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miércoles, agosto 6, 2025

El nuevo paradigma del cuidado a las personas mayores

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La situación de tener que decidir sobre el futuro de un ser querido mayor, ya sea por enfermedad, por la edad o por otros motivos, es sin duda uno de los momentos más complejos y emocionalmente cargados que una familia puede enfrentar. La aparición de términos como residencias de larga estadía para personas mayores, hogar de ancianos, geriátrico o asilo en las conversaciones diarias es una señal de que la realidad se impone y requiere un abordaje cuidadoso y sensible. Hijos, hijas, nietos, nietas e incluso la propia pareja de tantos años se ven en la encrucijada de tomar una decisión trascendental.

¿Cuándo es el momento de tomar la decisión?

No hay una respuesta única ni un “momento ideal” preestablecido, ya que cada situación es particular. Sin embargo, existen indicadores clave que sugieren que es hora de considerar una residencia.

Uno de los principales motivos es el deterioro de la salud física o mental que excede la capacidad de cuidado en casa. Esto incluye enfermedades progresivas como el Alzheimer o demencias avanzadas, donde el adulto mayor requiere supervisión constante, asistencia para actividades básicas como higiene, alimentación o movilidad, o tratamientos médicos complejos que la familia no puede brindar de forma segura. Otro indicador importante es el riesgo de seguridad para el adulto mayor, manifestado en caídas frecuentes, desorientación que lo lleva a perderse, incapacidad para manejar medicamentos de forma segura, o cuando el hogar ya no representa un ambiente protegido. También es crucial prestar atención al agotamiento físico y emocional de los cuidadores principales. Si el cuidado está afectando la salud, el bienestar o la vida personal y laboral de quienes cuidan, es una clara señal de alarma.

En esencia, el momento de considerar una residencia llega cuando los riesgos o el peso del cuidado superan los beneficios de permanecer en el hogar, y la calidad de vida de todos los involucrados comienza a resentirse significativamente.

“Hoy por hoy el nuevo paradigma es el de residencias de larga estadía para personas mayores. Hay situaciones muy distintas y todo depende de los casos.  Hay familias muy bien unidas y constituidas, articuladas, con buenos vínculos que ven que un familiar ya no puede vivir solo y no tienen ellos los conocimientos técnicos necesarios para poder cuidarlos. No pueden comer solos o padecen severos deterioros cognitivos o físicos con discapacidades importantes, incontinencia urinaria, incontinencia fecal, en fin, cuando se dan todos esos deterioros y se agotan todos los recursos humanos y económicos, las familias deciden “hogarizar” a los mayores. Obviamente, la decisión es muy dura, pero es la última posibilidad, el último recurso y una solución muchas veces. Cuando una residencia está bien trabajada, tiene toda la interdisciplina, un personal empático y con formación técnica, muchas veces es la solución al problema, más allá de la angustia que genera tener que llegar a este momento. Después hay otros casos, en las que un hijo quiere hogarizar y el otro no, entonces hay peleas familiares, porque siempre pasa que en familias numerosas hay hijos que cuidan más que otros, entonces se facturan entre ellos quién lo cuida más o quién pone más plata para los cuidadores y todo este tipo de situaciones”, le cuenta a Hoy Día Córdoba Arturo Jaimez Luchetta, médico cirujano y especialista en geriatría.

El nuevo paradigma del cuidado a las personas mayores
Arturo Jaimez Luchetta.

La carga emocional de la decisión

Para los familiares, esta decisión está teñida de culpa, tristeza, impotencia y, a veces, alivio. La culpa aparece por la sensación de “abandonar” o no poder cuidar a su ser querido, a pesar de que la realidad es que sus necesidades superan las capacidades o recursos de la familia. La impotencia surge al reconocer que ya no se puede manejar la situación solos y donde la atención es 24/7.

La clave para que una residencia no se convierta en un mero “depósito” es la participación activa y continua de la familia y una elección cuidadosa del centro. Para empezar, es fundamental realizar una investigación exhaustiva y seleccionar el centro con gran atención. Es crucial hacer visitas repetidas y, si es posible, sin previo aviso. Durante estas visitas, tomarse el tiempo de preguntar a otros residentes y a sus familias sobre su experiencia. Observar si el personal es calificado y suficiente, prestando atención a la proporción de personal por residente. Es importante indagar sobre las actividades y estimulación que ofrecen, como terapia ocupacional, fisioterapia, actividades sociales, culturales y estimulación cognitiva.

Además de una elección cuidadosa, el compromiso familiar continuo es vital. Esto se traduce en visitas frecuentes y de calidad. No se trata solo de ir, sino de interactuar: conversar, leer juntos, participar en alguna actividad si es posible, o simplemente pasar tiempo de calidad. Esto no solo beneficia al adulto mayor, sino que también permite observar cómo es tratado y cómo funciona el lugar día a día.

“Una residencia de larga estadía soluciona la parte técnica, el tema de la persona mayor con discapacidad o con deterioro. Soluciona la parte de la alimentación, la atención técnica, levantarlos si necesitan ayuda para vestirse, el paso de la cama a la silla de rueda, o si están postrados en la parte de la rotación, mantenerlos bien higienizados. Entonces, el familiar puede ir cuando pueda y brindarle amor. No va a brindar una tarea de enfermería, va a brindar amor. Solucionada la parte técnica, el familiar va el tiempo que pueda y hasta puede organizar salidas, llevarlos el fin de semana o buscarlo a la mañana y traerlo de regreso a la tarde”, explica Luchetta.

