Resulta imposible reconocer el lugar donde sigue: Muntaner, 4. La pista la ofrece el cartel que anuncia el establecimiento inscrito en un marco decente y estiloso: Emporium.
Sala Emporium era una pista de baile que camuflaba otra realidad: la de facilitar encuentros entre las parejas que al son de la música se reconocían atraídos. Se anunciaba oficialmente que se trataba de señoritas entrenadoras, aunque en verdad eso era lo de menos.
Por aquel salón de alterne desfilaron los grandes artistas en especial de la canción francesa
Fue un tipo de local que en el primer tercio del siglo XX proliferaba en Barcelona. Popularmente lo calificaban de baile taxi. Los asistentes habían de comprar tiques y entregarlos a cada una de las chicas con las que se emparejaban.
El gran pintor Antoni Clavé me confesó en sus memorias que en su juventud frecuentaba estos lugares, pues le gustaba mucho bailar y lo hacía muy bien. Lo que luego sucedía a la salida, tras el cierre, era una pura decisión personal.

El rótulo permite reconocer el local y el lugar del Eixample en los años 20
JOSEP DOMÍNGUEZ / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
La Sala Emporium abrió sus puertas en 1927. El nombre cuadraba en el fondo con la realidad, al escoger esa palabra latina que significaba lugar importante para comerciar; no se especificaba especialidad alguna… Cuesta reconocer aquel perfil de la zona, pese a ser Eixample.
Antes de la guerra pasó sin pena ni gloria. El cambio radical tuvo efecto en los años 50; pese a seguir como sala de baile, se encumbró como un atractivo escenario de espectáculos muy notable y novedoso. Se podía, aún, bailar con “señoritas”, aunque eran menos y mucho más discretas…
Que en plena dictadura desfilaran grandes estrellas del firmamento artístico como Josephine Baker, Gilbert Becaud, Juliette Greco, Charles Aznavour, Line Renaud, Charles Trenet o Luis Mariano, entre otros, se convirtió en un oasis de libertad y abierto al mundo.
El primer biógrafo del gran Jacques Brel aseguraba que nunca había querido actuar bajo el franquismo. No era cierto: presencié con entusiasmo y no poca emoción su arte tan original.
El artífice de semejante realidad fue Emili Serrats, padre del destacado periodista Jaume Serrats i Ollé, quien exploraba sobre todo en París y en Londres la aparición de estrellas nuevas.
Lee también
En los años 70 se transformó en otro tipo de escenarios, que acabó finalmente en la teatral presente Sala Muntaner.
CUADERNO BARCELONÉS
Elogio de la sombra
El Ayuntamiento de Barcelona quiere mejorar la presencia de la sombra en el espacio público. El cambio climático amenaza e importa introducir sin demora estrategias novedosas. En el norte europeo desde antiguo se proyectaron enormes ventanales en las fachadas para que la poca iluminación exterior alcanzara cuanto más al fondo. Somos la ciudad con más árboles alineados de Europa gracias al genial Cerdà; y él propuso ventanas de librillo para protegernos del sol parándolo en el exterior. El gran Coderch proyectó con su inimitable estilo la misma estrategia ya en la casa de la Barceloneta. Los comercios que llenaron en siglo XIX toda la planta baja de la calle Ferran tendieron una hilera ininterrumpida de toldos plegables para impedir que penetrara el sol; las fotografías históricas lo documentan con excelencia. Pero llegó la tentación de levantar casas envueltas en gigantescas cristaleras; y para tranquilizar al personal ofrecían el enorme poder del aire acondicionado. Un error fruto del orgullo. Que la acertada campaña municipal a favor de la exigencia de la sombra se imponga y triunfe.