La majestuosidad del edificio que alberga al Instituto Cervantes de Madrid, sobre la no menos majestuosa calle de Alcalá, recibió esta mañana a la Tortuga Manuelita, a la Reina Batata y a Doña Disparate, entre otros personajes inolvidables de la escritora y cantautora María Elena Walsh (1930-2011), que recibieron a los invitados al homenaje que tuvo a la autora de «El reino del revés» y a la fotógrafa Sara Facio (1932-2024) como protagonistas.

Después de un año de gestiones y preparativos entre la institución española, el Ministerio de Cultura porteño y la Fundación Walsh – Facio, esta mañana soleada y agradable finalmente un conjunto de obras de Walsh y otro lote de Facio fueron depositados en sendas Cajas de la Letras, en el subsuelo del Instituto Cervantes.
La ceremonia, de una solemnidad conmovedora, estrujó los corazones de los allí presentes que, sin importar la edad, fueron acunados por las canciones de Walsh y abrazados por las imágenes de Facio. «Son dos artistas claramente porteñas, pero al mismo tiempo, muy argentinas», las definió la ministra Gabriela Ricardes en diálogo con Clarín tras la ceremonia.
La presentación del legado se realizó ante un pequeño grupo de participantes, entre los que estuvo Clarín, en la bóveda del antiguo Banco Central, a la que se accede tras dejar atrás una puerta circular, al mejor estilo La Casa de Papel. Aunque el homenaje fue compartido para Walsh y Facio, cada una de las artistas fue valorada individualmente.
«Si la obra de María Elena Walsh alcanza generaciones enteras es, en buena medida, porque su autora desconocía los límites muchas veces artificiales que queremos fijar sobre las prácticas artísticas«, valoró la secretaria General del Cervantes, Carmen Noguero Galilea. Sobre Facio, ponderó que «algunas de sus imágenes han trascendido los límites de la simple obra de arte para convertirse en verdaderos íconos de un tiempo y de un mundo«.
Noguero Galilea recordó que ambas «se conocieron en París en los años 50 y se reencontraron más de una década después en Buenos Aires para ya no separarse. Graciela García Romero escribió que la obra de una y otra son como hilos, un ADN que tiene que ver con nuestra identidad«, completó.
Huellas de una obra
Precisamente García Romero, que preside la Fundación Walsh – Facio, explicó cómo se conformó ese corpus de libros, fotos y hasta una pequeña Manuelita de malaquita, que se ofrendan a las Cajas de las Letras.
«Sara tiene una obra de 30 años de fotógrafa que recorrió varios temas que la distinguen, como la ciudad de Buenos Aires o el peronismo. Pero el mundo cultural era tal vez su corazón. De manera que fuimos hacia ese lado y elegimos a esos escritores que inmortalizó: Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional, Julio Cortázar –con el que tuvo una amistad muy importante– con el cigarrillo apagado. Y a María Elena», detalló.
A esas imágenes sumó el catálogo de la muestra que el Museo Nacional de Bellas Artes dedicó a su obra y cinco retratos de los ganadores latinoamericanos del Premio Nobel de Literatura a quienes Sara Facio había fotografiado mucho antes de que fueran distinguidos. «Se sentía gratificada por haber descubierto antes a esos autores», compartió García Romero.
Por su parte, el legado de Walsh está integrado por versiones antiguas y contemporáneas de sus poemas y de uno de sus títulos infantiles, un volumen con sus escritos feministas, una Manuelita de malaquita de su colección personal de ese personaje eterno («Tuvo miles y guardó algunas, porque era imposible caminar por la casa con la cantidad de Manuelitas que había», compartió) y la letra manuscrita de «Como la cigarra», una canción que funciona «como un himno para los argentinos», dijo la titular de la Fundación Walsh – Facio.
Por último, visiblemente conmovida, Ricardes valoró el rol de las Cajas de las Letras: «Una transformación tan significativa de lo que significa atesorar, guardar y cuidar el valor, en este caso, el valor de nuestros grandes artistas«, dijo.

