Desde hace algunos años, cualquier búsqueda sobre la artista plástica Alexandra Grant derivará inexorablemente a un puñado de fotografías que la muestran con su pareja, el actor Keanu Reeves, a referencias sobre sus vestidos en las galas, los motivos que llevaron al protagonista de The Matrix y John Wick a rendirse a ella, y a sus respectivas edades.
Sin embargo, Grant ya tenía una carrera virtuosa antes de este romance, recorrió el mundo y construyó una perspectiva propia enlazada a su producción artística: «Me interesa lo excéntrico, en el sentido de aquello que no viene del centro. Ni de una universidad solamente, de una escuela de pensamiento, de un género o tipo de persona. La excelencia viene de todo el mundo y por eso tenemos que ser abiertos, abiertas al mundo», dice a Cultura. Es esta la primera entrevista que da en nuestro país.
Es muy temprano en Los Ángeles y Grant se acomoda delante de la cámara con soltura. Habla un castellano delicioso, amasado en una infancia mexicana y una vida que la llevó a residir en México, Francia, África y Oriente Medio. Acaba de publicar la traducción al inglés del libro Todo lo que crece: naturaleza y escritura, de la argentina Clara Obligado, desde la editorial independiente X Artists’ Books, que fundó con su pareja y con la diseñadora Jessica Fleischmann. Desde allí publicó también Palabras ajenas, del artista León Ferrari.
Las palabras son importantes para Alexandra Grant. No solo ahora, en su rol de editora, sino también antes, desde el inicio de su carrera artística, como una herramienta o materia en la que intervenir. Formada en la Facultad de Artes de la Universidad de California en San Francisco, con una maestría en dibujo y pintura, su primera exposición individual tuvo lugar en 2007, organizada por la curadora Alma Ruiz, en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA).
El catálogo de aquella exposición ya enlazaba una mirada, sus influencias y su poética: junto a la reproducción de las obras en papel a gran escala de Grant, aparecía un ensayo de la curadora junto a otro de la filósofa francesa Hélène Cixous, a quien la artista considera su «madre intelectual». Porque escritores, libros y palabras siempre han dialogado en sus trabajos. También ahora.

A sus creaciones de artista y editora, se suma una labor filantrópica desde grantLOVE, una plataforma que produce y vende obras de arte y ediciones originales a beneficio de proyectos artísticos y organizaciones sin fines de lucro.
En 2015, Grant presentó su pintura “Antígona 3000”, inspirada en el mito griego, y en una frase en particular de la obra de Sófocles: en ella Antígona se enfrenta a su tío y monarca, Creonte, y dice: «Nací para amar, no para odiar». Palabras como disparador pero también como materia artística. Las obras pertenecientes a esta serie recorrieron el Barnsdall Art Center y el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA).
Mensajes en letra cursiva
De la videollamada de este mediodía porteño también participa la editora argentina, residente en Berlín, Nicole Hervás Ibáñez, que forma parte del equipo de X Artists’ Books. Fue ella quien propuso el libro de Clara Obligado. No es casualidad: Grant confía en el lazo entre las mujeres.
–Me fascina la palabra «reconocer» porque contiene esta idea de que nos hemos conocido antes; cuando ‘reconocemos’ algo es que ya lo conocemos de antes. Entonces, esta idea de que andamos perdidas en el mundo (y algunas veces en nuestras mentes), sin enfoque o sin saber en qué lugar debemos estar, tanto físicamente como espiritualmente, y de repente reconocemos a alguien. Esa fue la sensación con Clara Obligado. Por eso, creo en ese espíritu femenino; aunque no tengamos el poder, podemos construir mundos entre nuestros trabajos y nuestra manera de descubrir lo que nos rodea. En todo esto, es muy importante la literatura como el hilo conductor de este grupo, de esa red de vínculos de mujeres, desde la brasilera Clarice Lispector a Clara Obligado. Esta mañana hablé con Hélène Cixous. Es su cumpleaños, la llamé para saludarla y ella está muy impactada por todo lo que está pasando en París (sobre el despliegue de la ultra derecha). Esa es también la razón por la que hacemos una comunidad entre literatura, arte y trabajo editorial: la red nos rescata.
