¿Qué pasa cuando un país tiene una de las peores gestiones fiscales del mundo, pero su población cree más que nunca en su gobierno? Para James Robinson, Premio Nobel de Economía 2024, esa contradicción es tan fascinante como preocupante. Y aunque sus palabras apuntaban a México, su mensaje parece haber estado dirigido también a América Latina entera: sin instituciones sólidas, el desarrollo es solo una promesa aplazada.
Una paradoja inquietante que trasciende fronteras

Durante la 88ª Convención Bancaria, el economista británico dejó una frase que aún resuena: “México ha sido el país con peor desempeño fiscal de la OCDE en los últimos 25 años”. No lo dijo con sorna, sino con asombro. Porque, al mismo tiempo, México encabeza la lista de confianza ciudadana en su gobierno.
¿Y si no es un caso aislado? En muchos países de América Latina coexiste un fenómeno similar: Estados con baja capacidad de recaudación, servicios fragmentados y poca presencia institucional, pero con líderes que gozan de apoyo popular. ¿Estamos ante un espejismo de gobernabilidad?
El verdadero cimiento del desarrollo: instituciones que incluyan
Para Robinson, según explica El Imparcial, la clave no es recaudar más por sí sola, sino crear un sistema institucional inclusivo. Esto significa que las leyes se apliquen de forma equitativa, que el Estado llegue a todo el territorio, y que el sector privado pueda participar con reglas claras.
En su diagnóstico, buena parte del territorio mexicano —y por extensión, latinoamericano— está excluido. Ya sea por violencia, pobreza o ausencia estatal, millones de personas viven fuera del marco institucional. Esto, según el Nobel, impide el crecimiento económico sostenido: “La innovación necesita reglas, protección legal y acceso al financiamiento. Sin eso, las buenas ideas mueren antes de nacer”.
Inclusión financiera: el otro motor que falta encender

El acceso a servicios bancarios, crédito, ahorro y seguros sigue siendo un privilegio en vastas zonas rurales y urbanas marginales. Robinson lo ve como un problema estructural: sin inclusión financiera no hay desarrollo distributivo. Y sin desarrollo, la desigualdad se reproduce.
De hecho, muchos países de la región dependen más del asistencialismo que de la autonomía económica. Pero sin instituciones que garanticen derechos, no hay transición posible hacia una economía realmente inclusiva.
Confianza sin estructura: ¿un activo o una bomba de tiempo?
El dato más perturbador fue este: México, con su débil estructura fiscal, es el país con mayor confianza ciudadana en el gobierno dentro de la OCDE. Más que Estados Unidos, más que el Reino Unido. Más que países con décadas de tradición institucional.
¿Qué puede hacer América Latina con esa confianza? ¿Transformarla en capital político para reformar el Estado… o seguir sosteniendo estructuras frágiles con legitimidad emocional?