Hay que vivir allí donde no hay incendio alguno”. Así suspira Juvenal en sus Sátiras a comienzos del siglo II d.C. La queja no era gratuita: los incendios eran una plaga habitual en la Roma clásica. Tanto, que Augusto en el 6 d.C. instituyó el primer cuerpo público de bomberos, cuya misión era tanto apagar incendios como patrullar de noche para prevenirlos y mantener el orden. Debería ser su patrón. El dinero para financiarlo salía de los impuestos. Sí, ya en Roma entendían que combatir los incendios cuesta dinero.
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