–Tu propia biografía combina elementos que hoy en día son vistos como amenazantes en tu país: creciste entre México, África y Oriente Medio. Hablás castellano, hacés arte, fuiste profesora universitaria.
–Nací en Ohio, pero mis padres se divorciaron cuando yo tenía un año y me fui con mi mamá a México. Era su reacción al divorcio. Entonces, crecí hablando español y no inglés. Por eso, me siento muy latina por dentro.

–No parece un buen momento, este, para sentirse muy latino en Estados Unidos. Considerando además que sos mujer y artista.
–Sí. Nosotros estamos apoyando a mucha gente que está en los márgenes. Y eso podría generar que un día nos vengan a buscar a nosotros. Realmente, estamos pensando cómo seguir adelante con todos los proyectos, teniendo además cierta precaución sobre lo que hacemos. Creo que la vida artística te prepara. Hay mucha gente que se enfrenta ahora a una crisis, pero la vida artística te enfrenta a una crisis tras otra. Y por eso me parece que estamos listos para enfrentar la política de Trump o de ese señor que ustedes tienen en la Argentina o de Vladimir Putin. Una cosa que me impacta mucho y que no entiendo es el apoyo que el sector de la tecnología le ofrece a esta nueva política.
–¿A qué área te referís?
–Por ejemplo, ayer en Instagram nos bajaron varias imágenes: en una había una mujer con una botella de vino y en la otra una bolsa con una ilustración. Me pregunté: ¿acaso ellos pueden ponernos una etiqueta? ¡Es fuerte eso! No sé cómo daremos esa pelea, pero mientras tanto yo sigo trabajando con las escritoras polacas Anna Adamowicz, Krystyna Dąbrowska, Julia Fiedorczuk, Bianka Rolando, Olga Tokarczuk y Urszula Zajączkowska en el proyecto «Todo pertenece al Cosmos». Y sigo pensando en la importancia de escribir a mano, con letra cursiva. Los jóvenes no aprenden a escribir y no saben leer la letra manuscrita. En ocasiones me río y me digo, un poco en broma, que la revolución va a formarse con mensajes en cursiva y mapas hechos a mano.
Me parece que estamos listos para enfrentar la política de Trump o de ese señor que ustedes tienen en la Argentina o de Putin. Ninguno de ellos ni lo que hacen va a cambiar el amor que tengo por la gente.
–De hecho, la palabra en tu obra tiene protagonismo. ¿Qué conexión hay entre las lenguas que usás, las culturas en las que creciste y tu propuesta?
–Tener una cultura diferente a la de los padres o a la del espacio en el que uno vive siempre abre la puerta a una curiosidad por el mundo. También tengo una madre excepcional, que fue mi educadora principal; ella no le teme al mundo. Recuerdo que en la época en que ella vivía en Ghana no había otra persona blanca ahí y ella ni siquiera se daba cuenta. Tener una madre que tiene esta fe en la humanidad me ha dado algo, a nivel estructural. Diría que desde chica descubrí que había una cultura dentro de cada idioma, que podían desafiar en cada caso mi incomodidad, y esto me dejó el gusto por experimentar. Por eso trabajamos mucho en Polonia, un lugar a la vez muy culto, tan educado y con gente tan inteligente. Pero hay veces en las que pienso: «No tenemos nada en común». O en Corea, donde estuve hace poco hablando de “Antígona 3000”, hasta que alguien me hizo notar que ahí no conocen los mitos griegos. Me quedé sorprendida. «Es que Alejandro Magno no llegó aquí, no cruzó las montañas», me explicaron. Entonces, pensé que las ideas están contenidas dentro de un idioma, pero también por la geografía. ¿Dónde están los bordes, no? Por eso, siempre estoy interesada en seguir ideas nuevas.
–¿Qué lugar ocuparon y ocupan los libros en tu trabajo como artista plástica?
