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viernes, mayo 2, 2025

Ernesto Samper: “La derechización de América Latina puede terminar en un nuevo fascismo”

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Ernesto Samper (Bogotá, 74 años) es considerado por no pocos el primer presidente de izquierda que ha tenido Colombia en su historia reciente, un reconocimiento que ahora solo se le atribuye al actual mandatario, Gustavo Petro. La presidencia de Samper, entre 1994 y 1998, estuvo marcada -y es altamente recordada-, por las acusaciones de que el Cartel de Cali había apoyado su campaña. Aquello no le impidió convertirse con el tiempo en uno de los líderes políticos que más ha trabajado por la integración latinoamericana -no solo desde Unasur, donde fue secretario general entre 2014 y 2017- ni abrazar unas posturas mucho más progresistas que cuando gobernaba.

Samper estuvo de visita esta semana en México para participar en un evento de Morena, el partido de la presidenta Claudia Sheinbaum, con quien también se reunió. El exmandatario se siente cómodo hablando de los retos de la izquierda en la región, del avance de las derechas más radicales y del segundo mandato de Trump, mientras que esquiva cualquier declaración comprometida sobre Petro o Venezuela. Lo que nunca pierde es la oportunidad de aportar dosis de humor en sus conversaciones: “Me tocó ser un presidente con muchas dificultades, pero he gozado mucho el cargo de expresidente. Yo me considero mejor expresidente. Si uno pudiera ser expresidente sin ser presidente, sería la situación ideal”.

Ernesto Samper, durante la entrevista en Ciudad de México.

Pregunta. Hace dos años, en la última entrevista con EL PAÍS, dijo que Lula consolidaría el avance del progresismo; que las propuestas del sector progresista en América Latina eran más claras; que Petro había cambiado el espectro político y que Nicolás Maduro era un excelente negociador. ¿Sigue pensando lo mismo?

Respuesta. Creo que hay unos factores nuevos que no eran previsibles y unas amenazas que no veía hace dos años sobre América Latina, que empezaron con un proceso de derechización y que pueden terminar en una especie de nuevo fascismo en América Latina.

P. ¿Qué lecciones dejan estos primeros 100 días de Trump respecto a América Latina?

R. Contra lo que muchos piensan, Trump ha abierto una oportunidad y me preocupa que no la sepamos aprovechar. En el tema del libre comercio, hay países que podrían replantearse la relación con Estados Unidos. Además, la expulsión de migrantes de la forma que se está haciendo, pasando por encima de las leyes, va a ocasionar una revisión del sentimiento pro norteamericano que existía en la región. El que una persona sea regresada a patadas y esposada, sin darle derecho a defenderse y con una familia desintegrada, va a generar un nacionalismo que se podría aprovechar para reformular el tratamiento de los migrantes dentro de América Latina. Hay países, no quiero mencionar cuáles, en los que el tratamiento de los migrantes no difiere mucho del que se le está dando en Estados Unidos.

P. ¿Cree que el discurso antiimperialista sigue teniendo vigencia o es un recurso retórico desfasado frente a los desafíos reales que hay en la región?

R. El sentimiento antiamericano había permanecido anestesiado en los últimos años. Eso de gringos y yanquis go home ya no se veía en las paredes. Pero el tratamiento que se está dando a los migrantes va a ser el semillero de un nuevo sentimiento antiamericano en el cual se podría estructurar, y lo hablo en buen sentido, un nacionalismo que habíamos perdido.

P. Trump cuenta con tres arietes en América Latina claros: Javier Milei (Argentina), Daniel Noboa (Ecuador) y Nayib Bukele (El Salvador). ¿Qué papel tiene que jugar la izquierda ante estos líderes?

R. Milei, Bolsonaro o Bukele son zombies digitales, no son líderes al estilo latinoamericano, con carisma y autoridad, con capacidad de atraer multitudes. Son simplemente productos digitales. Ni Bolsonaro, que intentó un golpe, ni Bukele, que ha convertido su país en una cárcel, dejarán un rastro histórico como para sentirse orgulloso de ellos.

P. ¿Cuáles cree que van a ser los ejes de la política de Trump hacia América Latina?

R. Va a ser una política controversial, como fue la primera. La novedad es que está comenzando a ventilar unas pretensiones de hegemonía territorial que no veíamos desde hacía muchísimos años, ni en la región ni en el mundo. A pesar de todo eso, no creo que vayamos a ser nosotros los que tranquemos a Trump. A Trump lo van a trancar en Estados Unidos. El fenómeno de Trump va a implosionar en Estados Unidos. Está tocando una serie de fibras que en cualquier otra circunstancia pondrían los pelos de punta a un gringo normal.

P. ¿Cree que en la izquierda latinoamericana hay algún proyecto que sea inclusivo, sostenible y moderno?

R. La izquierda tiene unos ejes de gravitación ideológica: está la inclusión social, que a veces confundimos con antidiscriminación. Nos hace mucho daño el wokismo, el tratar de estar compartimentando la defensa de minorías cuando en el fondo todos sabemos que lo que las une es una diferencia de clase. No podemos seguir hablando contra el modelo neoliberal sin proponer una alternativa. Necesitamos una arquitectura financiera regional distinta de lo que puede ser el BID, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Creo que hay una base ideológica de reivindicaciones que todavía compartimos, pero en lo que fallamos es en la forma de hacer política. Nos hemos dejado desbordar por las redes, que la derecha está manejando con mucha más eficiencia porque tiene más dinero y porque maneja una materia prima que es mucho más efectiva: los miedos, los temores, los odios, los rencores. Está demostrado que esas emociones negativas convocan más a la gente que venderle una ilusión o una utopía.

