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lunes, octubre 27, 2025

Elena Kostyuchenko, periodista rusa exiliada en EE.UU.:»El fascismo es una enfermedad colectiva»

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La periodista rusa Elena Kostyuchenko escribió Amo a Rusia después de perder su casa y su país. Exiliada en Estados Unidos, donde da clases en una universidad que prefiere no citar, advierte en una entrevista que «el fascismo es una enfermedad colectiva» que debe combatirse desde el interior de cada nación.

La periodista rusa Elena Kostyuchenko escribió Amo a Rusia después de perder su casa y su país y exiliarse en EE.UU. Foto: EFE/Alejandro GarcíaLa periodista rusa Elena Kostyuchenko escribió Amo a Rusia después de perder su casa y su país y exiliarse en EE.UU. Foto: EFE/Alejandro García

Su obra se publica en español en la editorial Capitán Swing. Es una crónica de Rusia que da voz a los olvidados por el sistema, desde internos en instituciones psiquiátricas hasta niñas de pueblos reclutadas para la prostitución, y que entre esos relatos de un país que se extiende mucho más allá de Moscú entremezcla su propia historia, una de sacrificio y opresión.

Ella trabajaba para el ya censurado diario Novaya Gazeta. Huyó de su territorio natal al comienzo de la guerra con Ucrania, y desde esa distancia afirma que aunque «Rusia es más grande que (el presidente, Vladímir) Putin y que el fascismo», no duda en calificar a su país como tal.

Calificada como traidora

«Me resulta difícil de procesar porque la Unión Soviética combatió el fascismo en su día y casi todas las familias participaron en esa guerra, pero no hay más que ver las cosas que se están diciendo», dice sobre el actual régimen, en el que ella ha llegado a ser calificada de traidora a la patria.

Kostyuchenko (Yaroslavl, 1987) reveló en 2023 su sospecha de haber sido envenenada por el Estado por su cobertura de la invasión de Ucrania. Defender sus propios derechos como homosexual también le valió ser golpeada y arrestada, y sus críticas a la ambición expansionista de Rusia le han costado enfrentamientos con su propia madre, a quien le cuesta aceptar que la URSS ya no es «el país más importante del mundo».

«Me gustaría pensar que Putin es el único problema que tenemos, pero es solo uno de los 150 millones de rusos, y todos son responsables. Es difícil entender qué está pasando en Rusia ahora mismo, porque el periodismo básicamente está criminalizado. El fascismo necesita represión, porque requiere que la gente esté atemorizada», señala en una conversación mantenida por Zoom.

La periodista cree que el primer paso para que haya un cambio pasa por lo que está sucediendo ya en Rusia, que «la gente se está cansando de esta guerra», lo que en su opinión ofrece «una ventana de oportunidad». No ve realista que pueda tener lugar un golpe de Estado, pero sí considera que la revolución es algo a lo que se puede aspirar.

Unión ciudadana

«Gente diferente con diferentes valores y opiniones está empezando a trabajar junta. Ese es un primer paso. Y obviamente Putin y su Administración lo saben, por eso se está reprimiendo mucho a la sociedad rusa, para hacerles tener miedo a unos de otros«.

Kostyuchenko no apuesta porque la presión ejercida desde fuera funcione. Algunas sanciones aplicadas para aislar al país, sostiene, sirvieron para preservar su economía y financiar la guerra. «Así que si yo fuera un político occidental me esforzaría por apoyar a la sociedad civil dentro de Rusia, a quienes están ahí y pueden cambiar las cosas».

La periodista rusa Elena Kostyuchenko en una imagen facilitada. EFE/ Capitán Swing La periodista rusa Elena Kostyuchenko en una imagen facilitada. EFE/ Capitán Swing

Ella se mantiene optimista porque «si no fuera así no sería capaz de seguir adelante». Pero sí admite que la maquinaria rusa de propaganda, «extremadamente sofisticada, casi perfecta», complica que los ciudadanos puedan levantarse contra el Gobierno.

«Espero estar equivocada, pero parece que funcionarios del Estado ruso están pensando en aplicar cada vez más el modelo chino a la realidad rusa, como la desconexión de internet. La gente tiende a pensar que es más lista que la propaganda, pero esta influye a todo el mundo en diferentes niveles», advierte.

En su libro ella concluye que la palabra no puede detener una guerra ni salvar un país, pero sí defiende que tiene el poder de crear conexiones entre la gente, que en última instancia «son lo más fuerte que tenemos en el mundo».

Kostyuchenko no se arrepiente de los sacrificios que ha tenido que asumir precisamente por hacer valer su voz.

«Sabes que muchos de tus colegas han sido asesinados y que algún día puede que te pase a ti. Sabes que algunos acaban en el exilio y nunca pensé que yo sería una de ellas, (…) pero sin duda –concluye– no tengo la impresión de que haya sido un error».

Con información de EFE.

Redacción

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