–Detrás mío puedes ver un cuadro de Ronald B. Kitaj, un artista judío nacido en Ohio que vivió también en Reino Unido y a quien, cuando yo tenía 18 años y luego de ver su trabajo en el Museo Metropolitan, le escribí una carta. Era la primera vez que lo hacía y él me respondió. Nos escribimos varios años y para mí él siempre era alguien que pintaba sobre ideas de la literatura pero sin usar palabras en sus obras. Él me mostró cómo un pintor puede ser también un intelectual. Antes de eso, mi madre me contó que ella pensaba que yo iba a ser escritora porque era una niña que escribía mucho, pero cuando llegué a la universidad comencé por las matemáticas y me di cuenta de que no me gusta quedarme quieta. Me gusta el movimiento que implica ser artista y también la sorpresa, porque ser artista es como ser una cocinera sin recetas, uno no sabe lo que está haciendo. Además, me fascina el color y también ocupar espacio con los materiales. Hay un poder del artista y ese poder no tiene palabras. La primera obra que me compró un museo se titula «She’s Taking the Space Up» (Ella ocupa demasiado espacio). Soy altísima, mido como 1,87 metros, y esa idea de ser una mujer que ocupa espacio la conozco de forma muy literal, de manera que me gusta además ejercerla como artista. Es muy triste ver cómo las mujeres no tienen en el arte las mismas oportunidades que los hombres. Entonces, cuando hay días en los que estoy cansada o no quiero hacer algo, pienso que no puedo permitirme dejar esta carrera. Vengo de mantener una conversación con Jeffrey Gibson, un artista indígena muy importante aquí en los Estados Unidos, que comenzó su carrera como pintor abstracto, hasta que hizo un cambio enorme cuando empezó a usar materiales indígenas del país, además de utilizar palabras. Eso es ocupar el espacio, poner la voz en una forma muy clara.

–Tal vez tu madre no estaba tan equivocada, porque también sos autora de libros y editora. ¿Por qué una artista con toda una carrera hecha decide un día lanzarse al difícil mundo de la edición?
–En 2017 escribí un libro que se llama The Artists’ Prison, que salió de una experiencia en la escuela de arte de una cárcel. Yo buscaba un editor y nadie estaba interesado, claro, porque era un libro muy raro. Hasta que alguien aceptó publicarlo… pero a cambio también de los derechos para hacer una película. Entonces pensé: si era una idea que funcionaba para otros, también podía funcionar para mí. Y así me propuse formar una editorial y publicarlo yo misma. Luego fui viendo que la diseñadora que me acompañó, Jessica Fleischmann, tenía un libro secreto que había estado creando durante años con el dramaturgo Sylvan Oswald, High Winds. También Keanu Reeves, con quien hicimos los libros Ode to Happiness y Shadows, estaba desarrollando un proyecto de Benoît Fougeirol llamado Zus. Y por aquel momento también me impresionó que una editorial quisiera publicar el catálogo de una muestra del artista León Ferrari, pero no su propio libro. Entonces entendí que había un hueco de proyectos muy importantes que no tenían un lugar fácil en del mundo de los libros, y empecé con cuatro obras.
Toda una aventura
–No sabía nada de publicar libros, y soy muy perfeccionista. Pero, a nivel editorial, no tengo miedo. Creo en mejorar la escritura de la gente y en alimentar los clichés sobre el mundo del arte. Quiero mirar al mundo de una forma muy fresca y pienso que puedo aprovechar algunos dones que tengo. Uno de ellos es editar.
Entendí que había un hueco de proyectos muy importantes que no tenían un lugar fácil dentro del mundo de los libros, y empecé con cuatro obras.
–¿Cómo llegás a Clara Obligado en particular?
–Nicole trajo su libro Todo lo que crece, de Páginas de Espuma, que ha tenido varias ediciones en España y Argentina. Ella es una intelectual, muy sabia, y reconoció el valor de la obra de Clara. Luego, cuando la leí en español, tuve la sensación de que era lo que estaba buscando desde hacía como cinco años. Por eso, además de publicarlo, Clara me dio permiso para usar su libro como material para una nueva serie de mis pinturas. En su libro se explora la ecopoesía, tan importante como impulso político femenino hacia un futuro en positivo. Eso me impactó bastante, porque también quiero alinearme con esa visión positiva.
–¿Te interesa la literatura latinoamericana?
–Para mí, por ejemplo, Borges, Cortázar y otros tantos escritores han sido claves en mi imaginario de cómo funcionan el mundo y el tiempo. Al haber crecido en México y tener alrededor libros en español siempre, ha sido parte de mi identidad y de mi interés literario.
