North Point Wear no nació en un despacho ni en un laboratorio de tendencias, sino en la calle. A principios de los 90, cuando el surf, el skate y el hip hop empezaban a asomar en Barcelona, Fausto Ramírez, fundador de la marca, detectó un hueco que las grandes no estaban cubriendo: ropa resistente “de asfalto”, pensada para caerse con el patín sin romperse el vaquero, con una estética que diera identidad a una generación y un imaginario propio conectado a plazas, skateparks y muros de graffiti. “Vi una oportunidad de negocio escuchando a los chicos de 12 y 13 años —entre ellos, mi propio hijo— y me empapé de su mundo”, recuerda Ramírez.
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