la momia Herwodj, representado como el dios Osiris, que data del período tardío y que pertenece al Museo de Ciencias Naturales de La Plata, una de las joyas históricas de ese acervo y vinculada a las donaciones fundacionales realizadas en tiempos de Dardo Rocha, quien lo adquirió en el Museo de Bulaq, en el Cairo.

Los más chicos lo estudian de pies a cabeza hasta que una momia los seduce por completo. Momia “defectuosa” se lee en el texto y aclara que es llamada “paquete funerario”. Las características de esta momia, de la que no se conocen otros ejemplos, la acerca a las personas ahogadas o muertas violentamente en el río Nilo cuyos cuerpos eran recuperados, momificados a costa de la ciudad donde habían sido descubiertos y venerados como divinidades.

A su alrededor, amuletos, estatuillas y ushebtis provenientes de distintas colecciones que revelan cómo la arqueología del Nilo llegó a Argentina a lo largo de más de un siglo. Vasos canopos de alabastro, entre ellos se destaca una Vasija funeraria de más de 4500 años, Tercera Dinastía, hallada en la pirámide escalonada de Zoser que el presidente Gamal Abdel Nasser le obsequió a su par argentino, Arturo Frondizi, quien luego lo cedió al Bellas Artes.

En nuestro país la egiptología tiene un pionero: Abraham Rosenvasser. Su pasión por la historia antigua lo llevó a embarcarse en los años 60 en una misión franco-argentina para salvar tesoros arqueológicos que iban a ser destruidos por la construcción de una represa sobre el río Nilo. Rosenvasser también alentó la creación del Centro de Estudios Orientales de la UBA, hoy rebautizado con su nombre.

«Ciencia y fantasía. Egiptología egiptofilia en Argentina» en el Museo Nacional Bellas Artes. Foto: Mariana Nedelcu.

Una de las piezas más significativas de la exhibición, según los curadores, es el Papiro Buenos Aires. «El Cuento de Sinuhé», un poema escrito en verso, es uno de los textos más antiguos que se conoce. Abraham Rosenvasser hizo una traducción de la obra que aún hoy sigue siendo un objeto muy estudiado por los investigadores.

Quienes intentan explicar la fascinación por el Antiguo Egipto sostienen que se trata de una cultura que está llena de enigmas ya sea desde su complejo sistema de escritura, hasta las enormes construcciones que han despertado las más insólitas teorías respecto a su creación. Los grandes faraones y la conservación de los cuerpos para la vida eterna alimentaron la curiosidad no sólo de los historiadores sino de los hombres y mujeres que tejieron relatos de los más diversos. Quizá por ello las maravillas arqueológicas del Antiguo Egipto están siempre presente en las noticias.

El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York inauguró el pasado 12 de octubre Divino Egipto, una suntuosa exploración de cómo los antiguos egipcios representaban a sus dioses. A principios de noviembre, cerca de las pirámides de Guiza, abrió sus puertas el Gran Museo Egipcio, un complejo de 24.000 metros cuadrados que en su interior se exhiben más de 100.000 reliquias históricas y cuya máxima atracción es el tesoro Tutankamón que reúne más de 5000 objetos reunidos por primera vez en una muestra.

El hallazgo de la Tumba de Tutankamón en noviembre de 1922 no sólo revolucionó la ciencia arqueológica. También desató una auténtica “tutankamanía” en el mundo occidental. El británico Howard Carter encontró el lugar donde descansaba el faraón niño. Desde aquel entonces se generó un fenómeno cultural: revistas, exhibiciones y películas difundieron la imagen del soberano. También el misterio se replicó en diversas historias cuando se conoció la “maldición del faraón”, alimentada tras la muerte repentina de Lord Carnarvon.

Cuatro años después de aquel descubrimiento Alfredo González Garaño y Marietta Ayerza viajaron a Egipto y buena parte de las imágenes y documentos que se exhiben en el Bellas Artes. El matrimonio se preparó para el viaje y estudió a los grandes egiptólogos de la época.