–¿Cuánto te interesa la mirada de los otros sobre vos, una mujer de más de 50 años y profesional?
–Bueno, yo tengo el pelo blanco porque dejé de teñírmelo a los 29 años. Me lo había teñido durante años de azul, de rosa, de negro… no sé cuántos colores más. Era el horror. Entonces me lo dejé. En aquel entonces, cuando era joven y tenía canas, me decían que parecía más inteligente. Pero ahora, cuando llego a la edad en la que es normal tenerlo canoso, ha sido un poco shockeante.

Tampoco había imaginado en la vida que iba a tener tantas miradas sobre mi aspecto corporal, porque había intentado, como cualquier humano, entender mi propio cuerpo. Ahora creo que desde los 12 hasta los 52 años me lo pasé presa de mis hormonas, de una química que me hacía sentir cosas. Hoy ya no estoy secuestrada por mis hormonas. A esta edad, vuelvo a conectarme con la rebeldía, esa que sentía de niña.
Entonces, veo que esa mirada de las redes sociales y del teléfono enferma a la gente. Reconozco que tenemos que lucir de cierta forma en público, y es algo que estoy navegando. Pero me interesa no enfermarme con el virus del teléfono. Tengo mucha fuerza dentro de mí que no quiere ser encarcelada por las redes. Si todo esto les interesa a otras mujeres y les sirve para vivir de una forma más normal, me siento bien. También creo que tuve que aceptar desde muy joven, cuando ya era alta y tenía canas, que nunca iba a ser otro tipo de persona. Entonces, esto de aceptarse quizás me ha hecho más abierta a los demás, ¿no?
–¿Cómo hacés convivir tu mundo y estas ideas con el mundo de la fama que rodea a Keanu Reeves?
–Bueno, tenemos una vida íntima, pequeña. Somos muy normales, una pareja, yo diría, muy sencilla. Como cualquier pareja enamorada que tiene su mundo. Claro que el trabajo de él es increíble: desde hace más de 40 años el público lo acompaña y lo quiere. Los dos tenemos suerte de poder trabajar contando cuentos en formas distintas. Además, cada uno respeta mucho el trabajo del otro. Eso genera la libertad de estar en una pareja, pero siendo quien realmente eres y sintiéndote seguro o segura. Es un buen balance.
Alexandra Grant básico
- Nació en Fairview Park, estado de Ohio, en 1973. Es artista y utiliza el lenguaje e intercambios con escritores como fuente de inspiración para sus esculturas, pinturas, dibujos y videos. Por los trabajos de sus padres, vivió en África y Oriente Medio.
- En 1994, Grant se graduó de Swarthmore College con una licenciatura en historia y estudio del arte. En 2000, se graduó de la Facultad de Artes de la Universidad de California en San Francisco, con una maestría en dibujo y pintura.

- Su primera exposición individual en un museo fue en 2007, organizada por la curadora Alma Ruiz, en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA). Grant es conocida como una «colaboradora radical». El más largo de sus intercambios fue con el escritor y pionero de ficción de hipertexto Michael Joyce. Generaron juntos al menos tres series de trabajos: el Cuarteto Ladder (expuesto en MOCA en 2007), los Seis Portales (expuesto en la galería Honor Fraser en 2008), y Cuerpos (expuesto en la galería Honor Fraser en 2010). En 2013, colaboró en series gemelas de exposiciones con Hélène Cixous, escritora y filósofa francesa.
- En 2015, Grant comenzó a exhibir su núcleo actual de trabajo en la pintura “Antígona 3000”, inspirado en el mito griego.

- Entre 2009 y 2011, fue profesora adjunta en el Art Center College of Design (Pasadena, California). En 2010, dictó un seminario de MFA en Cal State Northridge y de 2013 a 2014 fue mentora en el programa de MFA a distancia del Pacific Northwest College of Art. En 2015, fue mentora del programa MFA en la Universidad de Syracuse y dirigió un curso junto con Isabelle Lutterodt en la Universidad de Ashesi en Acra, Ghana.
- En 2017, Grant y Keanu Reeves fundaron una pequeña compañía editorial de libros de artistas llamada X Artists ‘Books.