Agosto aún es, para muchos, la gran pausa del calendario. Esa época del año en la que incluso la política parece bajar el volumen, aunque solo sea un poco. Pero hay quienes nunca descansan. No solo porque no quieran, sino porque no sabrían cómo hacerlo. La causa está clara: de un carácter no se descansa. Y si ese talante está amasado con un sustrato de odio, lo que encontramos es precisamente esto: que mientras unos buscan aire en la playa o refugio en la montaña, otros persisten, incansables, en su afán de señalar, dividir y azuzar.
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