Mientras el mundo apuesta por energías limpias y sostenibles, este país gira hacia un modelo nuclear de alto riesgo. El plan impulsado busca posicionar al país como potencia exportadora de uranio y tecnología. Pero tras meses de anuncios y expectativas, los avances son escasos y las señales de alerta, cada vez más evidentes.
Un proyecto ambicioso que despierta sospechas
El actual gobierno argentino ha puesto en marcha el llamado Plan Nuclear Argentino con un objetivo claro: instalar reactores modulares en Atucha, desarrollar tecnología vinculada a la inteligencia artificial y atraer inversiones extranjeras. La Patagonia, por su clima templado, sería el escenario ideal para alojar grandes centros de datos.
Sin embargo, lo que parecía un camino firme hacia el desarrollo energético muestra señales de estancamiento. Pese a la designación de Demian Reidel como presidente de Nucleoeléctrica Argentina S.A., las acciones visibles se limitan a discursos, presentaciones técnicas y esquemas de gestión sin ejecución en el terreno. Ni la Comisión Nacional de Energía Atómica ha mostrado avances palpables en los últimos seis meses.
Grupos ecologistas también han encendido alarmas, especialmente por la posibilidad de uso de cianuro y por la explotación intensiva de uranio, uno de los elementos más contaminantes en el ámbito nuclear. La preocupación crece ante un plan que, aunque prometedor en papel, carece de un andamiaje sólido para garantizar seguridad y sostenibilidad.
Entre las promesas de exportación y los riesgos internos
Reidel ha insistido públicamente en que Argentina debe posicionarse como proveedor mundial de uranio y reactores. Según él, el país está llamado a liderar una nueva etapa energética, respaldada por los altos precios internacionales y la demanda creciente. Incluso sugiere que esta tecnología podría ser la base para una matriz limpia y confiable.
Pero la realidad contradice la retórica. Recortes en áreas clave como el CONICET, falta de experiencia industrial a gran escala y una preocupante ausencia de protocolos de seguridad refuerzan la percepción de que el proyecto avanza sin preparación. La urgencia política y la falta de infraestructura podrían convertir la promesa de desarrollo en un riesgo nacional.
Argentina se encuentra en una encrucijada: convertirse en pionera energética o tropezar con su propia ambición. El tiempo y las decisiones futuras definirán si este plan es visionario o simplemente una apuesta peligrosa sin red.