«Para nosotros desde la ciudad de Buenos Aires es un enorme honor haber sido un nexo para que esto suceda», agradeció tanto el trabajo del director de Relaciones Internacionales del Cervantes, Luis Marina Bravo, como el de María Victoria Alcaraz, directora General de Cooperación Cultural del Ministerio de Cultura.
«Con mucho tesón han encarado hace ya más de dos años esta tarea de atesorar el legado de estas dos grandes mujeres y artistas argentinas que nosotros sentimos tan porteñas en su visión, en su manera de abordar el día a día, de ser mujeres contemporáneas y de generar un numeroso caudal de acervo artístico y ser generadoras de pensamiento».
Ricardes consideró que al dejar su obra en Madrid, «no vamos a tener solamente el legado de estas maravillosas mujeres sino que lo que vamos a dejar hoy en esta caja es un pedazo de nosotros mismos, es un pedazo de la sociedad argentina y de lo que cada uno de nosotros hoy somos gracias a María Elena y a Sara».
Tras el cierre de las cajas y la entrega de sendas llaves simbólicas, el homenaje continuó con un diálogo sobre la vida y la obra de Walsh y Facio y la participación de la artista y cantante española Rosa León, que popularizó en España el repertorio infantil de Walsh, y de la cantautora Sandra Mihanovich, que puso voz (y magia) a sus canciones eternas como «Serenata para la tierra de uno», «Como la cigarra» además de «Endecha española», cuyos versos además fueron interpretados por León.

Cuando la música había dejado de sonar, cuando los últimos saludos se compartían, la titular de la Fundación Walsh – Facio se mostraba agradecida con el homenaje al que seguirán nuevas acciones en virtud del acuerdo que firmaron el Instituto Cervantes junto con la Fundación y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para promover, difundir, visibilizar y también preservar la obra de ambos íconos de la cultura argentina en el mundo.
Por su parte, Ricardes subrayó una característica saliente de Walsh y de Facio: «Son dos mujeres argentinas, pero son también absolutamente porteñas en cuanto a su mirada contemporánea, cosmopolita, rupturista y con una ética implacable. Dos mujeres abiertas que desafiaron también a una época en muchos sentidos. Todo eso, creo, también es un poco constituyente de la ciudad de Buenos Aires», dijo a Clarín.
Un edificio argentino
Las artistas, el repertorio y los recuerdos insistieron en retratar un compromiso a dos orillas del Atlántico, como el de las propias Walsh y Facio, que se formaron en la juventud entre la Argentina y Europa y cristalizaron ese vínculo en sus propias creaciones. Por eso, ningún lugar más indicado para conservar su legado que el Instituto Cervantes, que funciona en un edificio argentino en su origen. Conocido como Edificio de las Cariátides, en rigor esa magnífica esquina fue construida para albergar la primera sucursal del Banco Español del Río de la Plata, fundado en 1887.

El primer inmueble, proyectado y construido en 1918 por los arquitectos Antonio Palacios y Joaquín Otamendi, fue modificado y ampliado con el tiempo para transformarse más tarde en el Banco Central y luego el Banco Central Hispano hasta recibir al Instituto de Crédito Oficial. Esas instalaciones, pensadas para el atesoramiento y circulación del dinero, ahora protegen el idioma español y alimentan su presencia en el mundo, entendiendo que una lengua también es un capital valioso.
La llegada a esa esquina de la calle del Barquillo y Alcalá del Instituto Cervantes puso en la mira qué hacer con esas cajas de seguridad antaño usadas para proteger dinero o bienes en una cámara acorazada.
Ahí fue que nació la idea de las Cajas de las Letras, que atesoran un puñado de obras significativas de escritores, escritoras, cientistas y artistas de Iberoamérica. Son más de 1.800 cajas de seguridad de dos tipos: por un lado, las tradicionales puertas de metal gris con el número que las identifica y las dos cerraduras correspondientes; por el otro, las que presentan una sobrepuerta dorada con el nombre y las fechas del artista que ha depositado ahí parte de su obra para el porvenir.
El legado de la bailarina cubana Alicia Alonso ocupa la caja 1029, justo al lado del del poeta argentino Juan Gelman en el 1028; el Nobel colombiano Gabriel García Márquez tiene su espacio en la caja 1483; el argentino Atahualpa Yupanqui, en la 1466.
— Instituto Cervantes (@InstCervantes) September 30, 2025
No tan lejos de ahí; la poeta argentina Alejandra Pizarnik tiene su caja en el número 1449; los integrantes de Les Luthiers dejaron huellas de su genialidad en la caja 1224; el legado de Ernesto Sábato está en la 1542 y la Universidad de Buenos Aires es una de las cinco casas de estudios del mundo que tiene un espacio, en este caso el 1627. Porque en las Cajas de las Letras están los grandes de la cultura y de la ciencia de habla hispana y desde esta mañana están ahí también María Elena Walsh y Sara Facio.