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jueves, septiembre 18, 2025

Entre anécdotas y grandes nombres, Carlos Ulanovsky traza una historia oral del periodismo argentino

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En 1996, durante la 52° Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en Los Ángeles, Estados Unidos, el escritor colombiano Gabriel García Márquez dio una conferencia que hizo historia. Se tituló «El mejor oficio del mundo» y se volvió material de estudio casi al instante para las escuelas de periodismo. Lo paradójico fue que en sus palabras, el Premio Nobel de Literatura había sido muy crítico con dichos centros de enseñanza. “Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas”, sentenció.

El periodista Carlos Ulanovsky en viejo Hotel Ostende. Foto: Andres D'Elia.El periodista Carlos Ulanovsky en viejo Hotel Ostende. Foto: Andres D’Elia.

Lo cierto es que el nuevo libro de Carlos Ulanovsky, titulado El periodismo es lindo porque se conoce gente (editado por Marea) es una evocación a aquella esencia sagrada del periodismo que Gabo añoraba en tiempos donde ya advertía el avance tecnológico desenfrenado (habló de un “laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro”). A lo largo de 256 páginas intercaladas con simpáticas ilustraciones de Miguel Rep, se reúne un compendio de anécdotas que Ulanovsky recolectó de entrevistas directas con colegas, libros y material de archivo.

Divididas en seis capítulos, esta suerte de historia oral del periodismo vernáculo va intercalando anécdotas de periodistas de todos los tiempos, desde las primeras redacciones ruidosas –con pesadas maquinas de escribir, cigarrillos y whisky– llegando al más modernas, tamizadas por la experiencia del propio autor que las recorrió todas.

Con 81 años y más de sesenta de experiencia en el oficio, entromete con justeza su mirada, atravesada también por su labor como investigador de medios –sus libros Días de radio y Paren las rotativas, por citar tan sólo dos ejemplos, son bibliografía obligatoria si se pretende conocer la historia de la comunicación argentina.

“He aquí un libro tributo, reconocimiento a un oficio que –bien, muy bien, mucho, poco– me garantizó el sustento desde hace 62 años”, escribe Ulanovsky en las primeras páginas mientras sintetiza, a su parecer, las que considera claves del oficio: “olfato, intuición, presentimiento, curiosidad, visión periférica, sentido de la oportunidad, corazón para mirar más allá y, en pocas o muchas líneas o caracteres, describir acontecimientos, asuntos complejos, vidas que se conviertan en saberes, sentimientos, ideas”.

El libro es, en gran medida, un canto a la picardía. Hay varias secciones enfocadas en dicha aptitud que Ulanovsky considera esencial para el desempeño de la profesión. Tiene que ver con el animarse, la insistencia e incluso las mentiras piadosas muchas veces necesarias. La dosis justa de caradurez precisa para afrontar ciertos desafíos al borde del cierre.

«La picaresca nace de la necesidad y de las carencias. Un buen periodista conoce sus límites, sabe que primero debe comprender si quiere entregar un artículo digno», escribe Sergio Olguín en el prólogo. Agrega: «El buen periodista suele ser un tipo molesto, pero con un solo objetivo: que su público diga que es un profesional confiable”. García Márquez decía que el periodista decía que la ética debía acompañar al periodista como el zumbido de una mosca.

“Ya viene la inteligencia artificial para darse dique frente a los ignorantes naturales. Llegará el momento en que nos va a pasar por encima, pero nadie le podrá pedir picardía. Eso en los laboratorios no se consigue”, señala Ulanovsky y, a continuación, arroja un sinfín de anécdotas pícaras.

Experto en cualquier tema

Por ejemplo, cuando Fernanda Nicolini a partir de algunas fotos inventó casi por completo una cobertura de la boda del filósofo esloveno Slavoj Žižek con una argentina para la Revista Noticias. «¿A quién no le tocó, de un minuto para el otro, tener que describir lugares y escenarios del mundo sin haberlos visitado nunca?; ¿quién podría jurar que no macaneó una nota de punta a punta, pero eso sí, cuidando mucho de no distorsionar la realidad?«, escribirá Ulanovsky unas páginas más adelante. El periodismo como el sagrado arte de convertirse en un experto en cualquier tema en tan sólo un puñado de horas.

