En medio de un proceso de reconstrucción personal y familiar, Elba Marcovecchio emprendió un viaje a París junto a su hijo Valentino, de 17 años. A poco más de seis meses de la muerte de Jorge Lanata, su esposo, la abogada compartió en sus historias de Instagram una serie de postales que reflejan tanto la belleza del lugar como la calidez del vínculo que mantiene con su hijo.

Uno de los primeros destinos que eligieron en la capital francesa fue Montmartre, el emblemático barrio parisino que conserva ese aire bohemio y artístico. En una de las imágenes se los ve a ambos sonriendo frente a los tradicionales puestos de arte y cafés de la zona, con un cielo azul impecable de fondo. En otra historia, Elba bromea con su hijo: “¿El nuevo auto de Valen?”, escribe sobre la foto de él posando junto a un clásico Citroën 3CV amarillo estacionado en una calle empedrada. Una escena sencilla, pero cargada de ternura y complicidad.

Más adelante, mostró otra postal del barrio, con su arquitectura pintoresca y las típicas fachadas cubiertas de enredaderas. La caminata por esas calles detenidas en el tiempo parece haber sido uno de los momentos favoritos del recorrido.

El paseo también incluyó una parada cultural por excelencia: el Museo Rodin. Allí, madre e hijo posaron abrazados frente a la icónica escultura El Pensador, de Auguste Rodin. Elba, vestida de negro y con una gran sonrisa, parece encontrar en estos instantes compartidos una forma de seguir adelante con resiliencia y amor.

Aunque Elba suele mantener su vida privada con bajo perfil, desde la muerte de Lanata —ocurrida el 30 de diciembre de 2024— ha compartido algunos momentos significativos en sus redes. Este viaje es el primero que muestra junto a su hijo desde entonces, y parece marcar una suerte de hito emocional: el de salir al mundo nuevamente, aferrándose a los afectos más cercanos.
Las imágenes, lejos de ostentar un lujo desmedido, transmiten cotidianidad, calidez y una reconstrucción emocional en marcha. Son, además, un testimonio de cómo el dolor puede transformarse en ternura compartida, en momentos que, aunque simples, dejan una huella duradera. En este viaje, Elba Marcovecchio no solo recorrió París: también dejó entrever que la vida continúa, aun con el corazón en duelo.