El fenómeno televisivo del momento es En el barro, la nueva serie del universo de El Marginal, que tras su estreno el 14 de agosto en Netflix se posicionó como la serie de habla no inglesa más vista globalmente, con más de 5,6 millones de reproducciones en su semana debut. Además, ya se confirmó una segunda temporada, cuyos episodios ya fueron filmados.
Ambientada en el penal femenino de La Quebrada, la ficción narra la historia de cinco internas unidas tras una tragedia inicial. Entre ellas se destaca Gladys Guerra, interpretada por Ana Garibaldi, y un elenco integrado por Valentina Zenere, Lorena Vega, Ana Rujas, María Becerra, Carolina Ramírez y Juana Molina, esta última regresando a la actuación tras más de tres décadas dedicada a la música.
Juana Molina interpreta a Piquito, una mujer caótica que se convirtió en alma del penal. A través de su presencia inquietante y su conejo de trapo, este personaje introduce humor, memoria y densidad emocional en el relato.

Al ser consultada por Puro Show (El Trece) sobre las repercusiones en redes —que incluyen cuestionamientos desde la visión feminista y realista del mundo carcelario— Juana prefirió mantenerse al margen: “A mí me gusta hacer las cosas, tampoco me gusta estar indagando a ver qué se dice… Me parece muy increíble cómo está armada la serie… lo que más me gustó fue hacerla… lo pasé muy bien haciéndola, 100 personas involucradas, un equipo tan homogéneamente amoroso realmente”.
Sobre su proceso creativo, aclaró que no recurrió a investigación externa ni testimonios reales: “No hice nada de eso. Me concentré más en el tipo de persona que podía ser, una tipa medio un poquito loca, su actitud habría sido la misma afuera de la cárcel, ella es así, esté donde esté”.

Su sinceridad interpeló: no buscó inspiración fuera de su lectura del personaje, sino en imaginar una lógica interna propia. En el barro amplía el universo narrativo de El Marginal con una mirada profunda hacia las adversidades de las internas. Los conflictos de poder, la violencia institucional y la urgencia de encontrar pertenencia son el eje de esta historia coral.
La ambientación fue clave: toda la escenografía de La Quebrada fue construida en una antigua fábrica tabacalera en San Martín (Buenos Aires), lo que permitió filmar ambas temporadas de corrido, sin interrupciones.
En definitiva, Juana Molina celebró el regreso actoral y forma parte del universo más aclamado de la ficción argentina actual, sin dejar de lado su mirada independiente. En el barro no solo retrata un mundo poderoso y opresivo, sino que también abre lugar para voces femeninas complejas —como la de Piquito— capaces de quebrar el encierro emocional del sistema.