Vivimos el tiempo de los sin vergüenza. Así, separado para enfatizar el peso de la carencia. El sin vergüenza no es un transgresor o un pícaro, sino un sujeto sin pudor, sin moral, sin honor ni dignidad. El sin vergüenza ha perdido límites inhibitorios de la conciencia y queda imposibilitado para una autopercepción objetiva. Eso le impide darse cuenta de su inconsecuencia, de su irresponsabilidad y la empatía con el otro. El tiempo de los sin vergüenza fue el eje del discurso inaugural de la Feria del Libro de Buenos Aires pronunciado por Juan Sasturain. Es un aporte interesante para entender la frescura del transfuguismo de algunos candidatos para las elecciones parlamentarias de junio.
Martes 6 de mayo de 2025. Ya se conocen los nombres y las listas de las agrupaciones que se postulan para elecciones parlamentarias convocadas para el 8 de junio en nuestra provincia.
Como viene sucediendo desde 2003, en Misiones “lo que está en juego” no se entiende dentro de la lógica de la grieta nacional. “Lo que está en juego” sigue siendo la defensa de los intereses provinciales y la autonomía de las decisiones de los porteños. No se trata de “independizarse” de la Argentina, lejos de ese delirio, inversamente, se trata de hacerse escuchar en los centros del poder político y económico de la nación. Por eso se hace difícil el abordaje teórico desde Buenos Aires.
Sin embargo, hay sectores en la provincia, que privilegian el sentido centro – periferia en la toma de decisiones con el argumento de que Misiones es una provincia dependiente.
Es el debate de fondo que puede simplificarse en la opción: primero Misiones para salvar a la Nación o primero la Nación para salvar a Misiones.
A pesar de esta disyuntiva constitutiva, hay candidatos que se postulan por fuera de esa formulación. Y no se entiende bien qué es lo que representan.
El giro que dio Martín Arjol es, en ese sentido, una incógnita. Hay que recordar que fue elegido diputado nacional con el apoyo mayoritario de la población que se identifica con los principios socialdemócratas encarnados en la Argentina por el alfonsinismo. La socialdemocracia tiene sus fundamentos ligados a una cosmovisión progresista: un Estado regulador, un Estado que gasta en Educación y Salud Pública y un Estado que interviene en favor de la conquista de derechos populares básicos y de segunda generación. Fue el Arjol que, en agosto de 2024, ayer no más en tiempos de la política, después de participar de las marchas, hizo un encendido discurso en defensa de la ley de financiamiento de las universidades. Y es el mismo que pocos días después acompañó el veto a esa ley, también con encendidos discursos, para decir lo opuesto. Para romper y cambiar de máscara.
Lo que se destaca no es el respaldo al veto que, puede ser legítimo, sino el cambio de discurso, y con argumentos que parecieran bajar verdades absolutas.
Reclutado por Patricia Bullrich, ahora quedó afuera del armado nacional del núcleo duro de Milei, expresado por su hermana Karina. Arjol quedó afuera porque la ministra de Defensa quedó afuera.
Quizás la trayectoria de su nueva jefa explique ese cambio del diputado expulsado de la UCR. Es un misterio no el cambio, sino que personas que pasan de “poner bombas con montoneros” a pararse en la vereda de enfrente descontando los ingresos de los jubilados o gastarse fortunas en tirarles, no ya molotov, sino gas pimienta a los jubilados.
Es un verdadero interrogante que ante tanta liviandad haya gente que los siga votando.
Los sin vergüenza

¿Cómo son esas psiquis? Para una aproximación a entenderlas, muchas veces se recuerda irónicamente a Marx, Groucho Marx. Pero esa gastada queda en la superficie del fenómeno.
Ante tanta confusión, el escritor Juan Sasturian, en la inauguración de la feria del libro de Buenos Aires acaba de hacer un aporte al entendimiento.
Habla de los sin vergüenza. “Vivimos el tiempo de los sin vergüenza”, sostiene.
Repasemos su aporte, digamos epistemológico: “se viva hoy en el tiempo de los sin vergüenza –así, separado para enfatizar el peso de la carencia- no es un diagnóstico original ni novedoso. El sin vergüenza –así, separado- no es un transgresor, un pícaro, un atorrante, un informal desprejuiciado, un Avivato, un Ventajita, el sujeto perturbador del Diario del Sinvergüenza de Felisberto.
