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sábado, mayo 10, 2025

Emmanuelle Bayamack-Tam: «Las sociedades occidentales son demasiado prosaicas y mercantilistas»

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Adriana Muscillo

La escritora francesa Emmanuelle Bayamack-Tam, ganadora del Premio Médicis y del Premio del Libro Inter, vino a Buenos Aires para participar en la 49ª Feria Internacional del Libro. En este marco, presentó sus novelas Arcadia y La decimotercera hora, dos obras que exploran comunidades cerradas, la identidad y la búsqueda de sentido.

En Arcadia (2018), la autora nos introduce en Liberty House, una comunidad utópica dirigida por un líder carismático llamado Arcady, donde la protagonista, Farah, busca entender su identidad en un mundo que desafía las normas tradicionales. Por otro lado, La decimotercera Hora  (2022) se centra en Farah, una joven que crece en una congregación religiosa fundada por su padre, Lenny, y que mezcla espiritualidad, poesía y creencias no convencionales.

Se trata de una comunidad un tanto particular: feminista, queer, animalista en la que no se menciona a Dios y, en su lugar, se le rinde culto a los poetas Gérard de Nerval y Arthur Rimbaud. De hecho, el título de la novela refiere a un soneto de Nerval llamado «Artemis», en el que el autor refiere al uso de la decimotercer sílaba, cosa poco frecuente en los sonetos, de manera tal que puede ser la última pero, también, la primera.

Ambas novelas comparten puntos en común: la reflexión sobre la utopía y sus límites, el papel de las figuras carismáticas, la fluidez de la identidad y el poder del lenguaje y la poesía. Con una prosa intensa y una mirada irónica, Bayamack-Tam desafía las estructuras sociales y nos invita a cuestionar la relación entre libertad individual y colectividad.

La escritora, nacida en Marsella en 1966, es profesora de letras modernas y enseñó durante 35 años literatura en el Liceo. Es autora de unas veinte novelas y dos piezas de teatro. Algunas de estas obras fueron publicadas con el seudónimo de Rebecca Lighieri.

En diálogo con Clarín, Bayamack-Tam abre las puertas de su universo literario para interpelarnos acerca de las posibilidades y contradicciones de nuestras propias creencias.

–En estas dos obras se evidencia su preocupación por la exploración de la marginalidad, de la transgresión y la identidad. ¿Qué experiencias o qué sentimientos la han inspirado hacia esos temas?

–Yo tomo distancia de mi vida real. Escribo ficción, aun cuando esa ficción se alimenta de lo que vivo. De todas maneras, lo que uno escribe es autobiográfico pero yo intento, también, elegir personajes que estén muy lejos de mí, personas que están a menudo al margen de la sociedad, porque no quiero contar una historia de una persona burguesa, blanca, heterosexual, extremadamente ceñida a las normas, como es mi vivencia propia.

–En ambas novelas los personajes, en su mayoría, están voluntariamente al margen de la sociedad…

–Claro, ellos fundaron comunidades. Hay personajes que son físicamente extraños,  que están un poco excluidos del mercado del amor, ya sea por vejez, por decrepitud, por fealdad o, como Farah, por su intersexualidad pero lo que me interesa es que, en los márgenes, en mi opinión, se experimenta a menudo maneras de vivir disidentes, más libres, que pueden inspirarnos a nosotros que no vivimos en esos márgenes.

Emmanuelle Bayamack-Tam en Buenos Aires. Foto: Guillermo Rodríguez Adami. Emmanuelle Bayamack-Tam en Buenos Aires. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.

–Como los poemas de Charles Baudelaire que parecen estar sobrevolando su obra todo el tiempo…

–Las flores del mal ha sido para mí una especie de shock inicial, pero también La metamorfosis de Ovidio, que atraviesa todo lo que escribo, donde encontré el gusto por la fluidez, por la transformación, por hacer pasar al personaje de una especie a la otra, de un género al otro. Pero escribir, para mí, es situarme en una línea de autoras y autores como Zola, Nerval, Balzac, Rimbaud. Puedo hacer referencias a Kafka, Dickinson, Woolf, Proust, Racine y eso no me impide hacer alusión a autores o productos más populares…

–En ambas obras pero, en especial en La decimotercera hora, aparece muy fuertemente la idea de la adoración a la poesía como si fuese un Dios, el Dios Nerval, si se quiere. ¿Cuál es su vínculo con la espiritualidad y con las creencias?

–No sé si quise que la poesía reemplace a Dios pero, en todo caso, que alrededor de la poesía se cree un colectivo de consuelo y que la poesía ocupe el lugar de la fe para esa gente que ya no cree en Dios; que accedan a algo que les dé sentido. No es tan simple como eso pero me parece que las sociedades occidentales son demasiado prosaicas, demasiado mercantilistas, y entonces, imaginé esta comunidad un poco disidente, un poco delirante, en la cual la belleza y la poesía van a ocupar el lugar de la fe.

–¿Cómo fue el proceso de invención de estas comunidades utópicas tan particulares? ¿En qué modelos se basó para crearlas?

–Me interesaron las sectas como la Orden del Templo Solar, las ecociudades que existen en Portugal por ejemplo, una comunidad que existe en Francia que se llama Longo Mai y, por otra parte, hay una suerte de fraternidad religiosa que me interesa desde hace mucho tiempo, que existe en Francia al menos desde el Siglo XII, que se llama “La hermandad del espíritu libre”, que era clandestina y por eso se sabe poco sobre ella…

–¿En qué reside su interés?

