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domingo, octubre 19, 2025

Era un allanamiento falso dirigido a Los Colorados; erraron de casa, mataron a otra persona y fueron condenados

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Operativo policial en Cerro Norte.
Operativo policial en Cerro Norte.

Foto: Leonardo Maine/El País.

La suela de zapato marcada al lado de la cerradura de una casa en Cerro Norte fue para la Policía, el primer indicio de que allí se había metido alguien a la fuerza. En la madrugada de ese día, 20 de junio de 2024, un grupo de personas ingresó por la noche a la vivienda al grito de «¡Esto es un allanamiento!» y ejecutaron a un hombre que dormía en su cama junto a su esposa. En el juicio que ocurrió el mes pasado contra los tres acusados, un testigo develó que antes de morir, César Abelardo Giménez, sindicado como líder de «Los Colorados» le aseguró que el ataque en la casa de la víctima fue «un error» y que en realidad el verdadero objetivo era un integrante de su banda, que vivía cerca del lugar.

Según consta en la sentencia a la que accedió El País, el testigo declaró que Giménez, alias «el viejo Colorado», le contó que la intención de los agresores era atacar «a una persona de la banda de los Colo, un tal ‘Jorgito’ que vive al lado de esa casa». Le contó también quién prestó las armas para cometer el crimen e hizo todo el «teje y maneje» para que ocurriera. Además, mencionó a las cinco personas que habrían participado, tres de ellos son los acusados. Se investigó a los dos restantes, pero no se encontró pruebas para vincularlos al hecho. Uno de ellos tiene un apellido conocido en el barrio porque integrantes de su familia están acusados de participar en la guerra narco en Cerro Norte.

Giménez, que tenía 59 años, fue asesinado al poco tiempo y, según las hipótesis policiales, la banda quedó a cargo de su hijo Axel Joel Mattos, que también sufrió varios intentos de homicidio.

La Fiscalía de Homicidios pedía que los dos acusados principales fueran condenados a 20 y 24 años de cárcel, pero el juez Matías Porciúncula fijó la pena en 12 años y medio y 14 años. Él concluyó que del crimen participaron cinco personas, tres ingresaron a la vivienda y dos permanecieron afuera. Aunque legalmente todos calificarían como «coautores» (no importa si ingresaron o no), el hecho de que no se haya logrado probar que entraron a la vivienda impide que se configure el agravante que pretendía la Fiscalía.

Para el Ministerio Público debía considerarse como agravante el hecho de que el delito se cometió en presencia de menores de edad, dado que la hija de la pareja, de seis años, dormía en el cuarto de al lado y oyó como mataban a su padre. Sin embargo, el juez entendió que no correspondía.

Si hay cuestiones que no resultan demostradas en el juicio (si entraron o no a la casa), se debe adoptar la posición más favorable al imputado. Es decir, que no ingresaron. A su vez, si no entraron, no se les puede atribuir que supieran que allí había una niña. Más aún cuando se equivocaron de casa. Este tipo de agravantes —llamadas muy especiales— aumentan considerablemente las penas. Como el juez la descartó, fijó las penas en guarismos menores a los pedidos por la Fiscalía.

Al tercer acusado lo condenaron a una pena de cuatro años de cárcel —como pedía la Fiscalía— por haber transportado pasamontañas y armas a cambio de dosis de drogas. Si bien asumía que se cometería algún crimen, no tenía detalles de cuál sería ni que sería un homicidio.

El crimen

Tres personas irrumpieron en la casa de la víctima, de 28 años de edad, donde vivía junto a su esposa y sus dos hijas. La menor de ellas esa noche se había quedado a dormir en otro lugar. Otros dos hombres permanecieron afuera, custodiando el lugar.

Utilizando chalecos antibalas y pasamontañas, los agresores patearon la puerta y entraron al grito de: «¡Policía! ¡Esto es un allanamiento!». Uno de ellos fue hasta el cuarto de la niña y los otros dos al matrimonial. Allí, arremetieron a tiros contra la víctima.

La viuda del hombre declaró en el juicio y aseguró que incluso cuando se retiraban, los agresores siguieron disparando. «Me siento en la cama nuevamente, le digo, ‘ya se fueron’. Le sacudo la pierna y le digo ‘levantate, se fueron’ y no me respondió. Cuando prendí la luz fue que (vi que) no estaba con vida. Enseguida corrí a la calle a buscar ayuda, no había nadie, entro y me fijé en mi hija que lloraba», contó.

Se hallaron pasamontañas, indumentaria policial y un arma a pocas cuadras del lugar. También un perro muerto al que le habían disparado.

A criterio del juez, la discusión del juicio giró sobre tres ejes: la declaración del acusado que tuvo menor participación (condenado a cuatro años), la eventual manipulación de la escena del hecho y los resultados de ADN realizados en los pasamontañas incautados. Sin embargo, sostuvo que ninguna de esas discusiones permitió restarle credibilidad a la teoría fiscal.

El fallo no está firme y puede ser apelado tanto por la Fiscalía como por las defensas.

Redacción

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