“La vergüenza, como el pudor, la moral, el honor, la culpa / la impunidad y otras escurridizas nociones más o menos abstractas vinculadas con el discurso relativo a una cierta ecología de la conducta, hace tiempo que tienen mala prensa o clara tendencia a cierto ostracismo léxico, el riesgo de extinción por falta de uso o –lo que es peor o al menos diferente- por falta de atención a su significado: nadie se anima a usar sin exponerse a que lo miren de reojo. Lo mismo cabe para el arrepentimiento (que ya no se usa sino se canjea) y la exaltación del rencor y la venganza contra la posibilidad del perdón y el borgeano olvido”
Después de repasar el lugar de la vergüenza en la historia de la literatura “recuerda a Hernández y los consejos de Fierro -en la vuelta del 79- a los hijos, claro contrapunto con los de Vizcacha en la Ida de siete años antes: Muchas cosas pierde el hombre / que a veces las vuelve a hallar / pero les debo enseñar / y es bueno que lo recuerden: / si la vergüenza se pierde / nunca se vuelve a encontrar.
“Lapidario, el payador. Porque suele suceder que al que perdió la vergüenza le dé vergüenza aceptarlo, y así no pueda ni sepa ni quiera volver a buscarla. La vergüenza es un sentimiento, una sensación diferente de la pena, la risa, la lástima, que experimentamos sin temblores de responsabilidad. Porque la vergüenza tiene que ver con la responsabilidad, lindante con la culpa, y es un mecanismo inhibitorio si se quiere de autodefensa o de represión sentimental o ética”.
Enfermedad social degenerativa
Considera que la pérdida de la vergüenza es una grave enfermedad.
“Y de eso se trata, finalmente, este Aporte para la sintomatología y el diagnóstico precoz del Mal de Bierce, enfermedad social degenerativa que conlleva, en su etapa final, a la pérdida irreparable de la vergüenza…el paciente, como quien pierde el pelo, pierde peso, pierde la memoria, pierde un dedo o pierde la calma, pierde la vergüenza. No hay referencia precisa a su origen ni hay una historia confiable del mal, que parece antiguo aunque nunca estudiado en su especificidad.
“Hay evidencias, sí, de su acelerada expansión en estos últimos tiempos, sobre todo a partir de la pandemia. El mal de Bierce, lamentablemente, es muy contagioso y no hay vacuna. Tampoco hay en curso investigaciones serias para conjurar su expansión. Acaso se deba a su capacidad de enmascaramiento o por la naturalización de los síntomas, no percibidos siquiera como anomalías de conducta: el enfermo del Mal de Bierce – habitualmente omnipotente y poderoso- no se percibe enfermo. Lo detectan y padecen los demás.
“Es por eso fundamental, en esta etapa crítica, el diagnóstico precoz del posible sin vergüenza. Está en cuestión, a la larga o a la corta, la supervivencia misma del tejido social. Es cuestión de estar atentos ante los demás pero también ante el espejo.
“Esos primeros síntomas son, entre varios, la pérdida de la capacidad de empatía, progresiva indiferencia hacia el otro que deriva hasta el no registro y el abandono, la pérdida progresiva de todo tipo de sensibilidad social, el desconocimiento del prójimo
“Otro síntoma es la agresividad creciente, en el registro verbal a través del insulto y la descalificación, el repertorio gestual y en el protagonismo en episodios de violencia física concreta. El enfermo del Mal de Bierce convierte a los demás en blancos móviles de sus descargas furiosas.
“Un tercer síntoma es la flagrante irresponsabilidad. El enfermo del Mal de Bierce obra y decide sin tener en cuenta las consecuencias, a menudo trágicas, de sus actos. No menos significativo es un síntoma clásico y fácil de percibir, por lo aparatoso: la megalomanía y la consecuente arrogancia. Lindante con el ridículo, este síntoma requiere, para ser neutralizado, una ineludible colaboración del paciente. No es fácil, por supuesto. Acaso imposible. El enfermo del Mal de Bierce está imposibilitado para una autopercepción objetiva. Eso le impide por ejemplo, darse cuenta de su ignorancia (lo que no sabe o sabe mal) o su inconsecuencia (decir hoy lo contrario de ayer o mañana sin aparente contradicción).
“Por último, la víctima (porque aunque su soberbia no lo admita, lo es) enferma del Mal de Bierce padece de una penosa tendencia a la confusión conceptual. Así, en términos de la vida en comunidad confundirá la Patria con una empresa, el Estado presente con un árbitro ciego, los escrúpulos con una isla griega y –según la definición del sabio Gila-, la Economía con la econosuya.
“Resumiendo, cabe estar atentos todos a la aparición –enfrente, a nuestro lado o en el espejo personal- de cualquiera de estos síntomas lamentablemente generalizados. Y obrar en consecuencia, antes de que sea tarde. Mientras sintamos vergüenza habrá esperanza para todos y cada uno.
“La vergüenza es salud”, remata.
En el diccionario
La vergüenza es una emoción humana compleja que implica un sentimiento de turbación o incomodidad, a menudo asociado con la sensación de haber cometido una falta o haber realizado una acción deshonrosa. Esta emoción puede manifestarse tanto como un sentimiento interno de pérdida de dignidad o desvalorización, como también en reacciones corporales como el sonrojo o la evitación del contacto visual.
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