–… Suena prejuicioso, pero la imagino a corto plazo sobre una camioneta todo terreno, con gafas espejadas, celular en mano, perfume de ciento cincuenta dólares y ropa de las marcas más caras. Usted misma canta eso de “… a las cosas simples las devora el tiempo”.
–Pará. Primero dividamos: celular tengo, una 4×4 me encantaría, pero perfume uso el que me regalen, y anteojos negros… compré, pero no me los pongo en público. Me da vergüenza. No soy yo.
–¿A que en breve los va a usar sin culpa?
–¿Cuánto que no?
Pasaron veintiocho años de aquella entrevista en el camarín del Teatro Gran Rex y el periodista que escribe, si bien recuerda patente aquella pregunta con cierto dejo de desafío, en especial no olvida la respuesta desenfadada de Soledad Pastorutti, a días de haber cumplido los 17, cuando el boom de sus inicios en la música, sin embargo, le permitía agregar desde una madurez que el tiempo ratificaría: “Apenas empezó el boom en otras provincias, hace un par de años, sentí temor áñadía-. Sin embargo, cada vez estoy más segura de que si quiero, puedo. Y por ahora quiero. Si mañana no quiero o no puedo, vuelvo a mi pueblo de siete mil habitantes, busco novio, me caso, tengo hijos, formo una familia y disfruto tranquila”.

Pasaron veintiocho años, tal cual, pero pareciera que sólo pasó eso. Porque La Sole quiso y pudo no sólo cumplir el objetivo de vivir de su arte, sino de volver a su pueblo de siete mil habitantes (los que mantiene), buscar novio (Jeremías Audoglio), casarse (el 21 de abril de 2007), formar una familia (Antonia llegó el 11 de junio de 2010 y Regina, el 18 de febrero de 2013) y disfrutar tranquila en su Arequito natal. Claro, porque aunque todo lo haya hecho, nada parece haber cambiado. Ni siquiera su sana costumbre de incursionar -como tantas veces desde aquel 1997 a la fecha- por el Gran Rex, donde vuelve hoy, domingo 12 de octubre de 2025 y volverá mañana, lunes 13, para celebrar sus 45 años y seguir girando y girando por el mundo de la música… con o sin anteojos negros.
LA PRIMERA ENTREVISTA CON NUESTRA REVISTA: PONCHO AL VIENTO Y «MEDIA CANCHA DE RIVER» BAJO SU ENCANTO
«Corrientes al ochocientos, puertas adentro -comenzaba GENTE desde sus páginas, un texto que ahora replicaremos hasta el final-. La antesala del Gran Rex surge invadida por voces que se superponen expectantes, excitadas. Algo está por suceder. Los espectadores, la mayoría primerizos en esto de escuchar folclore, no saben bien qué les depararán los minutos, pero siguen llegando envueltos en curiosidad para ver en vivo y en directo a quien acaban de bautizar “el huracán Soledad”. Lo cierto es que no queda entrada por vender, ni de 10, ni de 15, ni de 20, ni de 25 ni de 35 pesos. Nada de nada. “Es la hora, es la hora, es la hora… de entrar”, emulan a Xuxa los más bochincheros. Y claro: es la hora de de la joven Pastorutti.
Diecisiete años recién cumplidos, santafesina de Arequito, 1,56 de altura, 47 kilos; 330 recitales, 300 mil placas vendidas (quíntuple platino) con su Poncho al viento. Agenda completa hasta abril de 1998, temporada en la que nos representará durante la apertura del Campeonato Mundial de Fútbol de Francia. Segundo disco en puerta. Una definición tan simple como ella: el nuevo fenómeno argentino de la canción. Sí, algo está por suceder.

Abajo del escenario: gritos sapucai, una variedad generacional desacostumbrada, palmas incansables y gente transitando por distintas gamas de la moda. Puede ser con una vincha alrededor de la cabeza, de elegante sport, con traje y corbata o vestida de noche. La coincidencia es una y fundamental: a ningún integrante del público le falta algo para revolear en su mano. Una chalina, un pulóver, una ¡media de algodón! o -ideal- un poncho.
Arriba del escenario: un piano, dos bombos y cuatro guitarras al galope de sus músicos, seis integrantes del Ballet Nehuen, algún efecto simple (luces, fuego, humo, proyecciones con obras de Florencio Molina Campos) y esa mocosa irreverente de pelo y ojos castaños oscuros que, enfundada en una remera negra -más tarde la cambiará por una clarita-, un chaleco, una bombacha rural con la bandera nacional estampada y borceguíes, arenga al público con su voz grave, estrofas tradicionales argentinas y su poncho por los aires (he ahí la explicación).
Cuando nosotros empezamos a cantar también nos pegaron con un caño. Suele suceder… Tiene buena voz, belleza y ojos impresionantes, pero tales atributos no alcanzan para llenar el teatro con más butacas de la Avenida Corrientes. Es el ángel lo que cautiva. ¿Abrir un juicio sobre su música? Sería irresponsable. Recién tiene 17 años. Quiere crecer y por eso está tomando clases de canto a las órdenes de Susana Naidich. No la comparemos con Mercedes Sosa. Dios movió su mano y surgió. Disfrutémosla» (Juan Carlos Saravia, fundador y cantante de Los Chalchaleros, a GENTE, en 1997)
Abajo y arriba: una combinación telúrica poco común de chacareras, gatos, zambas y valses. De las que parecían perdidas en el firmamento porteño, pero que aquí y ahora pasan una a una: Salteñita de los valles, A mi Corrientes porá… “¡Que la tiren a la hinchada, oh-oh-oh, que la tiren a la hinchada!” Enero, Achalay… Jackelina Biazzi (16) y Mary Cruz Camejo (17), profesoras del Instituto de Arte Folclórico, bailando en medio de un pasillo… Kilómetro 11, Del norte cordobés (para la cual se suma el clon físico, vocal y sanguíneo de Soledad, Natalia, de 15 -hoy de 43-, a quien termina presentando resignada: “Sí, esta maravilla es mi hermana”)… La carta perdida, en alusión a las Islas Malvinas, Que nadie sepa mi sufrir… “A ver, a ver, cómo mueve la colita, si no la mueve, la tiene paspadita.” Puerto Tirol, Canción de las cosas simples, donde la acompaña su padrino artístico César Isella. “¡Otra, otra, otra!… ¡Huija! ¡Aiaiaiaííí!” Y el bis, luego de veinticuatro temas y hora cuarenta de show, con… Mejor guardemos el suspenso para las últimas líneas.
Visitemos primero a la nueva estrella en su pequeño camarín.
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Vasos de Pepsi, un té liviano, edulcorante, agua mineral, un mate, tres masitas cubiertas con crema y chocolate, cinco enormes ramos de flores, la gauchesca indumentaria de trabajo ya descansando sobre el sillón. Paz. Su madre Griselda y su hermana, en la sala de maquillaje. El padre, Omar, de viaje, organizando los próximos recitales en el interior. Un cadete acerca los muñecos de peluche, las cartas y cartulinas adornadas con brillantina, collage o crayones, con inscripciones del tipo: “Sole = mi sol” (Pedro), “Con vos, por la patria” (Chona), “Te amamos” (Daniela y Juan), “A la embajadora preferida” (Lucila). Soledad está como su nombre, en soledad, casi en flor de loto, mirando de reojo el grabador.

