Nunca fue un buen negocio acudir a una final a levantar una copa. Sí, era una sensación que estaba más en el ambiente que otra cosa, pero esas sensaciones suelen entrar en un vestuario. Y el Barça era favorito, favoritísimo. Con dos títulos consecutivos, con goleadas en cuartos y semifinales ante el Wolfsburgo y el Chelsea. Con las futbolistas más desequilibrante. Y con la experiencia de estar en su quinta final seguida. Pero en el deporte el rival, con sus armas, también juega, también desea, también corre. En este caso un Arsenal bien armado, recogido y con las ideas claras para buscar la profundidad. Perdió el Barça, ganó Mariona Caldentey. Ella sí tiene ya en sus vitrinas cuatro Copas de Europa.
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