Una transformación profunda está en marcha en América Latina y podría cambiar el juego geopolítico mundial. Brasil, el país más grande de la región, avanza con fuerza hacia el grupo de las diez economías más poderosas del planeta. Mientras su peso económico crece, también lo hace su influencia global, despertando inquietud en Washington y Pekín, que ven en este ascenso un nuevo factor que puede modificar el equilibrio internacional.
El ascenso económico que nadie puede ignorar

Según proyecciones de organismos como PwC y Standard, Brasil superará los USD 4,4 billones de PIB ajustado por Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) en 2030. Esta cifra posicionaría al país por encima de economías europeas y asiáticas tradicionalmente dominantes, consolidando su entrada al exclusivo club de las diez potencias económicas globales.
Este avance se produce en un escenario mundial marcado por la competencia entre Estados Unidos y China por el liderazgo estratégico. En medio de esa pugna, Brasil se presenta como un nuevo jugador con capacidad de influir en ambos bloques. Su ubicación estratégica, su riqueza en recursos naturales y su apuesta por la transición energética lo convierten en un socio deseado y, al mismo tiempo, en una variable disruptiva.
Un nuevo actor con peso geopolítico

El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha apostado por políticas que refuerzan la imagen de Brasil como potencia emergente. La atracción de inversiones, el desarrollo industrial, la promoción de energías limpias y la ampliación de sus cadenas productivas han potenciado su perfil internacional.
Este crecimiento va más allá de lo económico. Desde el punto de vista geoestratégico, Brasil se posiciona como un puente entre Oriente y Occidente, gracias a sus fuertes vínculos con Estados Unidos y sus crecientes relaciones con China. Esta doble articulación lo coloca en el centro de discusiones globales sobre energía, medio ambiente y tecnología.
América Latina, históricamente relegada a los márgenes de los grandes debates internacionales, podría encontrar en Brasil la llave para tener una voz propia en el nuevo orden multipolar que se avecina. Pero el desafío no será menor: el gigante sudamericano deberá no solo mantener su crecimiento, sino demostrar que está listo para asumir un papel de liderazgo con proyección global.