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sábado, mayo 17, 2025

Elecciones Legislativas 2025: ¿un antes y un después en la historia política argentina?

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A casi dos años de gestión, el gobierno ha logrado resultados que, en términos estrictamente macroeconómicos, no son menores. Por primera vez desde 2008, el Estado nacional alcanzó equilibrio fiscal primario y financiero. A su vez, se frenó la emisión monetaria para financiar al Tesoro, y el Banco Central incluso recompuso parcialmente su hoja de balance, reduciendo pasivos remunerados y aumentando activos en dólares.

Sin embargo, estos logros no han sido suficientes para controlar los principales desequilibrios que amenazan la estabilidad: la inflación, si bien desacelerándose, sigue en niveles altos mensuales (el IPC de abril fue del 2.8%), y las reservas netas del BCRA continúan en terreno negativo, lo que mantiene alta la percepción de riesgo y demora la llegada de inversiones genuinas. Como resultado final la economía argentina cayo en el 2024 un 1.7%.

En la economía real, el panorama es más preocupante. La actividad industrial cayó un 9.2%, el consumo se desplomó un 13.9%  y el empleo formal en el sector privado registra su peor racha desde la pandemia. Los salarios siguen perdiendo frente a la inflación, y la pobreza supera el 40% según mediciones privadas.

Lo que se juega en estas elecciones
En este contexto, las elecciones de medio término se transforman en un verdadero plebiscito. Milei no solo busca consolidar su poder legislativo: quiere avanzar hacia una segunda fase de su programa, basada en reformas estructurales profundas. Entre ellas, se mencionan: 1) Privatización de empresas públicas (ya hay planes para Aerolíneas, los trenes y medios estatales), 2) Avance en la liberalización de mercados estratégicos, 3) Reforma laboral, previsional y del sistema educativo, y 4) Presión a provincias para que adhieran al mismo esquema de ajuste y desregulación.
Si La Libertad Avanza y sus aliados logran una mayoría legislativa, el Gobierno podría acelerar este rumbo con menos resistencia parlamentaria, aunque la pregunta clave es si la sociedad –y el tejido productivo– podrá soportar una fase aún más cruda del ajuste sin señales claras de reactivación.

La disputa por el liderazgo: internas abiertas en ambos frentes
Pero además del resultado electoral, lo que se juega es el futuro de los liderazgos en los dos grandes polos de la política argentina. En el oficialismo, la interna entre La Libertad Avanza y el PRO se ha vuelto cada vez más evidente. Mientras Milei intenta consolidar su propio espacio como fuerza dominante de la nueva derecha, sectores del PRO –especialmente aquellos vinculados a Mauricio Macri– buscan recuperar protagonismo y disputar la representación del electorado liberal-conservador.
Las candidaturas legislativas, las alianzas distritales y los posicionamientos públicos están dejando en claro que esta convivencia es tensa y que, gane o pierda Milei, la disputa por la conducción de ese espacio continuará con fuerza después de octubre.

Del lado de la oposición, la tensión también es palpable. El kirchnerismo tradicional enfrenta un momento bisagra. Con Cristina Fernández de Kirchner cada vez más replegada, el gobernador Axel Kicillof aparece como la carta de renovación del peronismo, con aspiraciones no solo bonaerenses sino nacionales. Su armado busca retener volumen político y territorial, al tiempo que intenta mostrarse como una alternativa superadora frente al desgaste de la vieja conducción.
Estamos, entonces, ante una doble batalla: por el rumbo del país y por el liderazgo futuro de los dos principales espacios políticos. Habrá ganadores, pero también muchos heridos. Y es posible que de esta confrontación surjan nuevos liderazgos capaces de renovar la oferta política de cara a 2027.

¿Y si Milei pierde?

or el contrario, si la oposición logra frenar el avance oficialista y le arrebata el control del Congreso, se abriría una etapa de altísima tensión política. No puede descartarse un escenario de creciente ingobernabilidad, intentos de freno institucional a las reformas y presión desde los mercados. El propio Milei, que basa gran parte de su legitimidad en la épica de la confrontación, podría profundizar su discurso contra “la casta” y radicalizar aún más su gobierno.
A su vez, el resultado podría marcar el comienzo de una reconfiguración política opositora con vistas a 2027, consolidando liderazgos provinciales o nuevas alianzas.

Un sistema electoral agotado, una sociedad en la encrucijada
La sucesión permanente de comicios en nuestro país –producto de un sistema electoral desdoblado y altamente fragmentado– ha contribuido a un clima de incertidumbre constante. Pero esta elección se distingue del resto: la sociedad deberá decidir si valida o rechaza una transformación de fondo que no tiene antecedentes cercanos.
Argentina está en una encrucijada. En 2023 votó “cambio”, pero ese cambio todavía no ha mejorado la vida cotidiana de la mayoría. El rumbo actual ha ordenado algunas variables macro, pero a un costo social elevado. Las elecciones legislativas marcarán el límite –o el impulso definitivo– para un modelo que interpela las bases mismas del pacto social argentino.

El desafío del sistema político: salir de la grieta
Más allá de los resultados, la dirigencia política argentina enfrenta un desafío mayor: construir una nueva etapa institucional que no se agote en la polarización ni en el cortoplacismo. Las próximas elecciones legislativas no deberían ser solo una pulseada de poder, sino la oportunidad para iniciar un debate serio sobre los consensos mínimos que el país necesita para salir de su estancamiento estructural.
Argentina requiere de un nuevo pacto democrático que articule responsabilidad fiscal con inclusión social, apertura al mundo con desarrollo productivo, y reformas con sensibilidad política. La crisis puede ser un punto de quiebre, pero también una oportunidad.

Y para que ese camino sea posible, el sistema político debe asumir con madurez que la grieta no es una estrategia ni una identidad: es el principal enemigo que tiene el país. Mientras la política se divida en bandos irreconciliables, será imposible construir un proyecto colectivo que le devuelva estabilidad, esperanza y progreso a la sociedad argentina.

La salida no será por derecha ni por izquierda, sino por una madurez política que permita acuerdos estables, reglas claras, respeto institucional y un horizonte compartido. 
 

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Redacción

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