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domingo, marzo 9, 2025

Enfermar, renunciar a un empleo, cambiar de carrera o de residencia

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Miles de personas suben y bajan cada día en silencio, con mala cara, de los por norma general viejos y feos trenes de la red de Regionales del sur de Catalunya. En las estaciones y en los trenes se respira indignación, ansiedad y una mezcla de resignación y desesperanza. Reiteradas incidencias, largos retrasos y trenes cancelados sin aviso son su insoportable día a día.

El caos ferroviario, agravado con el macrocorte y las obras pero cronificado desde hace años, está haciendo mella. Hasta el extremo de cambiar las vidas de muchos pasajeros, obligados a renunciar a un empleo, a cambiar de estudios o lugar de residencia e incluso sufriendo los efectos sobre la salud.

Marta Folch en Altafulla, donde hace 19 años que coge el tren para ir a trabajar a Barcelona. Ahora teletrabaja tres días por el caos

Marta Folch en Altafulla, donde hace 19 años que coge el tren para ir a trabajar a Barcelona. Ahora teletrabaja tres días por el caos

Alba Mariné

Tremendo ejercicio de empatía es ponerle cara y sentimientos a quienes lo están sufriendo en sus carnes. “Es muy bestia, si no lo vives no te acabas de hacer a la idea”, advierte Maria Escoda, de Tarragona, con su trabaja en Barcelona, mientras sigue en la radio el último descalabro de Rodalies en Bellvitge.

El trabajo de la Plataforma Dignitat a les Vies, con el liderazgo incansable de Ana Gómez, sufrida portavoz y usuaria, ha tejido una red de solidaridad e información entre los maltratados usuarios del sur. Cientos de desconocidos que ahora se ayudan y hacen terapia.

“Si no hablamos, si nos callamos, somos como fantasmas que dicen cosas en las redes sociales”, reivindica Lucía Asensio (19 años). Vive en Les Borges del Camp (Baix Camp), pero estudia en Barcelona segundo curso en la Escola Superior de Conservació i Restauració de Béns Culturals de Catalunya. Se está medicando con inyecciones por una lumbalgia aguda que su médico asocia a las largas esperas de pie en los andenes o sentada en el suelo del tren porque no hay asiento.

Elisabeth Acedo renunciará al empleo en Barcelona

Elisabeth Acedo renunciará al empleo en Barcelona

LV

A Lucía también le han diagnosticado una artrosis que el especialista ve incompatible con el sufrimiento físico y psicológico asociado a su vida en los trenes. “Tengo artrosis y una lumbalgia aguda debido a las horas que me he pasado estresada en el tren”, denuncia. Es el mensaje que envió a la Plataforma, que trabaja para humanizar tanta angustia anónima.

Lucía explica que se ha planteado dejar los estudios a pesar de que solo se ofrecen en Barcelona. No se puede costear un alquiler en Barcelona. Vive con sus padres en Les Borges. “Estudio lo que me gusta”. Se resiste al cambio.

La Plataforma Dignitat a les Vies ha tejido una red de solidaridad entre los usuarios del sur, cientos de desconocidos que ahora se ayudan y hacen terapia

La angustia empieza temprano. Se levanta de madrugada para subirse al tren de las cinco y media en la estación de Vila-seca (Tarragonès), ya que en su pueblo el primer tren no sale hasta las ocho. A pesar del madrugón muchos días llega tarde a clase, a las ocho. Ayer fue el caso. “Tenía una presentación y no llego”, contaba desde el tren. “Hoy además ha petado la catenaria en la R2”, adelanta.

Elisabeth Acedo (30 años), funcionaria, espera su tren a las 5:30 horas, en la estación de Reus par ir a Barcelona. “Gracias por darnos voz”. Se sube al tren. “También fatal, vamos con 50 minutos de retraso”, cuenta con la angustia de si llegará tarde al trabajo (7:30 h.). Fue el caso: cuarenta minutos (8:10 h.) a pesar de salir a las 5:30 h. “Es el pan de cada día, y hay gente que ha tardado cuatro horas”, se solidariza y se despide.

Las imágenes de cientos de pasajeros caminando por las vías corrieron ayer como la pólvora entre los grupos de whatsapp de los usuarios del sur. Más ansiedad.

Lucía Asensio se medica por una lumbalgia y sufre artrosis “por las horas que me he pasado estresada en el tren”

Lucía Asensio se medica por una lumbalgia y sufre artrosis “por las horas que me he pasado estresada en el tren”

LV

El desgaste, por la angustia acumulada, y el elevado número de horas que se pasa en los trenes, forzarán a Elisabeth a pedir un traslado en el trabajo a la zona de Tarragona a pesar de que el sueldo será peor. “Me paso más tiempo en el tren que trabajando, así no me veo formando una familia; estaré en el tren en lugar de poder cuidar a mi hijo”, lamenta. Ha decidido ser madre. Suma dos años y medio de viacrucis en los trenes.“No es mucho tiempo, pero no puedo más, es demencial, hay días que llego a las ocho a casa sin ganas de hacer nada”.

Cesc Guasch (25 años) es de Riudoms (Baix Camp) y trabaja en un estudio de diseño gráfico de Barcelona. A pesar de que quería seguir viviendo en su pueblo, se ha visto obligado a alquilar una habitación en Barcelona y compartir piso con dos personas más. Después de sufrir el suplicio ferroviario durante un año y medio decidió bajarse del tren. “Físicamente era insostenible, he tenido que renunciar a gran parte de mi salario para poder tener salud mental“.

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Antes salía de la estación de Reus a las seis de la mañana y regresaba a las ocho de la tarde por culpa de los retrasos “diarios y sin explicación”. A nivel psicológico dijo basta. “Mentalmente ya no podía más, la angustia era constante, estaba harto de dar excusas en el trabajo y de recuperar las horas perdidas por culpa del tren”. El punto y final lo marcaron en el caso de Cesc las obras del túnel de Roda de Berà, aunque viendo la penosa reapertura de la circulación tras cinco meses de macrocorte no ve opción de volver a Riudoms. “Se me quitan las ganas”.

Marta Folch (56 años), su marido y dos hijas hicieron el camino inverso: hace 19 años dejaron Barcelona para vivir en Tamarit (Tarragona), cansados de la ciudad y con ganas de tener calidad de vida. Con los horarios de los trenes encima de la mesa vieron que era compatible que él fuera a trabajar a l’Hospitalet de Llobregat y ella en el centro de Barcelona. Los trayectos eran de unos 50 minutos. El desbarajuste de los trenes les ha trastocado todo lo planificado.

En las estaciones y en los trenes se respira rabia, ansiedad y una mezcla de resignación y desesperanza ante una situación que solo empeora

“Cada día es peor, vamos cuesta abajo y sin frenos”, lamenta. “En el trabajo se han apiadado de mí”, agradece Folch, que para evitar pasar más tiempo en el tren que trabajando –su jornada laboral es de cinco horas– ahora teletrabaja tres días a la semana.

Entre los usuarios del tren hay un deseo generalizado de dar guerra después de tantos años de sufrimiento y silencio. “Lo que diga la Plataforma haremos, soy partidaria de una manifestación”, explica Elisabeth. “Nos han hecho demasiadas falsas promesas, hay que decir basta”, añade Lucía.

Redacción

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