Paula Toselli, una ingeniera en sistemas, analiza el impacto cultural y laboral de la inteligencia artificial, su falta de regulación ética y legal, y el potencial de América Latina para desarrollar sus propios modelos. Afirma que la IA marca un cambio de paradigma comparable —y quizás superior— al de internet, y que su evolución nos obliga a repensar qué significa ser humanos en la era de las máquinas que aprenden.
PREGUNTA: ¿Cuál es el estado actual de la inteligencia artificial?
RESPUESTA: Para mí es un hito, un cambio de paradigma. Va a tener un impacto similar al que tuvo internet en su momento. Con internet hicimos un “clic”, y hoy nos resulta difícil imaginar la vida sin conexión: todo está vinculado a eso, los teléfonos, las computadoras, el acceso a distintas cosas. Con la inteligencia artificial ocurre algo parecido. Se están desarrollando tantas herramientas y posibilidades que dependerán de ella, que va a ser muy difícil salir de ese ecosistema. Este es el verdadero hito: su impacto cultural. Sin embargo, la IA va un paso más allá que internet. Internet generó un proceso de conexión, mientras que la inteligencia artificial tiene la capacidad de evolucionar por sí misma, de aprender y razonar. Es una herramienta muy distinta a las que conocíamos: hasta ahora, las tecnologías funcionaban bajo nuestras órdenes y cumplían tareas específicas. En cambio, la IA no solo trabaja para nosotros, sino que también puede aprender y actuar de manera autónoma.
P: En ese contexto, ¿cuál es el rol humano?
R: Eso también tiene un gran impacto en el paradigma de la inteligencia artificial y en nuestra cultura, porque la IA nos lleva a reflexionar sobre nuestra propia humanidad. Muchos de los procesos automatizados que realizamos en el día a día pueden ser fácilmente reemplazados por una inteligencia artificial. Entonces, empezamos a preguntarnos qué es aquello que tenemos como humanos que no puede ser sustituido. Si lo trasladamos al ámbito laboral, surge la necesidad de pensar cuál es nuestro diferencial en este momento, aquello que hace que no podamos ser reemplazados por una máquina. Según distintos datos y estudios, las profesiones u oficios como electricista o mecánico —es decir, los trabajos manuales— son más difíciles de automatizar, porque requieren una parte práctica que no depende solo de la inteligencia artificial, sino también de la robótica, y eso llevará más tiempo en desarrollarse. Del mismo modo, las áreas de humanidades —como filosofía, sociología o política— también serán muy interesantes, porque abordan justamente ese costado humano que la inteligencia artificial no puede replicar. Va a haber un cambio de paradigma. Los programadores, por ejemplo, —y te lo digo por experiencia—, al igual que muchas áreas de la ingeniería, que en su momento parecían seguras, hoy son muy reemplazables, porque sus procesos pueden automatizarse. De todos modos, cuando hablo de “reemplazo” no me refiero a que las personas dejen de estar involucradas, sino a que deberán asumir nuevos roles. El trabajo, tal como lo conocemos hoy, va a transformarse.

P: ¿Cómo se aborda la ética y los sesgos de los modelos?
R: Ese es un tema muy interesante, porque si bien ya se está trabajando en algunos aspectos, todavía falta mucho por hacer. Hay dos áreas en particular donde queda muchísimo camino por recorrer: la ética y la legal. En cuanto a la parte ética, todavía no existe un marco claro que nos ayude a orientar el trabajo con inteligencia artificial. Muchas veces depende de la empresa, del Estado o del lugar donde se esté desarrollando la tecnología. Es decir, cada uno define sus propios criterios mínimos para trabajar con IA. Pero, como toda herramienta, su impacto depende de las manos en las que cae: puede estar en manos de buenas o malas personas. Al no haber un marco ético definido, es difícil saber qué se está desarrollando y con qué objetivos. Lo mismo ocurre con la parte legal. Hoy no existe una ley o normativa que establezca claramente qué se puede hacer y qué no. Eso deja un margen enorme para crear cosas que pueden ser beneficiosas para la humanidad… o no tanto. De todos modos, cuando hablo de esto, suelo recordar que no es algo nuevo en la historia. Por ejemplo, cuando se descubrió la fusión nuclear, fue un hito científico: se pensó como un avance físico extraordinario, sin imaginar que derivaría en la bomba nuclear. Fue algo que en principio representaba un logro de la humanidad, pero que en malas manos terminó perjudicándola. Con la inteligencia artificial ocurre lo mismo. Por eso, es urgente trabajar en un marco ético y legal, aunque también es parte de la evolución humana: estos hitos siempre implican riesgos y no pueden gestionarse al 100%.
P: ¿Tiene América Latina posibilidad de desarrollar sus propios modelos?
R: Sí, por supuesto. Te voy a comentar un dato: por cuestiones de marketing y popularidad, solemos hablar mucho de las grandes empresas estadounidenses como OpenAI, Anthropic o Google. Sin embargo, los verdaderos pioneros en materia de soberanía tecnológica son los asiáticos. Países como China, Japón, Finlandia e incluso Dubai —aunque no tengan la visibilidad de los occidentales— están mucho más avanzados en inteligencia artificial, y también en robótica, lo que les da una gran ventaja, porque les permite desarrollar cosas que en Occidente seguimos limitando al software. Existe esta idea de que quien más aparece en redes o en los medios es quien más avanza, pero no siempre es así. En cuanto a Latinoamérica, sí hay avances. De hecho, hace poco di una charla en la que investigué sistemas de inteligencia artificial aplicados al agro, y descubrí que Córdoba es muy pionera en ese campo. Me sorprendió —y reconozco que por desconocimiento propio— saber que en Argentina ya existen muchos desarrollos en el sector agropecuario que utilizan IA, y con resultados muy interesantes. Por eso me atrevo a decir que, como país y como región, tenemos mucho potencial para crear e innovar. Contamos con recursos humanos de gran calidad, que es lo más importante. Solo falta invertir y apostar más fuerte por este tipo de proyectos. Hay más gente trabajando en esto de lo que uno imagina; simplemente no tienen la visibilidad que tienen nombres como OpenAI.

* Paula Toselli, ingeniera en sistemas especializada en inteligencia artificial, combina su labor docente y su marca personal con el desarrollo de proyectos vinculados a esta tecnología. Destacó el vertiginoso avance de la IA, desde autos inteligentes hasta robots domésticos, y afirmó que lo que antes parecía ciencia ficción está cada vez más cerca de hacerse realidad.





