Bloomberg Línea — Colombia se convirtió en el país con la electricidad más costosa de América Latina. Un estudio de la firma Energy Master reveló que la tarifa promedio alcanza los US$0,200 por kilovatio hora (kWh), superando a Perú (US$0,175), Chile (US$0,148), México (US$0,132) y Argentina (US$0,095). Incluso rebasa a Estados Unidos, donde el costo industrial ronda los US$0,135/kWh.
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En términos simples, una compañía nacional hoy paga casi 50% más que una en Norteamérica por cada kilovatio consumido. Esta brecha amenaza la competitividad de la industria, el bolsillo de los hogares y la capacidad del país para atraer inversión extranjera.
“El costo de la energía se convirtió en el nuevo impuesto silencioso de la competitividad. Quien no lo entienda, quedará fuera del mapa de inversión”, dijo Alejandro Ramírez, CEO de Energy Master y autor del informe.
De la ventaja a la desventaja
En 2015, Colombia destacaba por su matriz hídrica y tarifas intermedias que la hacían atractiva en la región. Diez años después, esa ventaja desapareció. Mientras países como Chile bajaron sus precios al quintuplicar su capacidad solar y eólica, Colombia aumentó la dependencia de plantas térmicas, más costosas por operar con combustibles fósiles.
En pesos, la diferencia es aún más notoria: entre 2015 y 2025 la tarifa subió 68%, de COP$465 a COP$780 por kWh. En el mismo periodo, Perú aumentó 35%, México 27% y Chile 26%. El resultado es que un textilero en Medellín, Cali o Bogotá paga hoy hasta 35% más que un competidor en Santiago, una brecha que puede definir si logra exportar o queda fuera del mercado.
La tormenta perfecta
El alza responde a una combinación de factores. Cada sequía obliga a encender térmicas, elevar el consumo de gas y recurrir a importaciones de GNL, lo que dispara los costos. A ello se suma la presión sobre las reservas nacionales: según la Agencia Nacional de Hidrocarburos, al cierre de 2023 el país contaba con solo 6,1 años de reservas probadas de gas, lo que anticipa una mayor dependencia de importaciones en menos de una década.
El panorama se agrava con el retraso en la transición energética. Más de 80 proyectos eólicos y solares en La Guajira siguen frenados por falta de infraestructura, en especial la línea de transmisión Colectora. “Colombia paga hoy el costo de no haber construido transmisión a tiempo. Los proyectos existen, pero la energía no puede fluir”, recalcó Ramírez.
Estrategias de supervivencia
El estudio advierte que las compañías no pueden esperar soluciones estatales. Recomienda avanzar en eficiencia energética —con motores optimizados e iluminación LED—, autogeneración solar, que permite ahorrar hasta 30 % gracias a la Ley 1715, y almacenamiento en baterías, clave para garantizar continuidad y aprovechar precios bajos en horas valle.
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“Estas tres jugadas son la nueva póliza empresarial: menos kilovatios comprados, más generación propia y capacidad de almacenamiento”, señaló Ramírez.
Una decisión política pendiente
El informe concluye que el reto no es técnico, sino de voluntad. Sin acuerdos con comunidades y una estrategia clara, la transición energética seguirá estancada. “No solo estamos pagando tarifas más altas: también elevamos el riesgo de un desabastecimiento. Si no se actúa ahora, la seguridad y la soberanía energética estarán en juego”, advirtió Ramírez.