Es fundamental mantener los vínculos, llevando fotos familiares y objetos personales significativos. Es imperativo involucrarse en las decisiones, participando activamente en las reuniones de cuidado, preguntando sobre los planes de atención y la medicación. Por último, en la medida de lo posible, integrar al residente en la vida familiar, invitándolo a celebraciones familiares y llevándolo a casa si su condición lo permite. Que sienta que sigue siendo parte activa de la familia.

La difícil decisión familiar

Claudia Piccardo cuenta en primera persona la situación que les toca vivir desde hace cinco años, cuando la pandemia obligó a que su madre dejara de vivir sola. De allí en adelante, su salud comenzó a deteriorarse y hoy ya no es autosuficiente.

“Nosotros somos varios hermanos, y la verdad que tomar una decisión sobre nuestra mamá es bastante más difícil de lo que parece. Cuesta mucho ponerse de acuerdo, especialmente cuando hay sentimientos tan fuertes de por medio. Nuestra madre tiene 88 años y demencia senil. A pesar de eso, es una persona de carácter fácil para convivir, nunca se queja de nada y lo que le das, para ella está bien. El tema es que la demanda es importante: no puede hacer nada sola y hay que atenderla en todas sus necesidades. Tampoco está en condiciones de quedarse sola en ningún momento”, cuenta Claudia, la segunda de siete hermanos.

“Por ahora, nos estamos repartiendo las tareas. Una hermana la tiene en su casa, otro se encarga de las cosas administrativas, otra u otro la lleva al médico… y así vamos, estirando la decisión de tenerla en una residencia. El punto es que, a pesar de su demencia, todavía nos reconoce y vive alabando a sus hijos. Eso hace que sea muchísimo más difícil pensar en ponerla en ese lugar”, agrega.

El nuevo paradigma del cuidado a las personas mayores

Luchetta amplía los conceptos que llevan a tomar la decisión. “Por lo general, en las causas más importantes por las que se decide la hogarización en una residencia de larga estadía para personas mayores, están el deterioro cognitivo, las demencias de cualquier tipo, patologías psiquiátricas o discapacidades físicas. En el ámbito de la salud geriátrica se llama AVD, Actividades de la Vida Diaria, es decir, la imposibilidad para realizar estas actividades como ir al baño, levantarse, vestirse, el uso de ciertos instrumentos como el dinero, el transporte. Cuando pasa algo de esto o todo y no los pueden cuidar, es muy necesario el tema de la residencia de larga estadía para personas mayores. Lo que se intenta desde las residencias es que ellos vivan como si estuviesen en su casa. El concepto de residencias de larga estadía para personas mayores es para diferenciarlo del viejo geriátrico, asilo o depósito de viejos. Hoy, las residencias tienen actividades de laborterapia, artes visuales, educación física, kinesiología, en fin un montón de talleres que hacen que esas personas tengan una vida más agradable ahí adentro”.

El nuevo paradigma del cuidado a las personas mayores

Del otro lado de la puerta

Diego Luis Luque tiene 53 años y es el dueño de la residencia de larga estadía Nathaniel, cuya dirección médica está a cargo del doctor Gastón Pereyra.

“Creo que el gran problema de la familia hoy en día, y hace un tiempo, es cultural. Es cultural pensar que las residencias de larga estadía, antes llamadas geriátricos, eran o son depósitos en los que la atención no es buena. Se decía que no los bañaban, que estaban sucios, que la comida era mala, que les pegaban, etcétera. Por otro lado, los familiares toman mal llevar a una familiar a una residencia, porque sienten que los abandonan. Hoy, las residencias de larga estadía han cambiado mucho en cuanto a la calidad de servicios que brindan. Hoy tienen médicos, nutricionistas, lavandería, habitaciones con baño privado, con TV, aire acondicionado, espacios verdes y actividades como gimnasia grupal, yoga, estimulación cognitiva, actividades de música, bingo. Son servicios que en la casa no los tienen todos juntos. Diría que hoy están mejor en las residencias que en la casa. A nosotros nos ha pasado de que traen un familiar por un tiempo y en la residencia se recuperaron, aumentaron de peso y empezaron a hacer gimnasia. Cuando vinieron a buscarlo lo dejaron porque estaba mucho mejor en la residencia que en la casa. La familia es una parte y la residencia larga de estadía se convierte en una proyección de su casa, en el cual también ellos tienen que hacer los controles correspondientes de la residencia, de ir a la mañana, ir a la tarde y de acompañar todo el proceso con cariño”, explica Luque.

“Un problema que estamos teniendo las residencias, es el económico. Creo que es porque las jubilaciones están bajas, porque los familiares también están complicados con el tema del dinero, entonces tampoco están llegando a ese presupuesto. Ante esta situación se arreglan como pueden. Capaz contratan una persona cama adentro o cada familia lo tiene un mes en cada casa y, en ese caso, por supuesto que el servicio no es bueno”, agrega el dueño de Nathaniel.

Hoy, los costos de las residencias arrancan en un millón de pesos y llegan hasta los seis millones, dependiendo de las comodidades y los servicios que brindan.

En resumen, la clave es recordar que una residencia de larga estadía no es un fin, sino un cambio de escenario para el cuidado, donde se brinda la atención profesional necesaria. La responsabilidad afectiva y el rol de la familia siguen siendo insustituibles, asegurando que el ser querido mantenga vivos sus lazos y se sienta parte activa de la familia. Es un paso difícil, sí, pero uno que, con la elección correcta y el compromiso familiar, puede significar una mejora sustancial en la calidad de vida de todos los involucrados.

Redacción

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