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jueves, mayo 8, 2025

En Doha, la obra de Damien Hirst que permaneció cubierta cinco años y hoy da nombre a un barrio

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La capital de Qatar se jacta de una arquitectura de grandes firmas, que rivalizan entre sí en su costa de rascacielos y algunos grandiosos museos, y también se ufana del arte público salpicado por Doha y las afueras. Desde los cuatro monolitos de acero de Richard Serra y el conjunto de refugios del danés Olafur Eliasson, en los blancos desiertos de piedra, hasta las obras en espacios urbanos, el país propone un canon del arte occidental –siempre blue chip, nunca emergente– para estas más de dos décadas del siglo XXI. Entre todas esas obras, un artista motivó una erupción de repudio en 2013, «El viaje milagroso», The miraculous journey, de Damien Hirst.

Todas estas iniciativas, al igual que la gran muestra de modernismo latinoamericano, con la colección Malba en el Museo Nacional qatarí, se deben a la Sheika Al Mayassa bin Khalifa Al Thani, presidenta de la Autoridad de Museos de Qatar y hermana del Emir Tamim, benefactora y meridiano de la cultura qatarí. De hecho, el país por fin logró su espacio propio para un pabellón nacional en la Bienal de Venecia, en la sección selecta de Giardini.

El artista británico, sin embargo, fue para disgustos. Es que Hirst, cuya compulsión al escándalo como estrategia de promoción ha restado respeto crítico por su obra, colmó su propio extremo en Doha, al continuar en bronce su serie de animales seccionados y eternizados en formol, esta vez con fetos. Llevó años aplacar esa controversia. Ahora esas manzanas de la ciudad se conocen como el “Barrio de los bebés”.

La obra de Hirst está alejada de los circuitos turísticos y, por lo tanto, fuera del radar de los occidentales. «El viaje milagroso» consta de 14 esculturas colosales de bronce, pautadas a lo largo de unos 100 metros y montadas sobre un estanque lineal, frente al Centro Médico Sidra, una maternidad y centro pediátrico también de alzada descomunal, en las afueras de Doha. La obra está concebida -de concepción se trata- con un lenguaje de atlas anatómico y radiografía. Supera, por lo tanto, la cuestión resbaladiza del gusto: “grotesta”, “burda” y “cínica” fueron algunos de los adjetivos con los que oí describirla a historiadores y curadores europeos. Retrata, en el límite de lo aceptado como “representable”, la vida y evolución intrauterina del embrión. El resultado tiene cierta reminiscencia a los personajes obesos del colombiano Fernando Botero, por la excelencia de sus fundidores aplicada a una materia que vibra con lo escatológico: nuestra vida interior. La realización y su literalidad confrontan por igual, aunque por motivos opuestos, a la cultura islámica y al juicio occidental. Quizá su más aspecto interesante son los tabúes que lesiona.

El tabú anatómico

Vayamos por partes. Un óvulo, un espermatozoide y se hace la vida. Multiplicación de células en cascada: hasta aquí, arte geométrico, alusión a la vida sin precisar la especie. ¿Pero hace falta representar el útero, las trompas de Falopio, la placenta y el cordón umbilical, y esa larva que todos fuimos? La segunda pregunta es: ¿por qué no? Las esculturas fueron emplazadas en 2013, cuando la Maternidad Sidra todavía no estaba inaugurada.

Primeros días: la concepción según Damien Hirst, en Doha.
Primeros días: la concepción según Damien Hirst, en Doha.

El rechazo estalló con fuerza en las redes sociales en el país, por motivos exactamente contrarios a los que se habría denunciado en Occidente. En EE.UU. y América Latina se la habría impugnado por reducir a la mujer a la fecundidad y la misión reproductiva, y lo habríamos interpretado como una campaña natalista, contra los derechos sexuales de la mujer. Claro que el aborto está prohibido en Qatar; el país promueve activamente la natalidad alta entre los ciudadanos qataríes, que suman apenas el 15 % de la población. En Doha, en cambio, diversas voces y ongs consideraron la obra violatoria de los principios del islam, que condena la representación de la figura humana, si bien no en todos los casos. La Autoridad de Museos de Qatar tuvo que cubrir las piezas con fundas, argumentando el fin de “protegerlas mientras continuan las obras” en el Centro Médico. Las 14 piezas de «El Viaje milagroso» permaneció cubierto durante cinco años.

En el comienzo: En el comienzo: «El viaje milagroso», de Hirst.