Son interesantes muchas anécdotas iniciáticas que sirven a modo de inspiración para quienes se inician en el oficio. Allí se lee la precariedad de los comienzos de la redacción del diario Página 12, en donde Eduardo Blaustein evoca al uruguayo que vendía sánguches en la puerta, o a Camilo Sánchez como cadete de la revista Billiken en los ochenta, donde convivían el humorista Enrique Pinti y el poeta maldito José Sbarra.

Cuenta un encargo que hoy, leído en tiempos de inteligencias artificiales, suena desopilante: “Me dirigía al Instituto Geográfico Militar en la calle Cabildo al 300. Allí iba con el original de unos mapas del país para que un oficial del Instituto los controlara y certificara con su firma que límites, fronteras, ríos y montañas estaban en orden”.

Hay muchas anécdotas sobre grandes popes del periodismo –como Natalio Botana, Jacobo Timerman, Julio Ramos y Héctor Ricardo García–. De Botana se incluye una definición que hablaba del orgullo que sentía por sus redactores: “Casi todos mis periodistas son poetas. Pero eso sí: poetas que saben contar un partido de fútbol o interpretar un crimen”.

También se leen historias de mujeres que han sabido ganarse un lugar en un mundo a priori masculino como María Moreno o la poeta Tamara Kamenszain. Periodistas novatos se mezclaban con directores estrictos y sabuesos callejeros que deambulaban en búsqueda de noticias. Ulanovsky recrea esta historias a veces interviniendo más, otras veces es más bien un mero observador.

Cuesta entender la gimnástica rutina de los clics, la perversión de ese nuevo género denominado “Noticias en desarrollo” o la ilusoria fantasía de llegar primero a ningún lado”, escribe Ulanovsky quien siempre estuvo y está atento al futuro de la profesión (en su libro En otras palabras entrevistó a 35 periodistas jóvenes y lo subtituló: entre la grieta y la precarización).

Respecto a este vértigo, cita una frase de Horacio Pagani: “Trabajé más de 30 años en Clarín y no me conocía nadie. Desde que aparecí en televisión, cada vez que salgo a la calle, la gente me hace creer que soy como Tinelli. Pero que no se equivoquen. El medio escrito te da prestigio y la tele popularidad. Últimamente siento que camino cercano a un precipicio. A un lado queda el prestigio y la seriedad de la gráfica y del otro la payasada de la televisión”.

Otros puntos interesantes son los decálogos recopilados por Ulanovsky a partir de entrevistas y declaraciones de periodistas que dan consejos sobre el oficio. Allí se leen máximas de, entre otros, Leila Guerriero y Hernán Casciari. En otro apartado se hace foco sobre algunas publicaciones gráficas célebres que el autor elige destacar y argumentar al respecto (Humor, Página 12, Perfil y el Crítica de Botana).

También hay semblanzas a periodistas emblemáticos como Roberto Arlt, Rogelio García Lupo o Silvia Rudni en un capítulo titulado «Santuario». También es interesante leer en primera persona los inicios de TEA en 1987, escuela de periodismo que el propio Ulanovsky fundó junto a colegas: «La necesidad de explicar en teoría y práctica qué era un recuadro, una bajada o una nota de color nos llevó a reaprender nuevamente el oficio».

Profesión en la encrucijada

Sobre el final, Ulanovsky exuda unas últimas reflexiones sobre un presente que encuentra a la profesión en una encrucijada: de un lado, la tecnología que avanza a un nivel tal que amenaza con su completo reemplazo; del otro, las condiciones laborales son cada vez más precarias.

“El periodista de los tiempos que corren está limitado por la pandemia de la precarización y, con frecuencia, debe andar a los saltos procurando el sustento. El escenario actual incluye tanto a los que, jornada a jornada, superan difíciles condiciones y los que hicieron de su tarea una pyme tan lucrativa como sospechosa”, escribe.

El periodista Carlos Ulanovsky. Archivo Clarín.El periodista Carlos Ulanovsky. Archivo Clarín.

Al mismo tiempo, la lectura de este volumen no resulta una suerte de canto al pasado ni perorata nostálgica. Sino, más bien, en un necesario ejercicio historiográfico, funciona como una suerte de I Ching periodístico que arroja algunas claves desde el pasado que arremeten como flechas sobre un presente cada vez más incierto.

Mientras tanto, como dice Ulanovsky, los periodistas siguen intentando ganarse la vida generando literatura apresurada. O en palabras de García Márquez en aquella conferencia: “Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.

El periodismo es lindo porque se conoce gente, de Carlos Ulanovsky (Marea).

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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