–En cierta voluntad de emancipación que uno percibe allí; una voluntad de salir del sistema y de luchar contra lo establecido, de inventar otras maneras de amar, otras maneras de concebir el poder y de relacionarse con el dinero. Siempre es en torno a esos tres temas: qué hacemos con el amor -con el poliamor, el rechazo a la exclusividad amorosa, el rechazo a la heterosexualidad-; qué hacemos con el dinero -estas comunidades funcionan de una manera comunista, digamos- y qué hacemos con la distribución del poder -en general, esas comunidades adoptan cierta horizontalidad en ese sentido.

–En Arcadia, sobre todo, ese corrimiento de los límites se expresa de un modo contundente…

–En Arcadia, Liberty House es una comunidad fundada por Arcady que intenta tener unas reglas más respetuosas de la vida, porque son vegetarianos, es una comunidad en la cual todos los adultos se acuestan juntos, no es una comunidad pedófila pero los hombres, las mujeres, de cualquier edad y de cualquier especificidad duermen juntos, yo quise mostrar esas comunidades que tienen grandes principios, bellos valores, son comunidades que reciben a los inmigrantes, por ejemplo

–En su opinión, estas comunidades, que sostienen la libertad como principio, ¿corren el riesgo de caer en lo contrario, en cierto encierro, como las otras doctrinas o sistemas religiosos?

–Lo que es seguro es que muchas de estas comunidades en la historia han fracasado, ya sea porque hay intereses sectarios, o porque hay un gurú que intenta liderar o porque las relaciones amorosas, con el afán de la libertad, terminan fracasando. Entonces, yo tengo una relación ambivalente con estas comunidades: a la vez creo en ellas, en los pequeños colectivos que buscan ser autónomos, pero es una relación ambivalente porque estas comunidades pueden ser a la vez un núcleo de libertad y un núcleo de exclusión.

Emmanuelle Bayamack-Tam en Buenos Aires. Foto: Guillermo Rodríguez Adami. Emmanuelle Bayamack-Tam en Buenos Aires. Foto: Guillermo Rodríguez Adami.

–Hablando de ambivalencia, en La decimotercera hora el personaje de Lenny, el fundador de la comunidad, es perfecto. ¿Su intención con este personaje fue genuina o irónica? ¿Debemos creer en Lenny?

–Yo concebí a Lenny como un personaje perfecto. Él tiene toda mi simpatía. Hay una cualidad en él: su ausencia de narcisismo, de egocentrismo, su ausencia de vanidad. Él es amable, tiene una abnegación, una energía, es un personaje carismático. Para mí, Lenny es verdaderamente un altruista, un santo, es un personaje admirable pero yo entiendo que el lector puede recibirlo de una manera ambigua, contradictoria…

–Las dos obras evocan una utopía, ¿qué va a pasar con ellas? ¿tienden a prosperar o a fracasar?

–Son dos utopías que fracasan. En Arcadia, se instalan en el campo, son ecologistas, están en contra de la explotación animal, por eso son vegetarianos; son inclusivos con las capacidades diferentes, uno quisiera que eso funcione pero ellos son perseguidos por la prensa, porque su funcionamiento es juzgado como problemático y, finalmente, fracasan y en La decimotercera hora, esa comunidad. que es una especie de hogar revolucionario, ellos no llegan a galvanizar a sus discípulos, No es seguro que todas las utopías van a fracasar, son fracasos relativos pero uno tiene la idea con Farah que es joven y que comprendió muchas cosas, que, sin duda va a tomar la posta.

  • Nació en Marsella, en 1966 y es profesora de letras modernas.
  • Es autora de veinte novelas y dos piezas de teatro: 6P. 4A. 2A. (nouvelles, 1994), Rai-de-cœur (1996), Tout ce qui brille (1997), Simple Figuration (2002), Pauvres morts (2000), Hymen (2003), Le Triomphe (2005), Une fille du feu (2008), La Princesse de. (2010), Si tout n‘a pas péri avec mon innocence (2013), Mon père m‘a donné un mari (teatro, 2013), Je viens (2015), Arcadia (editada por El cuenco de plata en 2022), À l‘abordage ! (teatro, 2021), Autopsie mondiale (2023).
  • Y bajo el pseudónimo de Rebecca Lighieri de Husbands (2013), Les Garçons de l‘été (2017), Eden (2019), Que dire ! (en colaboración con Jean-Marc Pontier, 2019), Il est des hommes qui se perdront toujours (2020), Wendigo (2023) y Le Club des enfants perdus (2024).
  • La decimotercera hora resultó ganadora del Premio Médicis y del Premio Landerneau en 2022.

La autora se presentará hoy viernes en la Librería Eterna Cadencia a las 19 y el sábado 10, será entrevistada junto al escritor Miguel Bonnefoy por el profesor Diego Chotro, director de la Alianza Francesa de Belgrano, en la Librería Las mil y una hojas, avenida Córdoba 960 a las 11. Esta actividad será en francés. Todo, con el apoyo del Instituto Francés de Argentina. Entrada libre y gratuita hasta agotar la capacidad de la sala.


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