Una de las constantes de este milenio, en Buenos Aires, Doha o Berlín, es la reacción colectiva ante los cambios –o las permanencias indeseadas– en el espacio público; en los EE.UU. y Latinoamérica con frecuencia se reacciona con la vandalización. El derribo de estatuas es casi el manifiesto de todo gran cambio de orden. En Francia, la obra «Dirty corner», la enorme vagina de Anish Kapoor emplazada en los jardines de Versailles en 2015, fue objeto de vandalización también por grupos conservadores, y el «Ramo de tulipanes», de Jeff Koons, regalo de los EE.UU. a París en homenaje a los muertos del bar Bataclan, inaugurado en 2019, también sufrió una grafitteada menor. Ese mismo año, en Qatar, los monolitos abstractos de Serra, en el desierto, sufrieron pintadas; los vándalos fueron procesados. No obstante, los «bebés» de Damien Hirst siguen en su lugar, con su bronce hiper pulido y sin vigilancia ostensible.

Atlas anatómico: “grotesta”, “de mal gusto” y “cínica” son adjetivos atribuídos a la obra. Atlas anatómico: “grotesta”, “de mal gusto” y “cínica” son adjetivos atribuídos a la obra.

¿En qué medida «El viaje milagroso» se opone a los principios islámicos? Los detractores de las esculturas iniciaron un hashtag en Twitter (en árabe, #No_sculptures_in_Qatar). El principal argumento fue que las esculturas imitan el arte occidental y, sobre todo, que la representación no debería competir con lo que es estrictamente una prerrogativa divina, la de dar vida. Y persiste un misterio: hacia la mitad de la secuencia, una de las esculturas muestra la posición de un embarazo de mellizos, pero en la siguiente, hay un solo feto. Entre algunos curadores y académicos circulan versiones y leyendas urbanas que justifican el salto sin una explicación obstétrica.

En suma, la obra fue vista como irrespetuosa de la doctrina islámica. No obstante, hay un punto en que islam y laicismo coinciden: pese a toda la pornografía que atraviesa y motoriza tanto el consumo como la industria audiovisual en Occidente –y aunque el género del cine gore o splatter viene de vivir una consagración con el film La substancia, y si bien los derechos reproductivos siguen siendo objeto de una lucha incensante–, persiste una forma de pudor que todavía vela el embarazo y los órganos involucrados en él.

Sheika Al Mayassa Al Thani, en abril, en la apertura en Doha de la muestra de videos que participaron de la Bienal de Venecia 2024. Sheika Al Mayassa Al Thani, en abril, en la apertura en Doha de la muestra de videos que participaron de la Bienal de Venecia 2024.

Puntualmente, el Corán prohibe la adoración de ídolos, y por tanto, la representación humana en ámbitos de introspección religiosa. Pero los académicos pronto salieron a precisar que lo que se considera un ídolo está vinculado al contexto. El jeque Mahmoud Anani Nafee, experto en estudios islámicos, observó que en la Sharia, la prohibición aplica a la figura humana en las mezquitas, pues distrae de la adoración de Alá, pero que el contexto de la obra de Hirst es científico y pedagógicos. Aunque no existe una perspectiva islámica unificada sobre las representación –-el islam atraviesa culturas muy diversas y geográficamente aparatadas–, la interpretación de lo que se considera idolatría siempre es la primera tentación de los conservadores.

Hirst, explicando cómo se ubican los mellizos. Hirst, explicando cómo se ubican los mellizos.

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Según un informe del diario The New York Times, el conjunto tuvo un costo de $20 millones. En su sitio web, Hirst defendió que su obra describía “un proceso extraordinario” y “más grande que cualquier otra cosa” en la vida de todo ser humano. Esa misma línea empleó la jequesa Al Mayassa Al-Thani: «El viaje milagroso» no contraviene al al islam pues el Corán se refiere al “milagro del nacimiento”. Algunos subrayaron que las piezas se alinean por completo con la finalidad del Centro Médico Sidra, mientras otros defensores preguntaron cómo tantas personas podían rechazar el proceso mismo que “los trajo a la vida”.

Cerca del nacimiento, en pleno giro hacia el canal vaginal. Cerca del nacimiento, en pleno giro hacia el canal vaginal.

Ante el embate ultraconservador, con su corriente subterránea de política explícita en una monarquía, las autoridades hicieron encuestas entre el público sobre el grupo escultórico de Hirst y las demás piezas de arte público que pautan la ciudad hasta convertirse en señas cardinales. Una vez completadas las obras del Centro Médico Sidra, en octubre de 2018, las fundas fueron removidas y «El viaje milagroso» quedó expuesto y, de alguna manera, completó su sentido. Un año y medio después, la cuarentena acalló los debates. Hoy se conoce esa zona de la ciudad como “el Barrio de los bebés”.


Sobre la firma

Matilde Sánchez

Matilde Sánchez

Prosecretaria de Redacción. Editora Jefa de la sección Cultura y revista Ñ. [email protected]

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