P. Pero, ¿hay algún Gobierno que destaque en particular?

R. Yo le doy una gran importancia a la capacidad de organizar la resistencia social, la resistencia popular. Y no lo hago chauvinistamente. Hay unos poderes fácticos que han venido ocupando los espacios que antes ocupaban los partidos progresistas: medios de comunicación, monopolios económicos que han comprado sus medios de comunicación y los han puesto al servicio de sus intereses. Jueces y fiscales que están al servicio del lawfare contra líderes progresistas. Mientras todo eso sucede, solamente aquellos partidos o proyectos de gobierno que han logrado crear una base de apoyo social y popular que contrarreste esa derechización de las élites podrán resistir. Lo veo en México, sin duda, donde Morena ha conseguido una fuerte base de apoyo popular. Creo que lo sigue teniendo Lula. Y aunque veo dificultades en Colombia, no se puede desconocer que Petro, aunque tal vez no sea capaz de poner un sucesor, sí puede poner un 25% o un 30% de apoyo a un eventual candidato.

P. ¿Cuál es el principal desafío ideológico de esas izquierdas?

R. El wokismo nos ha reducido a una especie de tribalismo de minorías. La desigualdad es un fenómeno estructural que tiene raíces históricas, culturales, pero sobre todo sociales y de propiedad. Es un problema de brechas, de la brecha campo y ciudad, de la de género, digital. Lo que hay que hacer es cerrar esas brechas y ahí esa es la tarea que la izquierda no puede perder de vista. Hay que cerrar las brechas, no solamente a través de medidas legales o de reconocimientos culturales y mucho menos compartimentando a todos. Si algo une a una mujer indígena o un afro del Pacífico son las condiciones de desigualdad en que están todos.

P. ¿Hasta qué punto hace falta una renovación en los liderazgos de la izquierda en América Latina?

R. Nosotros, me incluyo, hemos lamentablemente caído en el patrón del caudillismo progresista latinoamericano. Si usted me pregunta a mí qué cambio político importante habría que hacer en América Latina le diría que pasar del viejo presidencialismo a una forma de gobierno semiparlamentaria. Este liderazgo caudillista exaltó los jefes de Estado, pero dejó unos malos jefes de gobierno. A mis compañeros y a mí mismo nos cuesta trabajo salirnos de las escenas políticas y terminamos peleando con las personas que nos ayudaron.

P. ¿Hay espacio real para la autocrítica en los proyectos de izquierda en América Latina?

R. No, la polarización ideológica ha aplazado todos los procesos de autocrítica, de autorreflexión, inclusive las miradas hacia adentro. Pero creo que si alguna cosa tiene que reivindicar la izquierda es que todavía existe la posibilidad de vender alternativas. La derecha nos quiere meter en un pragmatismo que excluye crear nuevos caminos de inclusión social. Yo creo que la gente sigue siendo permeable a esos mensajes.

P. ¿Cómo valora el Gobierno de Gustavo Petro en Colombia?

R. Yo he apoyado el proyecto de Petro más que el Gobierno, porque tengo diferencias con el Gobierno y coincidencias con el proyecto. La primera es que sí creo que es un proyecto progresista que ha apoyado reformas sociales, la integración latinoamericana y la paz. No me arrepiento de haberlo apoyado por esos tres factores.

P. ¿Cómo van esos tres factores?

R. Todos mal. En el tema de la integración latinoamericana, Colombia va a tener en el último año de Petro, la presidencia pro tempore de la CELAC, de la Comunidad Andina… Tiene la oportunidad de dejar una huella en materia de integración. No va a ser fácil, pero digamos que ahí dejamos una interrogante. En cuanto a las reformas sociales, dejó que la reforma de la salud se comiera todas las demás. En el tema de la paz era válido el razonamiento inicial de que uno no puede tener la casa con diez incendios y apagar solo uno. Va a dejar unas cosas importantes, como que la paz tiene que ser territorial, ya no es nacional. Y hay que destacar cosas positivas. Llegó al Gobierno gente que jamás lo hubiera hecho si no es porque llega un proyecto de izquierda. Segundo, se reiteró la institucionalidad del país, pues en Colombia hay gobierno, hay parlamento, hay cortes, hay organismos de control, las Fuerzas Armadas no se meten en aventuras golpistas. Y tercero, antes los referentes de política internacional eran Brasil y México, y ahora Colombia es un punto de referencia.

P. Dice que llegó al Gobierno gente nueva y también ha seguido gente que representa todo lo que uno entiende que un proyecto de izquierda no debería tener, como Armando Benedetti. ¿Cómo explica que siga teniendo tanto poder en el Gobierno?

R. Para mí la explicación es que el único capaz de articular electoralmente al Pacto Histórico y hacer valer el capital político de Petro es Armando Benedetti. Creo que él piensa que es la persona que le va a permitir mantener el proyecto político y considera que eso es válido.

P. ¿El Gobierno de Petro va a ser un antecedente o una excepción en que haya gobernado la izquierda en Colombia?

R. Muchos hubiéramos querido que al Gobierno le hubiera ido mejor, pero de alguna manera renació una conciencia social que estaba dormida en los últimos gobiernos. Creo que esa es la impronta que debemos tener para poder seguir pensando que hay opciones de que un proyecto progresista se vuelva continuista en Colombia.

Redacción

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