–Hace veinte minutos que terminó su octavo recital en Buenos Aires. Hace veinte minutos que se le ven los dientes relucientes. No para de sonreír.
–Es fabuloso. Buscamos una sala chiquita para empezar de a poco en la Capital, y mirá. Estoy un poco asustada. Es muy importante triunfar acá. Te preguntás: ¿qué hice para tanto?
–¿Y qué hizo? Se acaba de sumar una función el 3 de noviembre y otra el 4. Diez en total. No hay demasiados antecedentes parecidos, Soledad. Repito: ¿qué hizo?
–Quizá tengo un poco de voz, pero lo fundamental es que trato de ser la Sole de siempre.
–¿Se puede ser la misma Sole con tanto éxito prendido en su pecho?
–Bueno, en estos días me despertaba de noche, aunque… ¿cómo explicarlo? Trato de comprometerme con la gente, no con los números. Podré llenar teatros y canchas de fútbol, pero jamás voy a abandonar los festivales folclóricos. Son mi cuna.
Estamos ante un fenómeno. La descubrí en la Peña Oficial de Cosquín 1995, cuando tenía 15 años. Parece parida sobre un escenario. Le hace caritas al público, agita el poncho y empieza el delirio. Con Soledad el folclore vuelve al predicamento de su época de oro, los sesenta. Ella no es un producto de merchandising: yo vi al padre vender sus casetes mano a mano en los recitales. Recién al superar los 200 mil empezó la publicidad. Lo de Sole, señoras y señores, es genuino” (Omar Cerasuolo, legendario locutor y conductor de ciclos musicales, a GENTE, en 1997)
–Entonces no es casualidad que haya nacido un 12 de octubre: Día de la Raza. Raza, pasado, orígenes…
–El amor por la tierra que piso me lo inculcaron mis viejos. Lo traigo de casa. No sé qué opinarán los astros.
–¿Y si vaticinaran que lo suyo va a ser algo tan pasajero como una moda?
–Cuando comenzó el boom en otras provincias, hace un par de años, sentí temor. Pero cada vez estoy más segura de que si quiero, puedo. Y por ahora quiero. Si mañana no quiero o no puedo, vuelvo a mi pueblo de siete mil habitantes, busco novio, me caso, tengo hijos, formo una familia y disfruto tranquila.
–Entonces, mientras tanto, nada de pareja, de hogar ni de paz.
–Novio, sí… Ya va a aparecer. La vida no es tan fácil.
–Vida fácil… Suena prejuicioso, pero la imagino a corto plazo sobre una camioneta todo terreno, con gafas espejadas, celular en mano, perfume de ciento cincuenta dólares y ropa de las marcas más caras. Usted misma canta eso de “… a las cosas simples las devora el tiempo”.
–Pará. Primero dividamos: celular tengo, una 4×4 me encantaría, pero perfume uso el que me regalen, y anteojos negros… compré, pero no me los pongo en público. Me da vergüenza. No soy yo.
–¿A que en breve los va a usar sin culpa?
–¿Cuánto que no?

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Y el bis, decíamos, con A Don Ata, otra vez acompañada por su hermana Natalia. “Escuché que este tema la pasan en los boliches… ¡Viva la música argentina!”.
Palabras mágicas o no, a esta hora de la noche el revoleo (hasta hemos detectado algún calzoncillo) sugiere más una hinchada de fútbol que un festival de música tradicional. Así, la provocadora, la agitadora Soledad cierra su función tras el telón colorado. Una leve ola de cambio invade los alrededores de Corrientes al ochocientos. Algo sucedió.
SU PRIMERA EDICIÓN ANIVERSARIO DE GENTE

ENTRE LOS PERSONAJES DEL SIGLO DE NUESTRA REVISTA

SU PRIMERA TAPA DE GENTE EN «SOLEDAD»






LA ÚLTIMA PORTADA

Pastorutti 2025, para en la edición de GENTE que cerraba el mes de julio.
Fotos: Martina Cretella y Revista GENTE
Escaneo y arte de material de archivo: Gustavo Ramírez
Arte de portada de la edición de julio 2025: Darío Alvarellos