Las ultimas elecciones legislativas nacionales, dejaron en Misiones, una fotografía que sorprendió, incluso a los más atentos observadores: La Libertad Avanza, el partido del presidente Javier Milei, se impuso con 37 % de los votos y obtuvo dos, de las tres bancas nacionales en juego.
Detrás, quedaron personajes emergentes, nombres, sectores y partidos políticos, que durante décadas parecían inamovibles del escenario provincial: Ramón Puerta, Cacho Bárbaro, Cristina Brítez, Ramón Amarilla y un radicalismo, que nisiquiera logró reconstituirse.
El caso del extenista y actual profesional del ámbito financiero, Diego Hartfield. resume esa mutación. Electo diputado provincial en junio, volvió a competir el domingo pasado, esta vez para obtener una banca en el Congreso Nacional, y ganó. Un recorrido veloz —aunque perfectamente legal— que describe la nueva política argentina: sin tiempos de maduración, sin estructuras partidarias, sin mediaciones.
El voto del miedo
El contexto económico, fue determinante. Con una inflación solapada, pero persistente, reservas frágiles y una moneda debilitada, el voto argentino se movió más por temor que por esperanza.
En nuestra provincia, el disparador no vino de Buenos Aires, sino de Washington: el presidente estadounidense Donald Trump declaró que “si Milei pierde, Estados Unidos no será generoso con la Argentina”.
En medio de la negociación de un paquete financiero con promesas de hasta 40.000 millones de dólares, esas palabras no pasaron inadvertidas.
En un país. donde cada valor y cada precio, se calculan en dólares, el comentario tuvo el efecto de una advertencia: la estabilidad dependía del resultado electoral.
Y muchos votantes —en Misiones y en el resto del país— actuaron en consecuencia. Pareciera que no eligieron tanto a quien los representara, sino a quien, creyeron, podría evitar el colapso.
El miedo económico reemplazó a la ideología y la identidad. La moneda extranjera, se volvió brújula política.
El derrumbe de las estructuras tradicionales
El derrumbe de las estructuras tradicionales
Ramón Puerta (Activar): 1,49 % —9 007 votos.
Cristina Brítez (Fuerza Patria): 9,4 %.
Cacho Bárbaro (PAyS): 8,1 %.
Ramón Amarilla (Por la Vida y los Valores): del 19 % obtenido en junio, cayó a 1,26 %.
El radicalismo, disperso, quedó sin representación.
El mapa político misionero, se reconfiguró de manera inédita. Las fuerzas históricas —el peronismo, el agrarismo, el radicalismo— fueron desplazadas, por un movimiento nuevo que no se construyó desde la militancia, sino desde la ansiedad social. El miedo a la crisis, resultó más eficaz, que cualquier programa político.
Hartfield y la nueva representación
Hartfield, no pertenece a la política tradicional. Su perfil de deportista de alto rendimiento y luego analista financiero, encarna una figura distinta: la del ciudadano técnico, más cercano al lenguaje de la eficiencia que al de la ideología.
Su triunfo, no es personal: representa una tendencia cultural.
En una sociedad fracturada, prospera quien ofrece cercanía —aunque sea mínima—al dolar., frente al vértigo económico.
En esa lógica, el electorado no busca tanto afinidad como resguardo.
En un país donde el dólar ordena la vida cotidiana, la credibilidad se mide en términos cambiarios.
El poder de la palabra y la dependencia estructural
La experiencia misionera muestra, con nitidez, el alcance político, de una economía subordinada a otra moneda.
Cuando Trump condicionó la continuidad del apoyo financiero estadounidense, al triunfo del oficialismo argentino, introdujo en la campaña un elemento de extorsión global: la idea de que la estabilidad del país, depende del aval de una potencia colonialista.
Esa declaración, no fue una anécdota: fue un acto de poder.
Y la reacción local lo confirma. Muchos ciudadanos, votaron desde el temor; interpretando que una derrota, del partido del gobierno nacional, podía cerrar la canilla del apoyp de los EstadosUnidos.
Misiones, una provincia productiva, de cultura laboriosa y arraigo, reflejó ese dilema mejor que ninguna otra: la tensión entre el trabajo propio y la dependencia externa, entre el esfuerzo local y el crédito ajeno.
Epílogo: soberanía o tutela
La Libertad Avanza, fundada por los hermanos Javier y Karina Milei, no proviene de la militancia popular ni de la historia partidaria argentina.
Él, economista y presidente, consolidó su liderazgo con un discurso rupturista.
Ella, figura organizativa de perfil reservado y pasado heterogéneo, es hoy el núcleo operativo del oficialismo.
Juntos crearon una fuerza que, más que ideológica, es sintomática: refleja el tránsito de la representación política, al marketing emocional.
Pero el trasfondo, excede a los nombres.
El verdadero debate, el que se libra en silencio, es entre la soberanía y dependencia, entre autonomía nacional o el colonialismo económico.
Porque cuando un país vota, pensando en cómo reaccionará la Reserva Federal, cuando la palabra de un presidente extranjero condiciona la voluntad de sus ciudadanos, la democracia deja de ser un acto de autodeterminación y pasa a ser un reflejo de subordinación.
Y, sin embargo, ese reflejo parece tranquilizar.
El efecto “colonia norteamericana” no solo no asusta: seduce.
En una sociedad acostumbrada a la fragilidad, y a la tutela, se confunde con seguridad.
Misiones fue espejo y advertencia.
El miedo, convertido en voto, reveló cuánto puede una palabra dicha a miles de kilómetros. y cuánto cuesta, todavía, la independencia económica.
Entre la tierra y el dólar, la Argentina vuelve a preguntarse qué entiende por “libertad”.

 
                                                                                                                                                                                                            