«Ciencia y fantasía. Egiptología egiptofilia en Argentina» en el Museo Nacional Bellas Artes. Foto: Mariana Nedelcu.

“Esos signos tan extraños no hay cristiano que lo lea”, dice la ilustración publicada en Caras y Caretas el 3 de mayo de 1924 con el título «El Tutankamón criollo», de la colección de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Escritura jeroglífica

La posibilidad de comprender la escritura jeroglífica, tras el descubrimiento de la Piedra de la Rosetta en 1799, por las tropas de Napoleón, provocó una auténtica fiebre entre arqueólogos e historiadores en todo el mundo. En el Bellas Artes se exhibe una serie de calcos: entre ellos, el calco del Zodíaco de Dendera, un bajorrelieve esculpido en una cámara en el templo de Hathor y cuyo original está en el Louvre y el calco de la Piedra de la Rosetta. Del erudito francés Jean-François Champollion, el hombre que logró descifrar la escritura perdida de una de las civilizaciones más importantes de la historia, se expone Grammaire égyptienne, una obra póstuma de Champollion, publicada en Francia en 1836 y que es parte de la colección de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras.

“Mamá, mamá hay un libro que fue de Belgrano”, le dice una nena de 10 años a la mujer que con lupa en mano intentaba observar los detalles de los pequeños amuletos. Se trata de Anales de Egipto, del historiador turco Salih Gelil. Obra traducida al español en 1678, que Manuel Belgrano compró en Madrid y donó a la Biblioteca Pública de Buenos Aires.

«Ciencia y fantasía. Egiptología egiptofilia en Argentina» en el Museo Nacional Bellas Artes. Foto: Mariana Nedelcu.

“El nilo –sin cocodrilos– ¡pero eso sí! con inglesas hambrientas de exotismo y de sol con sonrisas letárgicas que nos consuelan de la ausencia de ese anfibio de talabartería (…) Los camellos se perfilan en el horizonte y hay en la cadencia de su paso una tranquilidad tan grande que algo de beatífico nos penetra. Plena satisfacción de sentirse vivir tanto que ya nos parece que no es vida”, escribió Oliverio Girondo durante el viaje a Europa y Egipto que realizó. Por primera vez se exhibe el manuscrito original de «Poema del Nilo» y los diarios del viaje que incluyen dibujos y observaciones.

Otra de las tantas curiosidades son las imágenes en blanco y negro del registro del viaje que Dulce Liberal de Martínez de Hoz –una importante figura social de principios del siglo XX– hizo por Egipto y el Nilo, en 1928. El film mudo fue restaurado por el Archivo General de la Nación. Además, se proyecta el documental De la Nubia a La Plata, escrito y dirigido por Ricardo Preve, que narra la misión encabezada por Rosenvasser entre 1961 y 1963 en el complejo Aksha.

La oreja de oro, la pieza creada por el argentino Eduardo Costa, que llegó a las páginas de Vogue vuelve a brillar y es una de las piezas elegidas para fotografiar una y otra vez.

Audiovisuales, imágenes, croquis y dibujos de expediciones arqueológicas históricas y activas en la actualidad, construyen el puente, este diálogo que, como buena parte del mundo, hizo parte de nuestra historia. Solo basta recordar a Fabiana Cantilo y su inolvidable “Cleo, Cleopatra, la reina del Nilo/ Cleo, Cleopatra, la reina del twist/ Las momias te aburren ya no quieres bailar (…)/ Tu tumba, tu tumba, tu tumba/ Cleopatra Querés tener todo Egipto a tus pies”, junto a Los Twist.

La muestra podrá visitarse en el Pabellón de exposiciones temporarias del Museo hasta el 1° de marzo de 2026, de martes a viernes, de 11 a 19.30 (último ingreso), y los sábados y domingos, de 10 a 19.30. Entrada libre y gratuita.

Redacción

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